El domingo pasado, en una parroquia católica de Poza Rica, Veracruz, un grupo de hombres armados secuestró a dos sacerdotes y un sacristán. Este último vivió para contarla, pero los ministros de culto no corrieron la misma suerte. El lunes, sus cadáveres fueron encontrados junto a una carretera cerca de Papantla.

¿Un incidente aislado? ¿Un golpe de mala (malísima) suerte para estos hombres de la Iglesia católica? No del todo:

1. Los asesinatos de sacerdotes católicos suceden con cierta regularidad. El Centro Católico Multimedial, una organización vinculada a la jerarquía eclesiástica, ha documentado más de 40 atentados mortales contra sacerdotes, seminaristas, sacristanes, laicos y periodistas católicos entre 2006 y 2015. Los sacerdotes representaron casi 80% de esas víctimas. Considerando que, según algunas estimaciones, hay aproximadamente 18 mil sacerdotes en México, se trata de una profesión de alto riesgo. Es posible que lo mismo valga para ministros de otros cultos, pero no pude localizar estadísticas comparables para Iglesias no católicas.

2. Por otra parte, el entorno de seguridad en Poza Rica se ha deteriorado seriamente en 2016. En comparación con el mismo periodo del año pasado, el número de averiguaciones previas por homicidio doloso en ese municipio se quintuplicó en los primeros siete meses de 2016. Tan sólo en la última semana, se han registrado tres balaceras en vía pública, dejando tres muertos y tres heridos.

3. ¿Qué hay detrás de esa escalada de violencia? Como causa inmediata, una reorganización del submundo criminal. Hasta fecha reciente, una célula delictiva vinculada a Los Zetas dominaba la región. Sin embargo, el líder de ese grupo, Cirilo González Pérez (alias El Puchini o Z-37) fue detenido en octubre pasado. Eso pudo haber abierto el espacio para el arribo de una célula del Cártel de Jalisco Nueva Generación (aunque esa versión no se ha confirmado). La reciente avalancha de ejecuciones podría estar vinculada a esa disputa (Nota: gracias a Eduardo Guerrero por estos datos).

4. Más de fondo, lo que revela la inseguridad reciente en Poza Rica es la crisis del modelo de pacificación aplicado en Veracruz a partir de 2011. En ese año, ante un huracán de violencia criminal, la Marina tomó el control de la seguridad del estado. Con métodos a veces brutales, logró en un espacio de tres años desarticular a algunos grupos delictivos que operaban en territorio veracruzano. Sin embargo, esa intervención no estuvo acompañada de un cambio en las instituciones estatales. La Fiscalía se hizo autónoma, pero quedó al mando de un acólito de Javier Duarte. La policía estatal se ha visto envuelta en casos graves de corrupción y violaciones de derechos humanos. En esas circunstancias, cuando la Marina redujo su presencia, las células criminales regresaron por sus fueros. El resultado es la crisis de inseguridad que vive Veracruz desde hace un año.

En resumen, el asesinato de los dos sacerdotes en Poza Rica es muestra de la vulnerabilidad de instituciones altamente públicas, como las Iglesias, ante el crimen organizado. Pero son también un ejemplo de la catástrofe en cámara lenta que vive Veracruz. Como ya se ha dicho en este espacio, allí podría estarse incubando la gran crisis de seguridad de fin de sexenio.

EN OTRAS COSAS. Para los que quieran saber cómo ha evolucionado la incidencia de delitos distintos al homicidio, no reparen en las cifras provenientes de las procuradurías. Eso no es más que la punta del iceberg. Sí pongan mucha atención en cambio a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública, cuya edición 2016 será hecha pública por el Inegi el próximo martes.

alejandrohope@outlook.com

@ahope71

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