“Amo a César, pero amo mucho más a Roma.”

Bruto, en Julio César, Shakespeare

A Agustín Carstens lo despertó una espantosa pesadilla cuando soñó con la renuncia de Margáin a la Secretaría de Hacienda con un ridículo pretexto: “Me caí del caballo”, declaró durante el catastrófico sexenio de Echeverría. “Las finanzas públicas se manejan desde Los Pinos…”, afirmó el presidente y el peso mexicano se depreció 60% de un día para otro… ¡Horror!

Si Margáin hubiera confesado valientemente, en una conferencia de prensa, las políticas económicas suicidas de Echeverría, tal vez hubiera impedido una catástrofe previsible.

La invitación a Carstens al Banco de Pagos Internacionales era una salida tan increíble como la caída del caballo de Margáin, más aún cuando apenas hacía un año se había reelecto por un quinquenio más. ¿Quién le iba a creer? ¡Nadie! Prefirió ser considerado traidor al sistema, pero no traidor a México ni a él mismo. Era la hora de dar ejemplos de consistencia ética en un país podrido. No cometería el error de Margáin. Imposible renunciar cuando el barco podría hundirse tripulado por demagogos.

Carstens se ganó un lugar en la historia al revelar las verdaderas razones de su renuncia ante la prensa: “Meade, influido por Videgaray, su consejero áulico, ha venido insistiendo de manera cubierta o encubierta, en ignorar la autonomía del Banco de México. Meade me presionó para que aumentara la masa monetaria, para que inyectara dólares en el mercado y lucrar con las variaciones del tipo de cambio. Ambos saben que aumentar irresponsablemente el circulante detona una carestía galopante, experiencia que México ya padeció con terribles consecuencias para todos. Meade, temeroso del enorme poder político de Videgaray, el destructor de la economía del presente sexenio, quien ejerce un singular poder hipnótico en Peña Nieto, me sugirió telefónicamente por miedo a perder el cargo o de no llegar a Los Pinos, que no aumentara las tasas de interés, por más que esta medida era imprescindible para detener la fuga de capitales en este país.

¿Vamos a culpar a Trump por la contratación vertiginosa e irresponsable de la deuda pública que ya supera al 50% del PIB o de la aberrante reforma fiscal o de no haber reducido el monstruoso tamaño de la nómina burocrática o del magro crecimiento económico o de la escandalosa devaluación del peso mexicano, la moneda más lastimada en el mundo? Peña Nieto llegó al poder con el dólar a 13 pesos y en enero del 2016, casi un año antes de las elecciones en Estados Unidos, ya se encontraba a 18.50… ¿Trump…? En el último año de Calderón el PIB estuvo casi a un 4% y con Videgaray, en 2013, se desplomó al 1.1% y el barril de petróleo estaba a 98 dólares… ¿Trump?

“Pobre de México si Videgaray heredara mi cargo. Necesitamos estabilidad financiera, reducir la deuda pública, respetar la autonomía del Banco de México, apegarnos a la técnica económica sin populismos y sin supeditar la política económica a las elecciones, controlar la inflación y disminuir el gasto público sin pretextos políticos”.

Gracias a esta pesadilla, y para la sorpresa de todos, Carstens anunció su decisión de continuar como Gobernador del Banco de México hasta el 2021: se lo debía a él mismo y a la patria. No era Margáin ni un cobarde y sí, un gran profesional…

@fmartinmoreno es amante del poder de la mentira y es novelista…

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