Y ahora resulta que le debemos a los gringos. Miles de millones de dólares. Eso afirma, sonoro y tuitero, el Agente Naranja. Eso repite su alegre banda de fascistas. Que porque los Estados Unidos tienen un déficit comercial con nosotros, dicen. Que porque se van muchos mexicanos para allá, aseguran. Que porque esos mexicanos cuestan más de lo que generan, rematan.

Esas son razones un tanto extrañas para presentarse como acreedor y víctima. Yo tengo un déficit comercial con el supermercado de mi barrio (le compro mucho y no le vendo nada), pero no se me ocurriría que eso me da derecho a exigirle una mejora en mi casa.

Los migrantes que se van toman algunos empleos y generan otros: no viven de aire y no habitan a la intemperie. Son consumidores de comida, techo, diversión y comunicaciones. Su dinero alimenta el cochinito de mucho empresario anglo. En términos generales, su impacto económico es muy positivo.

Y, por si fuera poco, cada vez se van menos y cada vez regresan más.

¿Pero qué de las drogas? ¿No les debemos por ese lado? Pues no creo. Hay oferta porque hay demanda. De este lado, algunos hacen malabares para contrabandear sustancias ilícitas y allá otros hacen hasta lo imposible por obtener su dosis ¿Alguien es moralmente superior en esa ecuación?

Y ese cálculo se vuelve más complicado si le añadimos el asunto de las armas. Allí, ellos son oferta y nosotros demanda. Ello ponen el plomo y nosotros la plata.

Algo similar pasa con el dinero del narcotráfico: en ese tema, la ilegalidad corre de norte a sur. Ellos lavan allá lo que se gana acá. No hay inocentes en ese juego.

Pero, además, extendamos la mirada al pasado. No está de más recordar que los vecinos nos arrancaron la mitad del país. Pagaron por él, dirán. Sí, después de ponernos una pistola en la sien. Eso fue extorsión, no comercio. Y lo mismo vale para la subsiguiente venta de territorio, la de La Mesilla.

Y también habría que sumarle al paquete la destrucción de la democracia mexicana en 1913, a manos del embajador estadounidense. Y el desembarco de los marines en Veracruz en 1914. Y la expedición punitiva del general Pershing en 1916.

Entonces no, en una lógica de marchante, no creo que le debamos nada a los gringos y menos para construir un muro innecesario y ofensivo.

Pero en un sentido incomprensible para la mentalidad trumpiana, sí tenemos una deuda con Estados Unidos. Y ellos con nosotros.

Les debemos la influencia de sus padres fundadores sobre los nuestros. Les debemos el Federalista y mucho de nuestro pensamiento liberal. Les debemos la inspiración de su generación perdida sobre nuestra literatura del medio siglo (Carlos Fuentes es incomprensible sin William Faulkner). Les debemos el jazz, el rock y el blues. Les debemos mucho del avance científico y tecnológico del último siglo. Les debemos un orden internacional que produjo un periodo excepcional de paz y prosperidad en la mayor parte del orbe.

Y ellos nos deben haber sido un buen vecino, pacífico y cooperativo. Nos deben no haber tenido que dedicar grandes recursos a cuidar su frontera y poder así expandirse por el mundo. Nos deben la inspiración de nuestros muralistas a sus expresionistas abstractos (Jackson Pollock es incomprensible sin Siqueiros). Nos deben la revolución gastronómica que han experimentado en los últimos treinta años: casi todo lo que es comida y no sólo alimentación en Estados Unidos pasa por manos mexicanas. Nos deben la revitalización de muchos de sus centros urbanos.

En resumen, nos debemos tanto mutuamente que es imposible hacer la cuenta completa.

Y, ojalá, en un día no muy lejano, prefiramos celebrar nuestras deudas mutuas que cobrarnos nuestros agravios cruzados.

alejandrohope@outlook.com

@ahope71

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses