Texto y foto actual: Xochitl Salazar Bueno

Diseño web: Miguel Ángel Garnica

De ahí, quizá, la necesidad de que existiera alguien que se encargara de repararlos, de “curarlos”, cuando dejaran de funcionar, de contar el tiempo. Así, por años, los relojeros se han convertido en los encargados de componer y dejar como nuevos a estos instrumentos. Como verdaderos cirujanos intervienen los diminutos mecanismos que le dan la vida a un reloj; sin importar su antigüedad con destreza pueden lograr que estos objetos vuelvan a contar el tiempo.

“Este oficio es un arte. Hay que tener mucho empeño y paciencia para poder dejar en buenas condiciones un reloj. Para mí es un trabajo bonito, casi a estas alturas no hay muchas personas que se dediquen a ser relojeros, porque conforme pasan los años se está perdiendo la costumbre de portar un reloj; para algunos ya no es indispensable, pero para otros sí”, dice en entrevista Víctor Castillo, quien desde los 21 años se ha dedicado a arreglar relojes.

Este oficio es la mejor herencia que recibió, pues toda su familia se ha dedicado a componer relojes “chico”; es decir, de pulso y de pared de origen chino, japonés y suizo. Por eso, a sus 41 años de edad, Víctor atiende un local del metro, el en cual recibe diariamente a bastante clientela, muchos de paso, dice.

“Creo que este hermoso oficio, pero ya a nadie le interesara reparar estos mecanismos. Pienso que son por dos cuestiones: una por el mercado chino, hay relojes desde 50 pesos o hasta 30 pesos, y la otra es por la inseguridad, pues ya la gente ya no quiere comprarse algo fino y andarlo usando en la calle".

Y aun así al señor Víctor le gustaría heredar este oficio a otras generaciones. “No es sólo ver un artefacto, sino un mecanismo lleno de arte, perfección y exactitud”.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

En su mesa de trabajo podemos encontrar todo tipo de piezas y herramientas: pinzas, una lámpara, destornilladores de diferentes tamaños, un torno, pilas, lentes de aumento, refacciones de reloj, aceite, grasas y un largo etcétera.

Para él reparar un reloj es como un rompecabezas: armarlo y desarmarlo. "Ningún reloj es complicado de reparar, más bien dependiendo de la calidad es cómo va a ser de laborioso arreglarlo o limpiarlo. En un reloj fino encuentras todo en su sitio, y en uno corriente, no, porque casi todo es de plástico y no dura", asegura.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

Relojeros en almacén

Víctor Castillo es uno de algunos de los relojeros que aún persisten y que, la mayoría de las veces, podemos encontrar en tianguis o mercados. Casi siempre con un puesto ambulante. Sin embargo, anteriormente, estos artesanos del tiempo no trabajan así, se podían encontrar en almacenes de prestigio como lo fue la joyería y relojería La Perla en el centro de la Ciudad de México.

Este almacén se encontraba en la esquina del antiguo callejón de Santa Clara, hoy Motolinía, y la Tercera calle de San Francisco, hoy Madero, uno de los paseos más populares para la aristocracia. En el libro Los judíos en México se menciona que las calles principales de la ciudad eran de la población judía, la cual monopolizaba el negocio de joyerías y relojerías en la calle San Francisco.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

Esta relojería y joyería fue construida en 1903 por el arquitecto Hugo Dorner y el ingeniero Luis Bacmeisterm, con un estilo parisino; además de sus amplias vitrinas. Los diarios de la época la consideraban como una de las más acreditadas y mejor surtida de todo el país, pues podías encontrar collares con bellas perlas, brazaletes, anillos, colecciones de bastones —refinados e importados—, juegos de té o café, sets de helados, selectas estatuas de bronce, de mármol, de oro, relojes de pared, de escritorio o de bolsillo, etc.

Los dueños de esta importante relojería y joyería era la familia Diener, originaria de Alemania que llegó a México a fundar su establecimiento con un amplio conocimiento en relojes y joyería.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

Su elegante publicidad hacía que las hermosas damas y los elegantes caballeros acudieran a curiosear en su refinada joyería. Si vivías fuera de la ciudad, con sólo mandar tu dirección al departamento de pedidos por correo, te enviaban su catálogo hasta las puertas de tu casa.

