En los duros días de julio, cuando varios pensamos que no seguiría en la Secretaría de Gobernación, Miguel Osorio Chong dijo en público que los momentos de crisis no eran para renunciar. En privado, le pidió al presidente Peña Nieto que le diera la oportunidad de recapturar al Chapo Guzmán y se iba agradecido al día siguiente.

Peña Nieto confió en él. Osorio Chong tomó al Chapo como una misión de vida. A diferencia de aquel febrero de 2014, cuando la primera detención, la noche del viernes fue él quien encabezó el momento cumbre, la presentación, la exhibición del mítico sinaloense. Si alguien cumplió una misión con la captura, fue Osorio Chong. Si alguien parece hoy más fuerte que nunca en su puesto, es Osorio Chong.

Sirvan estas líneas para corregir mi error de interpretación en la columna que publiqué aquí el 14 de julio con el título La segunda renuncia del secretario Osorio Chong. Escribí:

“El Presidente y el secretario de Gobernación no pueden reducir el asunto, el ridículo, la estampa de ineptitud y corrupción, al ámbito penitenciario, a tres despidos de sus subordinados. Tampoco podrán lavarse las manos alegando una crisis de Estado. El Chapo se les escapó a los dos. Para efectos, sólo a ellos dos (…) Si es consistente, Osorio Chong debería renunciar: falló y no hay forma de resarcir la falla, de volver a ser eficaz. Si el presidente Peña Nieto la aceptara, condenaría históricamente a su fiel secretario de Gobernación y lo pondría al alcance de la justicia. Pero habría encontrado a un invaluable chivo expiatorio. Si lo sostiene, asumirá la responsabilidad entera de ser el hombre que dejó escapar al Chapo. Y de poco le servirá ya Osorio Chong, quien quedará reducido al duro papel de cadáver político viviente. Incluso si capturaran pronto al Chapo (…). Un golpe tan devastador obligaría a entregar esa cabeza. El problema es que no serviría de mucho. El daño está hecho. Con o sin Osorio Chong”.

El presidente Peña Nieto no condenó a su secretario de Gobernación. Lejos de buscar un chivo expiatorio, asumió los costos y la responsabilidad política. El saldo, seis meses después:

A) Osorio Chong fue consistente: no renunció. B) Sí había forma de resarcir la falla, de ser eficaz. C) Osorio Chong le sirvió de mucho al Presidente. D) Lejos de ser un cadáver político viviente, Osorio Chong es el secretario más poderoso del gabinete y, ahora sí, un candidato natural del PRI a la Presidencia de la República.

MENOS DE 140. Costo del salón Madeleine del St. Regis del DF: de 40 a 60 mil pesos/tres horas. ¿No debió Graco Ramírez dar su mensaje en Cuernavaca?

gomezleyvaciro@gmail.com

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