El 6 de octubre de 2015 usted leyó en estas Historias de Reportero la columna titulada La conveniente muerte de El Canicón.

Expuse que varios de los más peligrosos narcotraficantes de México, vecinos de celda de Joaquín Guzmán Loera en el penal del Altiplano, denunciaron a autoridades federales que muchas semanas antes de su fuga en julio escucharon ruidos de construcción, y que cuando se quejaron con los jefes de la prisión, éstos los justificaron diciendo que eran remodelaciones. Los testimonios fueron más allá: reportaron los privilegios de los que gozaba El Chapo y quiénes se los otorgaban.

De todos los capos, el que hizo las acusaciones más fuertes fue un dirigente de Los Zetas llamado Sigifredo Nájera Talamantes, alias El Canicón.

Declaró que “Celina Oseguera Parra, coordinadora de penales a nivel nacional, visitaba regularmente a El Chapo… se ponían a platicar, se saludaban y hablaban con mucha confianza”. Luego, la PGR la ubicó a la cabeza del organigrama que falló o se corrompió para permitir el escape. Está detenida.

El Canicón también habló de Juan Carlos Ortiz Calderón, director de Seguridad y Custodia. Dijo que estaba en estrecho contacto con el líder del Cártel de Sinaloa y fungía como una especie de coordinador de los supuestos trabajos de remodelación e impermeabilización del penal. Para la PGR estos trabajos fueron una especie de maniobra distractora.

Por eso sorprendió cuando el 7 de septiembre de 2015, dos meses después de la fuga de El Chapo, las autoridades penitenciarias reportaron la muerte de El Canicón, de 35 años de edad.

Informaron que falleció dentro del penal a causa de un paro cardiorrespiratorio. Esto despertó las sospechas de la PGR y de la agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA.

Pero esa versión oficial cambió… en secreto. Y fue otra sorpresa.

En una reunión privada con senadores, Renato Sales Heredia, el nuevo comisionado nacional de Seguridad (no lo era al momento de la fuga, pero sí el día de la muerte de El Canicón), les informó que lo que mató al capo no fue un paro cardiorrespiratorio, sino una sobredosis de droga presuntamente causada porque tragó tres paquetes de cocaína envueltos en plástico y uno de ellos se rompió en su intestino.

La deducción divulgada en ese encuentro a puerta cerrada entre Legislativo y Ejecutivo fue que El Canicón quería expulsar los envoltorios al ir al baño y luego usar la cocaína para consumirla o venderla dentro del penal.

Escándalo… que podría ser peor: fuentes de la DEA que tuvieron acceso a la información de la autopsia del líder zeta, realizada por autoridades del Estado de México, ponen en la mesa una posibilidad más: que alguien haya obligado a El Canicón a ingerir las frágiles megacápsulas de droga para que le estallaran y lo mataran, en venganza por sus declaraciones sobre la fuga de El Chapo.

¿Cuál será la verdad?

SACIAMORBOS. “Quien diga que en una cárcel no circula droga está mintiendo”, asegura un funcionario del más alto nivel en el gabinete de seguridad.

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