Texto: Magalli Delgadillo 

Fotografías actuales: José Antonio Sandoval

Diseño web: Miguel Ángel Garnica

Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920

Así, sin afán de ser pesimistas, comparemos las décadas anteriores con nuestro presente. Estas no eran las mejores, pero, tal vez, sí de más bonanza. Por ejemplo, en la década de los 20 se dio a conocer (mediante el texto citado) las “técnicas” de algunos hombres para comer, desayunar y cenar gracias a su palabrería o habilidad verbal para que otras personas pagaran (o solventaran) su cuenta.

En esa época, cinco tacos y un jarro pulque costaban 20 centavos. ¡Qué más se podía pedir! Sin embargo, ahora el costo de un taco va de los 5 (los más baratos) a los 20 pesos (incrementará su monto en los próximos meses) y para comprar un par de curados —dependiendo el número de tarros con pulque— se puede gastar hasta 150 pesos.

Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920

Había pasado un año de una de las crisis (la del 29) más importantes hasta ese momento. Las consecuencias en la economía mexicana no se hicieron esperar. Las industrias más afectadas fueron la de minería y agricultura comercial (productores de café, azúcar, henequén y algodón), de acuerdo con el texto “El reformismo de la década de 1930 en México” de la investigadora Victoria Lerner.

Incluso, en la época de Sócrates existía un “programa” para alimentar a las personas: el Pritaneo. ¿Cuál era una de las penas del filósofo? ¡Ser alimentado en mencionado lugar!”. El Pritaneo era una institución donde los hombres ilustres se alimentaban a expensas del erario.

En la “época preconstitucional” en México, como se menciona en el texto, existieron algunos lugares, donde  “las autoridades daban de comer al hambriento, (como) obra de caridad y muchos hampones (maleantes) sin domicilio determinado, (quienes) acudían a la generosidad gubernamental para acallar los ímpetus del tremendo categórico imperativo”.

Sin embargo, en la década de los treinta, los verdaderos héroes para los citadinos —el lugar de las fritangas, tacos y tortas— eran los dueños de estos negocios de comida y a buen precio. Ellos sabían cómo ajustarse a los bolsillos de “los de a pie”.

Actualmente, para comprar la canasta básica se tienen que hacer varios sacrificios: desde optar por los artículos de menor precio, hasta no comprarla completa.

Pero, ¿cuánto tiempo se destina para conseguir comprar la comida? De acuerdo con el texto “México. Crecimiento con desigualdad y pobreza” (investigación realizada con datos del Banco de México y SECOFI),  se calculó el número de horas laborables para que los mexicanos pudieran adquirir una canasta básica: de 1940 a 1946 se requerían de 13 horas; 1946 a 1952 se invertían 15 horas; de 1970 a 1976  fue el periodo en el cual se trabajaba menos para llevar “el pan de cada día” a la mesa, es decir, cinco horas; la gran diferencia se notó de 1994 a 2000, pues las personas debían laborar 25 horas para obtener lo mínimo para comer.

Ahora, la realidad es más cruda, pues el pago mínimo a los trabajadores por una jornada laboral en 2016 fue de 73.04 y se necesitaba trabajar durante 22 y 57 minutos. El 1 de enero de 2017, la Comisión Nacional de Salarios Mínimo (Conasami) anunció un aumento de siete pesos. Eso no será suficiente, si se tiene en cuenta el aumento de la gasolina y otros productos. Además, el tiempo en los empleos será de 23 horas con 38 minutos, de acuerdo con el “Reporte de Investigación 123. México: más miseria y precarización del trabajo” de la UNAM.

Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920

Primera técnica para conseguir comida gratis

Para algunas personas no existe la canasta básica y prefieren obtener la comida sin ningún esfuerzo. ¿Cómo? Sí, gracias a su habilidad verbal, envolviendo a las personas con la plática para evitar pagar la cuenta.

Así era “Canalejas”, un hombre entrevistado por EL UNIVERSAL en la década de los 20. Las técnicas para conseguir el desayuno, la comida y la cena eran diferentes, variaban de acuerdo a la situación.

El hombre de los zapatos en mal estado cambiaba su muda de ropa cada ocho días. Él salía por las mañanas para dirigirse a la casa del peluquero de apellido Palma. Llegaba al negocio, donde solían acudir los personajes más adinerados. Comenzaba el plan con preguntas sobre las novedades del día:

—¿Qué sabe usted de los “vales”? ¿Con que Sidronio se sublevó y Zuazua llega a México? ¿Qué me dice del presagio de don Erasmo? ¿Con que también su gallo hace política?

Todo esto mientras el fígaro le arreglaba la barba a uno de sus clientes. El señor Palma escuchaba; “Canalejas” sonreía y revisaba algunos diarios. Encontró el momento perfecto para tomar EL UNIVERSAL y EXCÉLSIOR y meterlos debajo de su ropa. Salió del sitio.

Este hombre estaba listo para disfrutar de su lectura con un buen desayuno. Se dirigió a un café chino. Ahí, su estrategia para pagar los “biscuits” fue elogiar lo buenos que estaban, además de dejarle al dueño el par de diarios sustraídos en su “visita” anterior. ¡Salvó la mañana!

