Todo tranquilo en Zacatecas. Ya lo dijo la semana pasada Marco Vargas, vocero de la Secretaría de Seguridad Pública del estado: en los primeros 72 días de la administración del gobernador Alejandro Tello, la incidencia delictiva disminuyó 15.71% (así de precisa la cifra) en comparación con los últimos 72 días del gobierno previo. Los homicidios cayeron 12.4% en el mismo periodo.

El vocero no aclaró los motivos para escoger un corte temporal tan extraño, pero no hay problema: todo va viento en popa.

Lástima que no le pasaron el oficio a los desalmados que el 21 de noviembre entraron con armas empuñadas a un restaurante en Fresnillo y masacraron a cinco mujeres. Tampoco se enteraron de la notable mejoría los individuos que, seis días después, dejaron colgados, en un puente peatonal del mismo municipio, los cadáveres de dos adolescentes de sexo femenino.

Sí, lamentables hechos, pero se trata de incidentes aislados. Como probablemente también fueron incidentes aislados, aisladísimos, las muertes violentas de 463 personas entre enero y octubre ¿Que eso representa un incremento de 93% con respecto al total acumulado en el mismo periodo de 2015? ¿Que eso se traduce en una tasa de homicidio casi dos veces mayor a la nacional? Pues sí, pero eso es “entre ellos”.

¿Y quiénes son “ellos”? Pues hay unos Zetas que se denominan Cártel del Noreste (CDN), originarios de Tamaulipas, pero que sentaron sus reales en Zacatecas hace algunos meses. Y hay otros, también Zetas, que se hacen llamar Los Talibanes y que pueden o no trabajar de la mano del CDN.

En la contra, hay células de lo que alguna vez fue el Cártel del Golfo (CDG), encabezadas por un personaje llamado Francisco Ramírez, alias El F1 o El Panchito, que ha ganado fama de Robin Hood local por cazar Zetas. Y estos del CDG podrían (o no) estar trabajando con gente del Cártel de Sinaloa, bajo la denominación Cárteles Unidos, una organización que tapizó de narcomantas a Zacatecas y Aguascalientes hace pocos días.

Para completar el cuadro, existen, según fuentes militares, grupos armados alineados al Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) que estarían operando en municipios colindantes con Jalisco y Nayarit, en la zona serrana del estado.

¿Y qué hacen todos “ellos” en Zacatecas, allí donde no pasa nada? Producir y transportar drogas ilícitas, en primer lugar. En Teúl de González Ortega, un municipio del sur del estado, el Ejército Mexicano erradicó 42 hectáreas de marihuana el año pasado. En el establecimiento donde fueron asesinadas cinco mujeres en Fresnillo hace unos días, las autoridades encontraron, según reportes oficiales, “una báscula que sirve para pesar la sustancia conocida como cristal, pipas con residuos de marihuana y un envoltorio con polvo blanco, al parecer cocaína.”

Pero, además de entrarle al narco, “ellos” (y otros) también secuestran. Según la organización Alto al Secuestro, Zacatecas fue en octubre la segunda entidad con mayor tasa de secuestro reportado en el país. La extorsión también forma parte del coctel: hace pocos días, fue capturado en Fresnillo un individuo que exigía 440 mil pesos a una familia para dejarla de “molestar” (sabrá Dios qué quiere decir eso). Los asaltos en carretera son también parte del paisaje. Este mismo fin de semana, cuatro hombres armados detuvieron a un autobús turístico en el municipio de Calera, le robaron sus pertenencias a los pasajeros e hirieron de bala a un niño de diez años.

Pero todo eso se cuenta poco y no cuenta mucho. En Zacatecas, todo tranquilo, con los índices a la baja. No pasa nada, pues.

alejandrohope@outlook.com

@ahope71

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