A finales de 2003, el jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, deslizó entre la gente de sus confianzas la idea de que la marcha a la candidatura presidencial atravesaría caminos y callejones peligrosos en 2004. De la habilidad para librar las emboscadas de ese cuarto año del sexenio dependerían las posibilidades de llegar vivo y potente al preliminar 2005 en donde, de alguna manera, cada acción se tocaría ya con la elección presidencial de 2006.

En marzo de 2004 explotó la crisis de los videoescándalos. Semanas después, el gobierno de Vicente Fox lanzó la atroz embestida del desafuero a López Obrador por, supuestamente, desacatar un mandato judicial. Aunque vivo, acabó 2004 mal herido (a los ataques políticos se sumaron sus patéticos desatinos para desacreditar la manifestación ciudadana contra la inseguridad, de junio de aquel año). Se recuperó en 2005, pero nunca sabremos qué tanto de lo perdido en 2004 terminó pesando en su derrota en la cerrada votación de 2006.

López Obrador comienza 2016, otro cuarto año de sexenio, como el candidato más fuerte a la Presidencia de la República y sin los riesgos enormes que acarreaba su gestión en la jefatura del Gobierno capitalino. No parece tener cadáveres escondidos, como los de Bejarano, Ponce o el predio de El Encino, en Santa Fe. Cuenta con un partido político creado ex profeso para fabricar la victoria en 2018. Y la imagen que se trazaba de él hace 12 años de mesiánico al margen de la ley, o la caricatura de populista que intelectuales y rivales políticos le confeccionaron, difícilmente lo afecta tras las decepcionantes administraciones panistas y la actual priísta.

López Obrador parece haber aprendido de sus errores y fracasos. En 2003-2004 peleaba todo el tiempo contra todos. El 2016 lo ha comenzado con un mensaje de paz a través de un video grabado con una bamboleante familiar cámara al hombro en un parque donde se escucha el canto de los pájaros y él, en mangas de camisa blanca, le pide “al creador, la naturaleza, la suerte y la ciencia, que nos permita vivir más”.

El contenido del mensaje es de una sencillez implacable. a) Morena es la única opción de cambio verdadero. b) Nunca vamos a traicionar a los ciudadanos en la lucha contra la corrupción. c) Estableceremos en México la república de la honestidad para que México renazca. Uno, dos, tres, fuera.

“Les mando un abrazo cariñoso y fraterno para este 2016”, se despide López Obrador, convencido de que las elecciones de 2018 se jugarán en el terreno de los valores, donde nadie le puede ganar. Y de que inicia el cuarto año en el lugar anhelado, diseñado. Sano, en forma, maduro, sonriente. Transmitiendo serenidad. Es mejor personaje y mejor precandidato que el de aquel otro cuarto año.

MENOS DE 140. Será Banobras y no la Defensa Nacional el encargado de defender en medios el arribo del nuevo avión presidencial. Interesante.

gomezleyvaciro@gmail.com

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