Quizá así también lo sintió Rafael Galicia, uno de los más antiguos empleados del Palacio, pues empezó dos años antes de la inauguración y lo dejó hasta su muerte en 2012. Un hombre que trabajó cerca de 80 años en el recinto.

Aquel hombre contó, en una emisión especial del programa “Viva la Radio” del IMER en 1993, que hubo una época en la que se hacía un espectáculo con la cortina de cristal Tiffany que tiene un millón de piezas. El paisaje que se puede ver es el de los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl y corrió a cargo del pintor Gerardo Murillo, conocido como Doctor Atl.

“Cuando el teatro se inauguró, teníamos una consola que consiguió un padre de apellido Cornejo, era de Guadalajara. Nosotros dábamos unas exhibiciones con luces de colores sobre la cortina de cristal y con la música de la consola, se veía un efecto muy bonito. Porque en la cortina de cristales hacíamos un oscuro total y luego reflejábamos el amanecer poco a poquito, duraba media hora. En esa media hora pasaban nubes, la lluvia cuando estaba cayendo y la aurora hasta que amanecía. Era un espectáculo hermoso”, narró don Galicia.

Un café en la azotea de Bellas Artes
Un café en la azotea de Bellas Artes

En aquella grabación de 1993, el señor Galicia recordó cuando el Palacio tenía una cafetería en la azotea y él tenía que ir constantemente a recoger las sombrillas de los clientes a avenida Juárez porque la fuerza del viento se las llevaba. También narró que la cocina estaba en la parte de abajo, así que había un elevador muy pequeño, sólo para platos y tazas que subía y bajaba con bebidas o alimentos. En la actualidad, esa cafetería de la azotea que nos platicó el Sr. Galicia ya no existe. Hoy hay otra en la planta baja del recinto.

“El Palacio de Bellas Artes no es para venirse a acostar”

La señora Guadalupe Gerardo de 63 años es la encargada de vigilar que las personas no toquen los murales en el interior del recinto; además de levantar del suelo a una mujer que está cerca de un mural. A otro le llama la atención para que deje de tomar fotos con flash. “Imagínese qué sería si dejáramos a la gente sentada aquí. Se sientan allá y acá. El Palacio de Bellas Artes no es para sentarse, no estamos en Chapultepec”, dice la mujer.

Un café en la azotea de Bellas Artes
Un café en la azotea de Bellas Artes

En su memoria, Guadalupe guarda el momento en que conoció a Rufino Tamayo, el funeral de Lola Beltrán y la exposición de la Asamblea de Ciudades, pero sobre todo recuerda cuando las personas iban al Palacio a apreciar el trabajo de los artistas y tenían un máximo respeto hacia la institución. “Antes nadie se sentaba en los barandales. La gente venía a ver el arte, a ver las salas, y ahora no. Seguridad tiene que estar retirando a las personas todo el tiempo. Es que el Palacio de Bellas Artes no es para venirse a acostar”, lamenta.

Ahora sólo le queda esperar el día en que se tenga la misma emoción y respeto por pisar el Palacio de Bellas Artes, como en aquel 29 de septiembre de 1934.

Un café en la azotea de Bellas Artes
Un café en la azotea de Bellas Artes

El Teatro que se convirtió en Palacio

A inicios del siglo XX, Porfirio Díaz tenía la idea de crear obras monumentales en la capital del país para alcanzar la modernidad europea. Después de ordenar la demolición del Teatro Nacional para prolongar la calle 5 de mayo, prometió que se erigiría un nuevo teatro de grandes dimensiones, con columnas y escalinatas gigantes.

Así, el 27 de noviembre de 1904 iniciaron los trabajos de excavación para la cimentación del nuevo teatro, pero fue hasta el 12 de abril de 1905 cuando Porfirio Díaz colocó la primera piedra del “gigante de mármol”.

El edificio mide 52 metros de altura y es sostenido por una fuerte estructura de hierro, lamentablemente ésta provocó que el Palacio se hundiera más de 1.5 metros de su nivel original en su primera etapa de construcción. Los materiales usados para su edificación fueron acero y concreto; el mármol recubrió el exterior.

Un café en la azotea de Bellas Artes
Un café en la azotea de Bellas Artes

El arquitecto a cargo de la obra fue el italiano Adamo Boari. Por órdenes del presidente viajó  a Europa para estudiar los estilos arquitectónicos de las grandes ciudades. Volvió a México con la intención de plasmar el Art Nouveau en el nuevo teatro, un estilo decorativo en el que destacan las líneas onduladas. El arquitecto expresó: “La arquitectura exterior del nuevo teatro de México será tomado de las antiguas proporciones clásicas, pero rejuvenecida con las aplicaciones del nuevo arte”.

