Hace más de una década, José Saramago pisó tierras mexicanas. Logré entrevistarlo en Morelia, Michoacán. Todavía en aquella época no tomaba precaución alguna, ni siquiera pensaba que podría correr riesgo, cuando viajaba por carreteras del país.

Lejos estaban las recurrentes preocupaciones que vendrían después.

Los temas sobre inseguridad, desigualdad, pobreza, enfrentamientos armados se centraban principalmente en regiones como Chiapas. El Premio Nobel traía en el corazón a Acteal y al subcomandante Marcos. En general, a todo el Movimiento Zapatista y a los indígenas de México.

Manejé hasta Morelia. La entrevista duró una media hora, pero la charla se prolongó “fuera de cuadro”.

En cierto momento hice un comentario más como alumna que como periodista. Como pupila frente a su guía. Y es que, fue inevitable. “Alguien que plasma en sus textos tanta belleza y claridad debe poseer todas las respuestas, aún mientras sólo sean un atisbo en su mente”, pensé.

—“No aprendemos, nos repetimos, ¿será que lo único que nos queda es tratar de hacer las cosas bien, ayudar en nuestro entorno inmediato?”, pregunté casi al final del encuentro.

—“No”, respondió Saramago, “no es suficiente”. “Puedes vivir en una isla maravillosa rodeada de tiburones. Tarde o temprano alguien caerá al mar... Faltan ideas, falta imaginación”, me dijo.

El tiempo pasó.

En este año que está por terminar, tan sólo en el círculo de mi oficina de no más de diez personas:

-Abusaron de una compañera en el transporte público del Estado de México. Nunca encontraron a los delincuentes. Lo último que ella supo es que su celular se activó en Pachuca, Hidalgo. A su correo comenzaron a llegar invitaciones con fotografías de tipos armados. Se mudó de casa. Se cambió de trabajo.

-Agredieron a otra colega. Quien fuera su prometido la lastimó brutalmente. Denunció y no pasó nada. Él sigue trabajando. ¡Es defensor de lo familiar en un juzgado de la Ciudad de México!

-Tacharon de “loca y traicionera” a una estimada reportera por intentar hablar con sus padres, hermano y hermana sobre declaraciones de abuso sexual en el seno familiar. No sabe qué hacer. Está destrozada.

-Intimidaron a un compañero por la nota que publicó sobre las denuncias de hostigamiento hacia mujeres por parte de un servidor público.

Esto en el gravísimo tema de violencia hacia las mujeres. Pero la ola se expande a otros sectores:

-Asaltaron a mano armada, en dos lugares distintos, a mis familiares. Uno de los robos incluyó jaloneos y puñetazos.

-Lo más reciente: propinaron una golpiza a un joven querido. Entre ocho lo agredieron. Lo mandaron al hospital. Una cobardía, una locura. Espero algún día poder contar esta historia. Duele. Preocupa.

Las palabras de José Saramago permanecen en mi mente.

La violencia, las fosas clandestinas, las desapariciones, las torturas, las amenazas directas y virtuales, la corrupción y el cinismo en los más altos niveles de gobierno, el odio y la impunidad… escalaron. Las ideas, no llegaron.

Tarde o temprano cualquiera puede ser víctima. Habría que hacer algo más que cuidar nuestro pequeño entorno.

Imaginemos.

@elisaalanis Facebook: Elisa-Alanís-Zurutuza

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