A México no le va bien con los diagnósticos en derechos humanos, no por los organismos internacionales que los realizan, sino por lo que sucede en el país.

La situación es grave. Ante esto, lo que se les ocurre a los servidores públicos y compañía es pegar. Es costumbre desacreditar, culpar, señalar a las víctimas y a quienes difieren de posturas oficiales.

Así quedó expuesto esta semana en la Declaración del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein.

“Ha sido una sorpresa para nosotros cuando el Relator Especial de la ONU sobre la tortura, Juan Méndez, al publicar su reciente informe sobre México, fue sujeto de virulentos ataques personales por parte de algunos políticos, a pesar de que la prevalencia de la tortura ha quedado bien establecida… Desafortunadamente, esta intolerancia ante la crítica pública también se ha manifestado en reacciones a otros informes internacionales más recientes sobre México”.

Ya sabemos a qué informes se refiere. ¿Qué tal la descalificación a la labor de los expertos del GIEI? Y en general a miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

También sabemos que no sólo son los políticos, sino algunas plumas que se suman.

Lo dicho por Zeid Ra’ad Al Hussein conmovió.

Habló de Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingán, Tanhuato. Asuntos pendientes donde se manifiestan “virulentos ataques”.

La Declaración del Alto Comisionado de Naciones Unidas fue durísima.

Reconoció el trabajo de México como un país que ha avanzado en sus leyes, incluyendo la Reforma Constitucional de Derechos Humanos. Pero puntualizó el contraste con la realidad cotidiana: “Parte de la violencia puede ser atribuida a los poderosos y despiadados grupos del crimen organizado, que han hecho miserable la vida de mucha gente en varios de los 32 estados de la República. Condeno sus acciones sin reservas. Sin embargo, muchas desapariciones forzadas, actos de tortura y ejecuciones extrajudiciales presuntamente han sido llevadas a cabo por autoridades federales, estatales y municipales, incluyendo la policía y algunas partes del Ejército... El corrosivo y devastador impacto del crimen organizado y las enormes cantidades de dinero que movilizan estos grupos está cooptando o corrompiendo instituciones clave, y en algunas regiones, está reduciendo el impresionante conjunto de leyes mexicanas a meras palabras en el papel…”

Algunos pensarán que eso ya lo sabíamos. Importante es no callarlo. En tiempos difíciles el apoyo externo suma a las libertades internas.

Me quedo con la frase de Zeid Ra’ad: “En lugar de matar al mensajero, enfoquémonos en el mensaje”.

Y aquí la página donde está el texto completo de la Declaración del Alto Comisionado de la ONU. Para que no nos digan, para que no nos cuenten: hchr.org.mx

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