El racismo en Estados Unidos tiene profundas raíces históricas que forman parte de la cultura nacional para una parte de la población que rechaza los cambios demográficos acelerados que tienen lugar. Esa cultura la definieron los “Founding Fathers” como una cultura de blancos, protestante, anglosajona, una cultura del trabajo y del individualismo. La gente de color y los latinos, de otra religión, de otra ascendencia, de otra raíz cultural, no pertenece, no puede formar parte de Estados Unidos. Porque finalmente, son los otros, son los inmigrantes. Paradójico que un país de inmigrantes rechace hoy la inmigración. El país está dividido, los cambios son aceptados por una parte de la población y rechazados por otra. Así habla sobre las raíces del racismo en Estados Unidos, David Maciel, mexicano de origen, doctor en Historia por la Universidad de California en Santa Bárbara, catedrático de la UCLA en Los Ángeles, Premio INEHRM José Valadés (2016), profesor emérito de la Universidad de Nuevo México, asesor externo del Instituto Nacional Electoral en México. Recibió el reconocimiento OHTLI de la Secretaría de Relaciones Exteriores por la promoción de la cultura de México en Estados Unidos.

Para el doctor Maciel, hay dos raíces del racismo contra los mexicanos: en el sur de Estados Unidos que fue esclavista y en los estados que fueron mexicanos hasta 1848, con excepción de California.

¿Por qué hoy el rechazo es más violento hacia los inmigrantes latinos en general y mexicanos en particular?

Esto tiene que ver con el cambio demográfico que vive Estados Unidos, los latinos son desde 2004 la primera minoría por su número, la más joven y la que crece más rápidamente. Y resulta que los mexicanos son la mayoría de los latinos, pero también son los del país más cercano, los de mayor arraigo. Hay que recordar que hay ciudadanos estadounidenses descendientes de mexicanos que habitaban en los territorios de lo que son hoy los estados de Texas, California, Nuevo México, Arizona, Utah y … que fueron parte de México hasta la guerra de 1847. Entre los ciudadanos estadounidenses de origen latino, los mexicanos son también la mayoría.

Samuel Huntington, en su libro “¿Quiénes somos? Los desafíos de la identidad nacional” ve a los latinos y en particular a los mexicanos como una amenaza que podría dividir al país. Por el contrario, la inmigración, la mexicana en particular, ha contribuido al desarrollo del campo, los ferrocarriles, las carreteras, la construcción, los servicios, la ciencia, la cultura.

México es la frontera entre dos culturas, la anglosajona y la latinoamericana, dos idiomas, dos religiones la protestante y la católica y dos historias distintas. Pero juntas esas dos culturas son más fuertes, así se vive en Los Ángeles, en Nueva York o en Chicago y tantas otras ciudades y universidades, en ciudades hermanas de la frontera. Así lo muestran las múltiples contribuciones de la inmigración latina que fortalece la economía, la demografía de una sociedad que envejece, la cultura que al sumar enriquece, la convivencia armónica.

El verdadero problema es el racismo, el rechazo a los que tienen otra visión del mundo: mexicanos, latinos, negros, asiáticos, musulmanes… que viven y trabajan en Estados Unidos.

Debe haber una explicación para la política del presidente electo, asesores y miembros de su gabinete sobre la animadversión a la inmigración latina y en particular a la inmigración mexicana.

Fue un tema central de la campaña del presidente Donald Trump. En el caso de los mexicanos se debe a que son los más cercanos, a que son la mayoría de los inmigrantes latinos y de los indocumentados, los vecinos apenas al otro lado de la frontera. Se dice que son una amenaza y que “roban empleos” a los blancos. Los latinos en Estados Unidos son vistos como causantes de un cambio demográfico, son la minoría más grande y la que más rápido crece, y hoy es la minoría que rechaza Trump y muchos de los blancos, rurales y con bajos niveles educativos.

Además hay un rechazo contra los latinos y mexicanos en particular porque se dice que violan las leyes. De llamarles ilegales se desliza el término a considerarlos violadores de la ley, y de ahí a criminales, cuando lo que cometen es en realidad sólo una falta administrativa al cruzar la frontera sin papeles. Por eso nosotros los llamamos indocumentados. Gravísimo que el presidente electo Donald Trump diga que los inmigrantes mexicanos son delincuentes, criminales, violadores, vinculados con el narcotráfico, una amenaza para la seguridad de la frontera, donde conviven con multiplicidad de intercambios en paz y armonía 14 ciudades hermanas en Estados Unidos y México.

El discurso de Trump pareciera tomar las visiones de Samuel Huntington: “Los latinos son una amenaza…”

El discurso del ya presidente es abierta y brutalmente racista. Cuando vimos que Estados Unidos elegía al primer presidente Afroamericano, a Barack Obama, dijimos: estamos entrando en una sociedad multirracial, pero hubo una tremenda reacción. Y ahora, después de la campaña de Trump es correcto en Estados Unidos ser xenófobo, racista y antiestablishment. Desde Hitler nunca se había visto una campaña racista de ese tamaño, ni en Estados Unidos ni en el mundo.