Llegó la hora de la “colación”, así que se dirigió a las cantinas cercanas. Ahí, comenzó la caza de la siguiente víctima: “Espió por el cancel, husmeó con aire de detective y vigiló con espíritu de Sherlock Holmes. ¡Pero ningún amigo!”. Trató de hacer amistad con cualquiera con tal de conseguir su objetivo. No lo logró, se cambió de bar.

Alguien lo debía conocer… Por fin, encontró a esa persona: “Amigo López, ¡qué milagro!”. El hombre se hizo el desentendido. “Canalejas” no lo dejaría ir tan fácil, después de todo. Insistió.

—¿Qué dice Rodríguez?

—¿Cuál Rodríguez?

—¡Hombre!, ya ni te acuerdas. Aquel de la otra noche, a quien le ganamos en los dados.

López, como para no seguir con la plática, a todo dice sí con la cabeza.

—¿Y Sánchez?

—Está bien.

—¿Y don Cosme?

—Sin novedad.

—¿Y Tomás?

—¿Cuál Tomás?

—Vaya, para no serte tan gravoso, un tequilita.

Así, casi a fuerza, consiguió el trago. Más tarde, la fuerza del alcohol y la hora del día le han abierto el apetito y lograba la comida gracias a un amigo de la familia, pariente o quien se deje. Para la cena… “Canalejas” prefería no cenar y pensar cuál será su plan del día siguiente para conseguir el desayuno sin tener dinero.

Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920

Segunda técnica: ¡ser político!

En México, ocupar algún cargo político se ha vuelto una buena opción de no trabajar y comer. Desde la década de los 20, esto se sabía muy bien y EL UNIVERSAL ILUSTRADO lo relató de la siguiente manera: “podéis conocer a muchos bigardos (vagos, holgazanes) y magnates socios de la Cofradía inmortal de la Pirueta (…) y sabéis que esos ciudadanos, con derecho a votar cuando hay elecciones, pasan ante la sociedad como hijos de la elegancia, del donaire y gentileza. Pero, ¡ca! Esos tíos son águilas que se visten de lo que ahorran por no gastar en comer (…) Para ellos México tiene muchos Pritaneos— institución donde los hombres ilustres se alimentaban a expensas del erario—”.

Además, agregó: “¡Cuántos hábiles viven en México sin trabajar! Un sin fin. Todo es asunto de agarrar cartel, relacionarse y el negocio está hecho”.

Tercera estrategia: “gorrear” en fiestas

Existe otra manera de alimentarse sin “perder” un solo centavo: asistir a las fiestas. Sólo se necesita de un poco de confianza, un speak amigable y abrazos entrañables a los anfitriones: “El viejo camarada escolar tutea a los mozos; descorcha el champaña; sirve los sándwiches y casi lleva del brazo a la novia a la alcoba nupcial”. Así, luce como el más simpático de la reunión, dice el artículo de Hipólito Seijas.

Incluso, llama la atención: ofrece un brindis ante la concurrencia por los festejados. Al llegar la madrugada, quienes recogen el desorden notan que faltan cubiertos de plata, tres charolas con tortas y varias botellas de cerveza. ¿Quién habrá sido?

Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920
Comer y beber gratis en la ciudad… en 1920

Cuarta modalidad: “gorrear” en funerales

Crispín Lecuona era un individuo, quien practicaba esta manera de aprovecharse, mientras las personas sufrían.

Cuando murió Godínez, él se presentó en un mar de llantos. Apareció lloroso al velorio y “le habló” al difunto: “antiguo amigo de labores y ofrece de sus servicios a la viuda”. Aprovechó la oportunidad para sacar el mayor provecho. La mujer entristecida le encargó asuntos del sepelio y este sujeto se embolsó 50 pesos.

De nuevo, en el velorio, él rezó algunas oraciones. Lloró. Lloró. Pidió un poco de manzanilla para aminorar los nervios, la tristeza, el desconsuelo. Mencionó más elogios, mientras tomó los bocadillos destinados a los acompañantes.

Llegó la hora de dormir y lo hizo en una casa ajena. Al día siguiente, le ofrecieron un gran desayuno. Improvisó una oración fúnebre antes de que el cuerpo fuera enterrado.

—Amigo del alma, yo no te digo adiós, sino hasta la vista.

Enseguida, se disculpó por olvidar la oratoria. Puso como pretexto su enfermedad en el corazón. “Antes de terminarse los clásicos 10 días, se presenta en casa de la viuda y pide 100 pesos prestados, ‘aquellos que le debía el noble difunto´”.

Fotografías antiguas: Archivo EL UNIVERSAL y  "La Merced" 50 Aniversario.

Fuentes: EL UNIVERSAL ILUSTRADO, 1920. Artículos: “El reformismo de la década de 1930 en México” de la investigadora Victoria Lerner; “México. Crecimiento con desigualdad y pobreza” de investigador del Colegio de México, Manuel Gollás; “Reporte de Investigación 123. México: más miseria y precarización del trabajo” de la UNAM.

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