Recuerdo muy bien el programa de televisión de Héctor Suárez que, entre broma y broma, dejaba que la verdad sobre nosotros los mexicanos se asomara. Se llamaba ¿Qué nos pasa? y proyectaba toda clase de historias sobre acciones y omisiones de sus personajes que de alguna manera explicaban el México de entonces, el México de finales de los 80.

Se burlaba desde el transporte público, la burocracia, de la prepotencia del ciudadano y del servidor público, la forma de hablar y de vestir… en fin, hacía que nuestros peores defectos nos sacaran una carcajada.

Era el México de antes del Tratado de Libre Comercio; antes del triunfo de Vicente Fox en la Presidencia. Es decir, era el México de antes de la apertura comercial (sólo éramos miembros nuevos del GATT) y de la alternancia política. Uno pensaría que el México del cual se burlaba y hacía sátira Héctor Suárez ya tendría que haber quedado atrás. Que casi tres décadas después la pregunta central no nos la tendríamos que estar haciendo todavía. Y, sin embargo, no queda de otra más que hacerla: ¿Qué nos pasa?

¿Qué nos pasa que, cuando un narcomenudista es abatido en pleno corazón de la Ciudad de México por elementos de la Marina, después de haber sido blanco de las autoridades por encabezar una red de compra y venta de drogas, secuestros y extorsiones, su sepelio es en medio de vítores, lágrimas y aplausos?

¿Cómo o por qué decide la población que vivía alrededor de su terror e ilegalidad acompañar el féretro de El Ojos al grito de “¡se ve, se siente, Felipe está presente!”?

Y ¿qué le pasa a las autoridades en la CDMX que, sabiendo el peligro, la violencia y el reto que representan individuos como El ojos y organizaciones del crimen como la que él encabezaba —herencia del cártel de Arturo Beltrán Leyva— se empeñan en negar lo innegable, que en la Ciudad hay narcos operando?

La discusión, queriendo diferenciar si se trata de narcotráfico, crimen organizado o narcomenudeo, parece irrelevante cuando se conoce el origen, modus operandi y alcance de El Ojos.

¿Qué nos pasa como ciudadanos que vivimos en medio de una enorme inseguridad que cuando el gobierno habilita una línea de emergencia como el 911, que costó millones de pesos de nuestros impuestos, 89 por ciento de las llamadas que reciben resulta que son falsas?

Estamos a menos de un año de la siguiente elección presidencial. La aprobación del actual Presidente y gobierno están a la baja. Han cometido errores, sin duda. Pero hay una parte de la responsabilidad que recae en los gobiernos estatales y municipales, y otra, muy importante, que también recae en los otros millones de mexicanos que pudiendo elegir entre lo correcto o lo incorrecto, lo hacemos por esta segunda opción.

¿Por qué? ¿Qué nos pasa?

APOSTILLA: Dime con quién andas y te diré quién eres, dice el dicho. Y Andrés Manuel López Obrador ‘anda’ con Eva Cadena, la nueva cara de los videoescándalos y la recepción de fajos de billetes, y con Rigoberto Salgado, delegado de Morena en Tláhuac, que dice no saber nada de la inseguridad en esa delegación aun cuando desde antes fue, nada más y nada menos, que su secretario de Seguridad.

Este caso podría ser la gran oportunidad de AMLO para demostrar como actuaría, de ser presidente de México, frente al reto de inseguridad y crimen organizado coludidos con la autoridad. AMLO puede enterrar la cabeza como avestruz y dejar que el peso lo cargue solo el delegado Salgado, o puede salir a decir que, ante la duda, solicita y apoya una investigación exhaustiva que demuestre que bajo su liderazgo no hay medias tintas frente al narco.

@AnaPOrdorica
www.anapaulaordorica.com

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