El mundo extraña a Barack Obama por varias razones, entre otras, la tolerancia que procuró a lo largo de su mandato. Si bien fue el heredero de un Estados Unidos que había sufrido el primer ataque terrorista en su propio terreno, el 11 de septiembre del 2001 con las dos guerras que le siguieron, la de Irak y Afganistán, Obama intentó siempre cultivar tolerancia hacia los distintos credos y religiones. Panorama sumamente distinto al que ha caracterizado al gobierno de Donald Trump.

El nuevo presidente de Estados Unidos no solamente se ha abstenido de mostrar solidaridad con Londres, París o Bruselas tras los recientes ataques terroristas, sino que ha parecido ser leña para encenderlos aun más.

Mientras que otros líderes occidentales han hablado de lo lamentable que es cualquier ataque terrorista como un recordatorio de que el extremismo de cualquier tipo es reprobable, Trump prefiere ver estos ataques como una oportunidad para, en primer lugar, atacar a los jueces que no apoyan su prohibición de entrada a ciudadanos de países musulmanes a Estados Unidos. Lo ha hecho saber muy claro a través de sus mensajes de Twitter en los que lejos de mostrar solidaridad para con los ciudadanos víctimas de los ataques, ha preferido denostar al alcalde de Londres, Sadiq Khan por su origen pakistaní.

Al hacerlo Trump ignora aquello que el propio Khan dijo tras los ataques de Londres: que aun cuando los atentados podrían parecer estar dirigidos a una cierta comunidad, al final son un ataque a los valores de tolerancia, libertad y respeto de sociedades occidentales que, Trump olvida, han sido la base para que él y su familia puedan gozar de la prosperidad económica y diversidad como la que hace posible tanto sus hoteles y edificios como el matrimonio de su hija Ivanka con Jared Kushner, quien es de religión judía.

A veces es frustrante ver a jefes de Estado y de gobierno hablar de tristeza y conmoción cuando estos ataques ocurren porque parece que solo sueltan palabras al aire. Pero es aun más impactante presenciar a alguien como Donald Trump quien parece ni siquiera sentir la necesidad de expresar esa conmoción. Lejos de ello, Trump prefiere demostrar que su ignorancia es tanta que percibe estos ataques en contra de musulmanes como una aceptable parte de su cultura.

A ello hay que sumar que el presidente de EU señala la corrección política como causa de la actual violencia. No parece darse cuenta que con su discurso ha encendido a los que sentían odio y hasta desprecio por los diferentes a actuar con base en esos sentimientos, justificando que ya no hay porqué ser políticamente correctos.

Más allá de lo que escribe en Twitter, este desprecio trumpiano al mundo musulmán se ha traducido en que por primera vez en más de dos décadas (pero que lleva sucediendo en realidad más de dos siglos si vemos recuentos de tiempos de Thomas Jefferson y la primer cena que sostuvo con la comunidad musulmana en 1805) la Casa Blanca decidió no llevar a cabo una cena para conmemorar Ramadán.

Esta ausencia resuena mucho más fuerte que el supuesto éxito de la gira de Trump por Medio Oriente. Trump demuestra ser un lamentable promotor de la islamofobia. Y en esta promoción ha logrado hacer del mundo un lugar mucho más inseguro, ya que debido a su rechazo hacia la religión musulmana promueve justo lo que los extremistas del terrorismo quieren: dividir y alienar para poder crecer en sus reclutas y lograr así que lo que en su momento parecieron actos aislados, los ocurridos en Bataclán, Niza o Bruselas hace poco más de un año, hoy sean no excepciones, sino hechos a los que en Occidente tendremos que acostumbrarnos.

@AnaPOrdorica

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