Javier Corral ha tenido un inicio rudo al frente del gobierno de Chihuahua. En sus primeros diez días de mandato se han registrado al menos 60 homicidios. Tanto en Ciudad Juárez como en la capital del estado, se han registrado jornadas de hasta seis ejecuciones. En Madera, población enclavada en la zona serrana, se registró una balacera que dejó a diez personas muertas, incluyendo a tres policías.

Vale destacar que esta oleada de violencia no comenzó con el cambio de gobierno. Entre julio y septiembre, Ciudad Juárez tuvo por primera vez desde 2012 tres meses consecutivos con más de 50 homicidios. A septiembre, ya se había rebasado el total de víctimas de 2015. A este ritmo, este año será el más violento en Juárez desde 2012.

En el estado en su conjunto, agosto fue el peor mes desde mediados de 2013. En comparación con el mismo mes del año previo, el número de víctimas creció 22%. Y septiembre probablemente fue peor (lo sabremos este miércoles cuando se hagan públicas las cifras mensuales de incidencia delictiva del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública).

Además, no es sólo un asunto de números. Algunos homicidios recientes recuerdan por su brutalidad los malos viejos días de 2009 y 2010. Hace dos semanas, tres personas fueron acribilladas en una casa en Ciudad Juárez; dos eran estudiantes de secundaria. También en Juárez, apenas la semana pasada, unos sicarios abrieron fuego en un bar y mataron a cuatro individuos. En la ciudad de Chihuahua, dos matones tocaron en una vivienda y mataron a un hombre frente a su esposa.

¿Qué hay detrás de este repunte de la violencia? Hay en primer lugar un debilitamiento y una pérdida de cohesión del Cártel de Sinaloa en el estado. En la zona serrana, se han registrado enfrentamientos entre facciones diversas de ese grupo criminal.

Por otra parte, el Cártel de Juárez y su brazo militar, La Línea, muy golpeados tras la detención de sus principales cabecillas (incluyendo al de su principal líder, Vicente Carrillo Fuentes, El Viceroy), se han reorganizado y han empezado a recuperar algunos territorios. Uno de sus principales dirigentes, Carlos Arturo Quintana, El 80, controla buena parte de la sierra y ha eludido varios intentos de captura en meses recientes. Incluso se atrevió a mandarle amenazas de muerte al entonces candidato Javier Corral.

Pero más allá de estos reajustes en el submundo criminal, el problema de fondo parece ser que Chihuahua se durmió en sus laureles tras la disminución de la violencia entre 2011 y 2014. Entre otras cosas, se frenó la depuración de los cuerpos policiales. Incluso el propio Corral habló, como candidato y como gobernador electo, de complicidades entre cabecillas de La Línea y altos mandos de la policía estatal. Además, la unidad de inteligencia de la Fiscalía se desactivó desde hace dos años, según el nuevo Fiscal General del estado, César Augusto Peniche Espejel.

Con el cambio de gobierno, viene una oportunidad para enderezar el rumbo. El nuevo gobernador es un hombre bien intencionado que no parece dispuesto a quedarse cruzado de brazos: esta misma semana, se anunció el reinicio de operativos conjuntos entre fuerzas federales y estatales en Ciudad Juárez y otros puntos del estado. Tal vez no sea suficiente para frenar la ola de violencia, pero por lo menos denota una voluntad de hacer algo.

Chihuahua, además, tiene una sociedad civil ejemplar que se movilizó como pocas para enfrentar la crisis de violencia que envolvió al estado a partir de 2008. Es urgente que se reactive a la brevedad. De otra forma, las luces amarillas de hoy pueden pasar al rojo carmesí en muy pocos meses.

alejandrohope@outlook.com

@ahope71

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