El historiador Jorge Hernández relató a EL UNIVERSAL que el año límite para que se terminara la obra era 1910, pues Porfirio Díaz quería que formara parte de los festejos del Centenario de la Independencia, pero no fue posible. En 1911, Díaz hizo su última contribución al Palacio de Bellas Artes: las esculturas de cuatro pegasos que hoy lucen en la explanada principal. Las figuras mitológicas fueron creadas por el escultor español Agustín Querol, como una alegoría del progreso. En un inicio, los pegasos fueron montados en la parte alta del Palacio, pero se pensó que eran la causa de su hundimiento y, tras varios años de estar en el Zócalo capitalino, fueron colocados donde están hoy en día.

Las joyas escultóricas también tuvieron presencia en el arco de la fachada principal del recinto, donde Leonardo Bostolfi esculpió el altorrelieve de La armonía, una ninfa desnuda, rodeada de alegorías que representan el beso, el dolor y la tristeza.

En 1913, se suspendió la construcción por el estallido de la Revolución Mexicana y en 1916 Boari abandonó el proyecto.El Palacio fue visto como una obra abandonada durante los años posteriores, pero se realizaban diversas actividades en la sala de espectáculos, con sillas improvisadas. Éstas iban desde ensayos de orquesta y ferias hasta mítines políticos.

Pascual Ortiz Rubio fue el presidente que emitió el acuerdo de terminación del Palacio de Bellas Artes en 1930 y el arquitecto Francisco Mariscal remplazó el Art Nouveau por el  Art Decó para revestir los interiores.

EL UNIVERSAL presente en la inauguración

Después de 30 años de que se iniciara su edificación, el Palacio de Bellas Artes abrió sus puertas el 29 de septiembre de 1934. Aquella noche, la explanada del Palacio de mármol se convirtió en un gran estacionamiento y decenas de personas esperaban a las afueras la llegada de artistas de la talla de Dolores del Río, Ramón Novarro y Douglas Fairbanks, quienes fueron invitados a la gran inauguración, programada a las 21 horas.

EL UNIVERSAL dedicó su primera plana a tan esperado acontecimiento cultural con el titular El Palacio de Bellas Artes fue inaugurado y en sus páginas se escribió el discurso del  presidente de la República, Abelardo L. Rodríguez.

“Hoy sábado veintinueve de septiembre de mil novecientos treinta y cuatro, inauguro el Palacio de las Bellas Artes, Institución de Cultura Nacional que realizará uno de los puntos básicos del programa revolucionario".

Un café en la azotea de Bellas Artes
Un café en la azotea de Bellas Artes

La noche de la inauguración se presentó la obra "La verdad sospechosa" de Juan Ruiz de Alarcón. Durante la fiesta, la Orquesta Sinfónica de México y el gran conjunto coral del Conservatorio Nacional de Música interpretaron melodías como "Sinfonía proletaria", bajo la dirección de Carlos Chávez, al tiempo que el embajador de Estados Unidos y el ministro de Francia recorrían las galerías del lugar.

La majestuosidad del recinto dio pie a múltiples aplausos de la concurrencia. Admiraban "los cortinajes de ensueño, la madera preciosa y los detalles arquitectónicos".

EL UNIVERSAL publicó: “La Revolución dio cima a la obra que se emprendió hace 30 años. Los proyectos aprobados entonces se modificaron totalmente. No se destina el soberbio edificio a una ‘élite’, sino al pueblo todo.

Y de acuerdo con el plan general para el funcionamiento de Bellas Artes, la de ayer, dentro de su solemnidad y brillantez, no fue una ceremonia deslumbrante y sin consecuencia. Se realizó lo que afirmó con anticipación el señor licenciado Eduardo Vasconcelos: que ‘más que un pasajero y fastuoso derroche, la inauguración del Palacio de las Bellas Artes será el primer paso en la marcha de una institución compleja que debemos ver no como un timbre de vanidad municipal, sino como un término útil’”.

Han pasado las generaciones y el Palacio perdura imponente entre Eje Central y Avenida Juárez.

Hoy, el Palacio de Bellas Artes es sede principal de la Orquesta Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Danza, la Compañía Nacional de Ópera y el Ballet Folklórico de México. Además, sus paredes son recubiertas con las obras de los principales muralistas mexicanos. A lo largo de las décadas, se han realizado homenajes, exposiciones y hasta funerales.

Un café en la azotea de Bellas Artes
Un café en la azotea de Bellas Artes
Un café en la azotea de Bellas Artes
Un café en la azotea de Bellas Artes

Fotos antiguas: Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL

Fuentes: Paseo virtual por el Palacio de Bellas Artes, “El Palacio de Bellas Artes”, UNAM, Libro: 70 años de música en el Palacio de Bellas Artes, Enrique Jiménez López, INBA, 2004.  Programa radiofónico de la serie “Viva la Radio”: “60 Aniversario del Palacio de Bellas Artes” transmitido en 1993 por la XEB del IMER. Museo del Palacio de Bellas Artes. Entrevista a Guadalupe Gerardo, trabajadora de mantenimiento en el Palacio de Bellas Artes.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses