El fin de semana, reafirmando su priísmo, el presidente Peña Nieto proclamó que el PRI va a ganar en las cuatro elecciones estatales que se disputan este año. Las tres gubernaturas de Estado de México, Coahuila y Nayarit, y la local de Veracruz.

Se entiende que un jefe de partido sea el porrista principal de su grey —el día de su discurso el partido tricolor estaba cumpliendo 88 años de edad—, pero francamente el “carro completo” vaticinado por Enrique Peña Nieto es poco menos que imposible. Incluso, parece más probable que el resultado de la elección de 2017 sea parecido a 2016, cuando el PRI perdió más de lo que ganó.

Cualquiera que sea el escenario, la conversación política está marcada por el 2017, sí, pero en tanto 2018. Eso es lo que priva: la sucesión presidencial.

Y lo que hace tiempo le revelé en esta columna parece confirmarse: la estrategia electoral del PRI busca pulverizar el voto opositor y con ello apostar a que la base priísta será suficiente para ganar por “una nariz” en la zona de los 25% de la votación total. En esa ruta, el gobierno tendrá interés en promover a cuanto candidato(a) se quiera apuntar a la contienda: un par de los partidos de izquierda, varios independientes, a ver si hasta dos que vengan del PAN, la chiquillada… todos los que quieran jugar con tal de diluir el voto antiPRI.

Esta apuesta política está basada en dos supuestos. El primero es que la base del PRI está sólida y sigue siendo tan numerosa como al inicio de la administración peñanietista. No se antoja real, considerando las fracturas internas, el descontento de sectores del priísmo con el desempeño gubernamental y los vasos comunicantes que se han ido creando entre los grupos de control del PRI de base con opositores a este partido. Es un supuesto que se antoja complicado de confirmar en la realidad, a la luz de las encuestas, la popularidad del Presidente y los resultados electorales de este partido el año pasado.

El segundo supuesto es que ante la variedad de candidatos el votante automáticamente pulverizará su voluntad. Y eso también está por verse: si el ánimo antiPRI se robustece en el transcurso de los próximos meses (alentado por el mal desempeño de la economía, la inseguridad, la corrupción, la estrategia frente a Donald Trump), mal harían en el gobierno y su partido si minimizan la capacidad del ciudadano de priorizar el objetivo final de su sufragio para volverlo un voto útil a favor de quien pueda “sacar al PRI de Los Pinos”.

SACIAMORBOS. Al arranque de las elecciones de 2017 los análisis internos del propio gobierno federal calculan que el PRI tiene oportunidad de ganar por corto margen las elecciones en el Estado de México y Coahuila, pero no en Nayarit ni en Veracruz.

Y claramente, en este momento de la ruleta política, el PRI lee que el enemigo a vencer en las elecciones mexiquenses de este año y federales del próximo se llama Morena.

historiasreportero@gmail.com

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