Por eso, no fue de extrañar que este  almacén recibiera varias peticiones para que fabricara grandes relojes, entre ellos, el de Palacio Postal y el reloj monumental que se encuentra reguardado en las instalaciones del periódico EL UNIVERSAL.

La Perla cerró sus puertas en 1945. En la actualidad en el edificio se encuentra un almacén de ropa, y en una de sus fachadas aún se conserva un reloj, aunque deteriorado y descuidado, recuerdo de su pasado.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
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Los relojeros de los monumentales

El reloj del Palacio Postal fue traído desde Alemania en 1907. Este reloj de 700 kilos fue ensamblado por joyería La Perla. Su mecanismo no sólo es a base de engranes, sino de un mecanismo de cuerda, contra peso y un hermoso carrillón con seis campanas, las cuales puedes escuchar hasta la Alameda Central cada que toca la hora.

Tiene una carátula de cristal 8 milímetros de espesor y 2 metros de diámetro. Así, sus manecillas y su numeraria hacen que este reloj se pueda ver a gran distancia.

Anteriormente, a este reloj se tenía que darle cuerda por el tipo de mecanismo para que sonara y las manecillas corrieran correctamente; por lo que había un señor que se encargaba de estar exactamente a la misma hora cada ocho días.

Su primera compostura la tuvo al primer año de que entró en funcionamiento (1908), pues se comenzó a retrasar por segundos. Esta compostura la hicieron los hermanos Diener, quienes tardaron tres meses en dejarlo de nuevo listo. Pasaron 40 años —con su debido mantenimiento— hasta que en 1948 se hizo necesario hacerle una reparación general y cambiarle algunas piezas que se habían desgastado.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

Los años pasaron y este reloj se fue acabando, en un plan para la restauración de todo el Palacio Postal se enfocaron también en la recuperación de este mecanismo y su carrillón. El proyecto se dio a conocer en 1996 y consistió en la fabricación de nuevas piezas, limpieza, se le pintó de rojo y se limpiaron las campanas.

En una de las actividades de limpieza el señor Luis Hernández Estrada, quien participó en el rescate, contó a EL UNIVERSAL que nadie se animaba a limpiar las manecillas. El decidió hacerlo. La única forma era poniéndose un arnés, bajar, quitar la manecilla, limpiarla y volverla a colocarla. “Al principio fue fácil, la limpie y la coloqué, pero ya para subir miré hacia abajo, el pánico estaba presente y no podía subir. Me quede como 15 minutos colgado. Se me pasó el susto y regresé al techo”, suspira mientras dice que no volverá hacer nada que implique un arnés y altura.

El señor Luis no sólo ayudó a la restauración de ese reloj monumental, también colaboró con la del reloj de EL UNIVERSAL, el cual llegó a México proveniente de Alemania en 1923; precisamente los hermanos Diener fueron quienes se lo vendieron a El Gran Diario de México.

Este majestuoso reloj, ubicado en el Edificio Palavicini, llamado así en honor del fundador de esta casa editorial, se encuentra en la parte más alta de Bucareli 12 y dentro de sus principales maravillas es que a las seis, de la mañana o de la tarde, en punto catorce campanas repican las notas que Jaime Nunó compuso en 1854. Es el único reloj que toca nuestro himno patrio cuando la bandera mexicana en el Zócalo capitalino se iza y se arría todos los días.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

La maquinaria de esta pieza monumental se tragó una bocanada de 33 años de silencio, cuando el temblor de 1957 cimbró sus 640 piezas de bronce, hierro y acero que lo conforman. Fue hasta el 10 de marzo de 1992 que le regresaron su dócil tañer tras una restauración ordenada por el Presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración de EL UNIVERSAL, el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, fue ahí donde participó el señor Luis.

Tenía 26 años cuando él y su maestro Rodrigo Crue fueron llamados al periódico EL UNIVERSAL para que pudieran ver el reloj y saber si podían repararlo.

