No paramos de sustos. La semana pasada, se descubrió que tres presuntos terroristas provenientes de países del Medio Oriente rondaban los alrededores de Palacio Nacional, con propósitos indudablemente malignos.

Para nuestra fortuna, sus malévolos planes se vieron frustrados por las autoridades que, tras “labores de inteligencia conjunta” con sus pares estadounidenses, los detuvieron mientras se “desplazaban en la zona del Centro Histórico.”

Estos individuos —dos de ellos de origen yemení y uno con doble nacionalidad jordana y australiana— eran buscados por “terrorismo, conspiración criminal, lavado de dinero y posesión de drogas.” Además, de acuerdo a “reportes”, estos personajes —Aziz Naji Mohammed, Marwan Mansoor Naji y Alqazah Mahmoud Hassouneh Zaki— eran sujetos de una alerta internacional emitida en 2012 para su búsqueda “por los diversos delitos que presuntamente cometieron en territorio norteamericano”.

Todo esto lo informó el pasado jueves un diario de la capital del país, sugiriendo que el dato venía de la Comisión Nacional de Seguridad (CNS). Pronto retomaron la nota otros medios, tanto tradicionales como electrónicos. Y es que era un asunto bomba, la revelación del año.

Si hubiese sido cierta, claro está. Un comunicado de prensa de los US Marshals (la agencia estadounidense encargada de, entre otras cosas, atrapar fugitivos), difundido dos días ANTES de la publicación de la nota mencionada, informaba que las autoridades mexicanas habían detenido a Salah Mohamed y Kamal Qazah, dos individuos fugados de un penal federal en Virginia el 3 de mayo. Ambos estaban en la cárcel desde 2012 por tráfico ilegal de tabaco. Mohamed también purgaba una pena por posesión de cocaína. Ninguno de los dos tenía cargo alguno relacionado con el terrorismo.

Eran, eso sí, yemeníes. Eso primero lo confirmó la prensa estadounidense y luego, a medio día del jueves, cuando ya había corrido mucha tinta y muchos bits, la CNS. En una nota informativa, la institución que preside Renato Sales confirmó la detención de dos personas de “nacionalidad yemenita” en un hotel del Centro Histórico, junto con un jordano-australiano, “al encontrarse administrativamente irregulares en territorio mexicano”. Los yemeníes de marras fueron deportados a Estados Unidos a las pocas horas. Hasta donde se sabe, el jordano-australiano sigue retenido por las autoridades migratorias.

En resumen, nada o casi nada de la nota original era cierto. Los “terroristas” no eran terroristas ni habían sido acusados nunca de terrorismo. No se llamaban como decía la nota que se llamaban. Llevaban en fuga tres semanas, no cinco años. Para usar la expresión en boga, fue fake news, de pe a pa.

Es malo, por supuesto, que semejantes vaciladas sean publicadas en medios sin ningún tipo de verificación. Es peor, sin embargo, que la autoridad las disemine. Mucho peor.

Esto no pudo haber tenido otro origen que el propio gobierno. Alguien en el aparato de seguridad, probablemente en la CNS, creyó que era buena idea hacer creer que una célula terrorista extranjera había sido detenida en México. Alguien tal vez supuso que esa era una buena manera de ganarle puntos y aplausos al gobierno.

Ese alguien es un imbécil. O un traidor a la institución donde labora. O las dos.

De terror, chatos.

alejandrohope@outlook.com.

@ahope71

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