Todos sabemos que la elección para la gubernatura del Estado de México esconde una contienda presidencial. Los candidatos han estado a la vera de esos vaivenes.

Los verdaderos jefes de las campañas son Enrique Peña Nieto del PRI y Andrés Manuel López Obrador de Morena. Los desempeños de Alfredo Del Mazo y Delfina Gómez, respectivamente, serán evaluación del que es presidente y del que quiere serlo.

Pero no sólo ellos. Hay terremotos en los otros dos partidos que lucen rezagados, según los datos de las encuestas.

En el PRD, el crecimiento inesperado de la candidatura de Juan Zepeda ha vuelto jugadores de primera fila no sólo al propio Zepeda, sino también a su padrino político, Héctor Bautista, que de por sí era uno de los pilares del perredismo, junto con los grupos del jefe de Gobierno Miguel Mancera, el desprestigiado René Bejarano y Los Chuchos Ortega y Zambrano.

La conversación es que Zepeda puede ser el dirigente nacional del PRD de cara a la contienda presidencial de 2018. No falta quien lo haya hasta postulado a la candidatura presidencial. Esto irrita a sus rivales internos en el PRD y cuestiona el liderazgo de Alejandra Barrales.

En el PAN, la caída de Josefina Vázquez Mota se facturará al dirigente Ricardo Anaya. Él podrá argumentar que quiso impulsar una alianza PAN-PRD y que, al no darse, tampoco se le puede cargar toda la culpa. Si le va bien en Nayarit y Coahuila, tendrá otro salvavidas (si pierde las tres, queda severamente golpeado).

Barrales y Anaya tienen motivos para estar preocupados: no lograron concretar la alianza para el Estado de México y los resultados que apuntan las encuestas los tienen alarmados. Súmele que está programado para este fin de semana que dos presidenciables, Graco Ramírez, del PRD, y Rafael Moreno Valle, del PAN, declararán la necesidad de una alianza entre sus dos partidos para la elección de 2018.

Sólo así me explico la premura para que el sábado pasado, conjunta e inusualmente, Ricardo Anaya y Alejandra Barrales ratificaran su intención de aliarse para la presidencial —para que no les robaran la bandera— porque de inmediato, las corrientes y figuras de mayor peso dentro de sus partidos les reclamaron hasta públicamente. Un anuncio así, en medio de la elección mexiquense que todavía no termina y en la que no compiten en alianza, es un adelantado reconocimiento de la derrota.

SACIAMORBOS. A Édgar Coronel Aispuro, cuñado de El Chapo Guzmán, lo agarraron en su Mustang rojo, en compañía de un amigo, cuando trasladaba al chango Botas, mascota de las hijas del capo, hacia el escondite del líder del Cártel de Sinaloa. Ese amigo, Héctor Ernesto Carrasco Ruiz, va a salir del penal de máxima seguridad del Altiplano para irse al penal estatal de Aguaruto, en Culiacán, con una larga lista de fugas, motines, riñas, homicidios y armamento interno. La cortesía la recibió de los magistrados María de Lourdes Villagómez Guillón y Marco Antonio Peña Sanabria. En el gobierno federal están irritadísimos, como se podrá imaginar.

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