“Sería imperdonable, sería verdaderamente algo más que lamentable”, le dijo en entrevista el presidente Peña Nieto a León Krauze a finales de febrero de 2014. Días antes había sido recapturado El Chapo Guzmán luego de estar 13 años prófugo. Casi 70% de los mexicanos piensan que se puede volver a escapar, preguntó León. Peña Nieto respondió: “Es una responsabilidad que hoy tiene a cuestas el gobierno de la República, que la fuga que ocurriera hace algunos años nunca más se vuelva a repetir”.

Dieciséis meses después, desde París, en el inicio de un viaje de Estado a Francia, un áspero Peña Nieto debió salir a dar un mensaje claudicante sobre la fuga II de El Chapo Guzmán. Claudicante, ¿de qué otra forma podía ser? “Es un hecho muy lamentable, que indigna a la sociedad y me tiene profundamente consternado”, expresó.

“Esto representa sin duda una afrenta para el Estado mexicano”.

Es una vergüenza. Así sea un caso singular, singularísimo, demuestra que las autoridades mexicanas son incapaces de someter a los criminales más peligrosos. ¿Con qué cara se le dirá ahora a Washington que El Chapo no tenía que ser extraditado? El Presidente que aterrizaba en Europa para seguir recomponiendo su imagen, fue recibido con desprecio y burlas como esta, publicada en El País: “Sólo en México puede ocurrir que el enemigo público número uno, el narcotraficante más buscado de todo el país y de Estados Unidos, se escape dos veces de cárceles de máxima seguridad”.

Y es una desgracia. Reporteros que estuvieron ayer en las inmediaciones del penal de Almoloya registraban un miedo sobrecogedor de los vecinos. No quiero hablar, estoy amenazado, no quiero que me pase nada, era la respuesta estándar de los lugareños. El crimen puede seguir sembrando terror hasta en las barbas del templo nacional de alta seguridad. Del otrora imbatible penal.

Es un golpe devastador para el gobierno del presidente Peña Nieto. El tercero en 10 meses, tras Ayotzinapa y los escándalos de corrupción, que lo exhibe incapaz de detectar un túnel de kilómetro y medio con salida a los baños donde se bañaba, ni más ni menos, El Chapo Guzmán.

Mal haría el Presidente en tratar de reducir el caso al ámbito penitenciario. Algunos en las áreas de seguridad de su gobierno no se toman las responsabilidades con el debido rigor. Algunos beben whiskey y se duermen en sus laureles. Enterados de la noticia, imagino por ejemplo los rostros descompuestos en el alto mando de la Marina y en los valientes marinos que detuvieron a El Chapo hace 16 meses, porque los civiles que se encargan de las cárceles son unos corruptos, o unos inútiles.

Es imperdonable, Presidente. Usted lo dijo. A usted le toca repararlo y sancionarlo. En la fuga II de El Chapo no cabe el aquí seguimos los mismos cuates.

MENOS DE 140. ¿Quién se hizo de la vista gorda con tantas construcciones irregulares alrededor del penal del Altiplano en los últimos años?

gomezleyvaciro@gmail.com

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