Queridos compatriotas, tan enojados y frustrados como resignados e inmóviles: Faltan todavía 338 días para que afortunadamente concluya este catastrófico sexenio en el que ha prevalecido la peor corrupción en la dolorida historia de México, a la que se sumó la patética ineficiencia, además de las promesas incumplidas sostenidas con embustes hasta que estos se han venido derrumbando como un frágil castillo de naipes. En realidad, queridos compatriotas, no faltan 338 días, sino que, a partir del momento en que el grupo de justificadamente resentidos militantes del PRI nombre al candidato presidencial, decisión en la que, por supuesto, no participará Peña Nieto por ser ya un presidente despreciado por su propio partido, el actual jefe del Ejecutivo será, en realidad, ya medio presidente porque tendrá que consultar todas las decisiones con el abanderado del tricolor que vaya a competir por Los Pinos.

Si la sociedad mexicana se encuentra frustrada y enfurecida con la gestión de Peña Nieto, más aún lo están los priístas que asistieron este año a una previsible derrota en las urnas, en donde la oposición ganó de manera contundente e indiscutible, lo cual fue entendido como un inescapable voto de castigo en contra de las políticas presidenciales. Por lo tanto, es claro que a Peña Nieto no le permitirán meter las manos en la elección del candidato presidencial de su partido. Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas estarán pateando, furiosos, las tablas de sus respectivos ataúdes. ¡Qué manera de hacerse daño! ¡Qué manera de destruir a un país solamente en 4 años!

De acuerdo a lo anterior, existe todavía un personaje siniestro que aplaude rabiosamente la desintegración de México como si se tratara de un papel periódico mojado. Su nombre es Andrés Manuel López Obrador. Él sabe, porque lo sabe, que a falta de candidatos con credibilidad pública y arrastre popular, él puede acaparar a un electorado desesperado que no encuentra la estrategia de rescate para sacar al país del espantoso atolladero, en donde lo ha sepultado Peña Nieto, cuyo desprestigio internacional, por otro lado, es igualmente alarmante, sobre todo después de la aberrante invitación que le formulara a Donald Trump para venir a México, visita que bien pudo rescatar al hoy presidente electo quien, en su momento, se desplomaba en las encuestas electorales estadounidenses.

En España se dice: “Bienvenido mal si vienes solo”. Lo anterior, porque el 20 de enero de 2017 arribará a la Casa Blanca otra amenaza para México, como sin duda lo es Trump, sin olvidar, desde luego, a James Polk, quien nos robó la mitad del territorio al concluir la guerra, en 1847. La llegada de este poderoso magnate implacable e impresentable, un peleador callejero, no encuentra a un México poderoso financieramente, unido políticamente y satisfecho socialmente, sino a un México convulso, agrio, frustrado y con las finanzas públicas prácticamente quebradas, lo cual no vendrá sino a complicar severamente el horizonte económico y social del país.

El irresponsable incremento en el precio a las gasolinas no solo viene a comprobar la falsedad de las promesas de Peña Nieto, sino en el fondo, se esconde la verdadera razón de esta salvaje decisión: la quiebra de las finanzas públicas. Es evidente que la inflación se disparará junto con la pérdida de la paciencia de la nación.

Falta 338 días agónicos. Es la hora de
protestar.

@fmartinmoreno

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