Desafortunadamente, una parte de los blancos americanos eso es lo que sienten y eso es lo que piensan: que los indocumentados mexicanos son delincuentes. Curiosamente en su mayoría son los que no los conocen. El discurso de Trump ha llevado las cosas a una violencia verbal extrema. Sus seguidores gritan “build the wall, kill them all” (construyan el muro, mátenlos a todos). No son sólo palabras, si uno los mira entiende que son amenazas… Trump sonríe y con su silencio los alienta. ¿A qué distancia estamos de acciones violentas contra mexicanos o latinos? Si de los gritos enardecidos a la acción, sólo hay un paso. Hay que ver cómo respondió la gente, hace unos días cuando dice que construirá un muro en la frontera con México.

La otra vertiente del discurso tiene que ver con la supremacía del país más poderoso del planeta…

En primer lugar, lo que está en juego es ¿qué clase de país seremos? Yo diría que muchos, incluso la mayoría y seguro los jóvenes, queremos un país multirracial, multicultural, respetuoso de la diversidad que lo enriquece.

Estados Unidos es hoy un país dividido, los blancos americanos que apoyan a Trump quieren regresar al pasado, recuperar la supremacía. La mayoría de la población en grandes y pequeñas ciudades, cerca de la frontera con México, en las Costas Este y Oeste quieren un país diversos y plural, no le temen, están perfectamente integrados en las universidades y en muchos ámbitos de la vida nacional. EU es grande, ¿por qué? “Make America Great Again”… Pareciera decir “todo está mal, pero yo lo voy a arreglar”. Estados Unidos es la primera economía del mundo y el primer país en el terreno militar, el que desarrolla mayormente la investigación, la innovación tecnológica, la ciencia, los proyectos de futuro, el que tiene grandes universidades.--

Es cierto que el mundo ya no es el mismo. ¿Pero, insisto, por qué mirar hacia atrás? Hay la percepción por parte de los jóvenes en las universidades, la generación más educada en la historia en Estados Unidos, de que las políticas conservadoras que se impondrán pretenden cerrarles el futuro.

Otras vertientes históricas del racismo…

Tuvo también profundos tintes racistas de desprecio a México, un país que apenas nacía después de la guerra de Independencia, hacia su gobierno y su gente. Así lo mostró la colonización de Texas por colonos estadounidenses, que buscaron la independencia de México y luego consiguieron la anexión a Estados Unidos. La guerra de 1846-48 en la que México perdió más de la mitad de su territorio y Estados Unidos logró extenderse del Atlántico al Pacífico, así como quedarse con territorios ricos en recursos como California, Texas, Arizona, Nuevo México.

La historia de Estados Unidos está vinculada con el racismo: los esclavos eran vistos como una escoria de la sociedad. Los afroamericanos vivieron una brutal discriminación y segregación, un auténtico Apartheid durante siglos. Se movilizaron masivamente en la lucha por los “civil rights” en los años 50 y 60, ganaron, avanzaron. Aun así, la discriminación no desapareció totalmente, todavía existe. La lucha por los derechos civiles tuvo un gran impacto nacional e internacional gracias a la televisión que comenzó a transmitir la brutal acción policiaca durante las manifestaciones pacíficas. Aquellas imágenes sacudieron al país y al mundo.

Pero la discriminación era terrible, también para los mexicanos. Hay que imaginar cómo se sentían los mexicanos que regresaban de pelear en la Segunda Guerra Mundial contra el racismo nazi. Llegan a Estados Unidos y todavía encuentran rótulos que dicen “no dogs or mexicans allowed” (no se permite la entrada a perros ni mexicanos), todo estaba segregado, los teatros, los cines, los restaurantes, las albercas. Se ha avanzado y mucho, pero la discriminación no ha desaparecido. Dejó de tener carta de legitimidad, pero hoy está de regreso. Grandes ciudades, algunos Estados, universidades se declaran Santuarios en defensa de los inmigrantes indocumentados.

En conclusión, doctor Maciel

Hoy todas estas reacciones violentas contra la inmigración mexicana y latina tienen que ver con el rechazo a un país que está cambiando, en el que las minorías crecen y la mayoría blanca dejará de serlo en 2060, parece que falta mucho pero ya lo sienten los blancos rurales y con bajos niveles educativos. Rechazan ese país y Trump los alienta.

¿Qué clase de país seremos? Eso es lo que está en juego. Yo te diría que muchos queremos un país multiracista, multicultural, respetuoso de la diversidad, que lo enriquece.

Estados Unidos hoy es un país dividido, los blancos americanos que encabeza Trump quieren regresar al pasado, recuperar su supremacía. Los jóvenes en las universidades y la mayoría de la población en las ciudades cosmopolitas quieren un país diverso y plural, no le temen, están perfectamente integrados en las universidades y en las ciudades, en los Estados.

Asistimos y somos parte de la disputa por el futuro.

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