“A simple vista se veía que algunas piezas ya se habían roto, faltaba una campana y era un hermoso reto volver hacerlo funcionas; su oxidación era de un 40%, bien se podría haber dado por muerto, pero el señor Rodolfo Crue propuso que alguien lo desmontara y que él se llevaba al taller las piezas y lo repararía”, dice el señor Luis Hernández.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

Con un peso de 10 toneladas, el desafío principal fue la transportación, después conseguir una campana con la nota de DO sostenido menor que faltaba  y hacer las partes faltantes de cero.

Iniciaron con un inventario para saber que segmentos se podían salvar, cuales se tenían que hacer, saber en qué orden iban y lo que iban a proteger. Con forme pasaban los días transportaron las piezas en una camioneta, se tomaban trasparencias para no colocar una pieza mal; otras piezas, como las campanas, se quedaron resguardadas en un almacén del diario. Al llegar al taller bajaban las piezas, las limpiaban y las torneaban, es decir, daban forma a un engrane en donde se veía que quedaran rectas y pulidas.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

Por cada pieza, tardaban dos días en dejarla como nueva. Se pulieron la horeda que pesa 15 kilos, el minutero de 23 kilos, más las piezas de adentro que consiste en 162 segmentos del reloj, 13 campanas se limpiaron y les dieron brillo, una campana se consiguió y 10 aditamentos se fabricaron, los cuales se hicieron de acero inoxidable, hierro, bronce y latón.

Entre las piezas que se fabricaron a “ciegas” fue la ancora, la cual se utiliza para soportar todos los engranes, sin ella el reloj no haría tic tac, es la compañera del péndulo. Ella marca el paso del tiempo y el funcionamiento de las manecillas.

Recuerda el relojero Luis que cada mes se reunían con arquitectos e ingenieros en una mesa muy larga, siempre preguntaban por la reparación. Tardaron siete meses en terminar el proyecto.

Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo
Los relojeros: cirujanos del tiempo

En la actualidad, Relojes Centenario es la empresa que se encarga de conservarlo, de que se encuentre bien lubricado para que no se desgaste ni se desfase y siempre tenga la hora exacta. El técnico Javier Díaz nos cuenta que un futuro las piezas de este reloj deben ser fabricadas desde cero.

Con un proyecto de mejora se colocaron paneles de hojas de vidrio de piso a techo, soportadas con herrajes de acero inoxidable, además de piso laminado, y el cambio a luminarias más acorde a la época del reloj para exhibirlo en toda su magnitud.

Algo para heredar

“Los relojes no fueron creados para darle a una sola persona la hora, sino a todo un pueblo”, dice el señor Luis, quien a sus 71 años es conocido como doctor de relojes. Sus conocimientos se los debe a sus dos maestros Pier Jacob y Daniel Fisher, amantes de los relojes, y de quienes aprendió en Suiza.

Dice que cada que compone un contador del tiempo se siente como doctor porque tiene que abrir el mecanismo, explorar y buscar el daño. En ocasiones él mismo debe de hacer la pieza para que vuelva a funcionar esa artesanía.

Le gusta viajar y conocer nuevos relojes. Incluso tuvo la oportunidad de conocer el Big Ben de Londres y algunos de Egipto, Cuba y  Suiza. Y aunque tiene un hijo que está en el negocio, no ha podido compartir todo conocimiento para reparar relojes históricos.

Él quisiera que el invento de Galileo (el péndulo con el que el reloj se volvió más exacto) quedé en el pasado; por eso él, dice, no cobro por enseñar, “porque esto es algo que no debe perderse”.

Foto antigua: Archivo EL UNIVERSAL, cortesía señor Luis Hernández Estrada

Fuentes: Hemeroteca EL UNIVERSAL; El tiempo ilustrado, febrero 17 de 1907, Hemeroteca Nacional; Arquitectura y materiales modernos: funciones y técnicas internacionales en la ciudad de México, 1900 de Mónica Silva Contreras; Valleto hermanos de Claudia Negrete Álvarez.

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