El 2016 comenzó con una gran volatilidad en los mercados financieros, hecho que afectó a precios del crudo, a divisas de economías emergentes, así como a otros activos financieros. Si bien lo anterior ha coincidido con la creciente incertidumbre sobre el crecimiento económico de China y con la caída en los precios de los energéticos, parecería que existen factores adicionales de mayor relevancia.

Si bien los recientes datos decepcionantes del gigante asiático reavivaron el temor respecto a una desaceleración más fuerte de lo esperado, la revisión a la baja en sus expectativas de crecimiento ha sido un proceso constante en los últimos años, particularmente durante 2014 y 2015.

Adicionalmente, parte de la desaceleración se explica por un cambio en su política económica, la cual no ha sido una sorpresa para nadie.

En este sentido, la principal fuente de incertidumbre se relaciona con el componente cíclico, el cual mantiene una estrecha relación con el comportamiento de los commodities.

Por su parte, la drástica caída en los precios del petróleo comúnmente se relaciona con la decisión de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) de mantener sin cambio su producción, pero también se ha acentuado ante la situación en China. A su vez, la continua caída en los precios del crudo ha exacerbado el temor respecto a la divergencia entre el crecimiento real de China y el reportado por las cifras oficiales.

Si bien ambos factores se retroalimentan entre si, estos podrían estar relacionados con el deterioro de las perspectivas de crecimiento global a largo plazo, cuyas consecuencias son incluso más serias.

Desde hace algunos meses ya se han publicado señales de debilidad global, pero los mercados no habían incorporado dicha posibilidad hasta ahora que las continuas caídas en los precios del crudo comienzan a ser una señal de alarma.

A pesar de que economías como Japón y la Eurozona han estado comprometidas con la aplicación de políticas expansivas, los resultados parecen reflejar su falta de efectividad. Por otro lado, las economías emergentes en general han basado su crecimiento en factores externos (muchos de ellos temporales) sin asegurar su estabilidad macroeconómica, lo que las deja en una posición vulnerable ante la situación global actual. Por si fuera poco, Estados Unidos, la economía que hasta ahora se había considerado como el principal motor económico global, podría converger hacia tasas de equilibrio menores a las estimadas por el mercado.

Es posible que lo anterior no haya sido percibido antes por los mercados ante las posibles distorsiones generadas por la laxitud monetaria de EU. A pesar de que comúnmente se ha argumentado que un alza de 25pb en la tasa de referencia de la Reserva Federal no tiene un efecto significativo en términos de crecimiento, es evidente que si lo ha hecho en términos de flujos de capitales.

Es decir, la materialización del alza de tasas ha propiciado una reversión de flujos desde activos de alto riesgo (principalmente en commodities y divisas emergentes) hacia bonos de economías avanzadas. Ello ha hecho visible los débiles fundamentales de la economía mundial.

En conclusión, los recientes movimientos en los mercados financieros han sido el resultado un conjunto de factores estructurales que van más allá de lo ocurrido en un solo mercado o en una economía.

La causa principal pareciera ser el estancamiento global y las políticas económicas encaminadas a mantener un crecimiento que no coincide con los fundamentales. Las circunstancias actuales continuarán evidenciando la falta de efectividad de las políticas aplicadas desde la crisis del 2008, la vulnerabilidad de las economías emergentes y la falta de fuentes de crecimiento sostenible a nivel global. Mientras más se tarden los mercados financieros a asimilar esta realidad, más agudas serán las consecuencias de su decepción.

Analista en Economía Internacional
E-mail: daniela.ruiz@barcelonagse.eu

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