Texto: Xóchitl Salazar y Ruth Gómez
Fotos antiguas de Viveros: Colección Villasana-Torres
Foto actual: Salvador Corona; fotos toreros Xóchitl Salazar
Foto carreta: EL UNIVERSAL ILUSTRADO

Este enorme remanso ecológico es visitado diariamente por amantes de la naturaleza, corredores, deportistas, maestros de distintas disciplinas y personas que acuden a comprar plantas y flores, pero ¿cómo eran y cuándo surgieron Los Viveros de Coyoacán?

El 7 de septiembre de 1917 EL UNIVERSAL ILUSTRADO, revista semanal de EL UNIVERSAL, difundió un reportaje firmado por Hipólito Seijas, en el cual se narraba el aspecto de los Viveros de Coyoacán.

El autor inicia su reseña diciendo que al bajar en la estación Panzacola del tranvía, podía escuchar el correr del agua del río Magdalena donde lavanderas refregaban sus ropas en anchas y pulidas lozas: “Pasamos por la Correccional de Mujeres y vimos a dos de ellas asomadas al balcón, que nos miraban, llegamos por fin a los Viveros donde una placa de zinc en la puerta indicaba: Secretaría de Fomento-Departamento Forestal”.

La publicación describe que había una escuela dentro del parque donde se impartía clases de topografía, zoología, química, física, ciencia forestal, arboricultura y botánica; tenía 42 alumnos que usaban las instalaciones para prácticas diarias y tener contacto directo con la naturaleza.

El entonces director del Vivero, Ángel Roldán, invitó al reportero Seijas a dar un paseo en carreta, al tiempo que le contaba que uno de los árboles más raros que existían en esta zona boscosa era el llamado “los cuarenta escudos”, ejemplar de gran porte venido del Japón de la familia de los Ginkgo Biloba; este árbol daba como fruto una almendra blanca que usaban los ebanistas para la elaboración de varas, lanzas de carruajes y tacos de billar.

La planta más común de Los Viveros era “El Pirú” de América Meridional, que producía la llamada “resina de mole”, utilizada en Perú para fortalecer las encías; con sus frutos también se hacía una bebida vinosa que se usaba en Chile como vinagre.



Reportaje publicado en EL UNIVERSAL ILUSTRADO en 1917

El cronista taurino Heriberto Murrieta Cantú comentó a EL UNIVERSAL que los Viveros de Coyoacán tienen más de 40 años de tradición como lugar de práctica para toreros. Heriberto nos comenta que en el centro de este parque hay un claro redondo, espacioso y plano donde ensayan sus suertes.

Aquí los toreros se acondicionaban físicamente para estar bien y para poder enfrentarse al toro, en aquellos años eran más de quince, entre ellos “El Zotoluco” y Federico Pizarro, por mencionar a algunos muy famosos.

Este pulmón de la Ciudad de México fue fundado en 1893 por el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta, tras adquirir los potreros de la hacienda del Altillo para conformar este parque. Para que fueran reconocidos los Viveros, Quevedo acudió al secretario de hacienda José Ives Limantour amante de la naturaleza, para lograr el consentimiento de Porfirio Díaz y apoyara el proyecto.

Este lugar sería un sitio tranquilo y lleno de vegetación. Las aguas del río Magdalena, que se escuchaban antes de llegar al parque en 1917, servían para la irrigación de la zona.

Hoy, durante nuestros recorridos, vimos a 4 toreros entrenando o enseñando a jóvenes esta polémica disciplina, como el matador José Mauricio Morett Gurza, quien practica en este sitio desde que tenía diez años; también al torero retirado Gilberto Ruíz Torres, que en un tiempo también fue juez de la Monumental Plaza México y además le gusta dar clases en este espacio.

Ruiz Torres relata a EL UNIVERSAL que en los años cincuenta no se veían a tantos corredores como hoy en este parque, “más bien era lugar de ensayo para toreros principiantes”. También recuerda que ahí acudía el equipo Atlante a entrenar en esa época y añade que no fue sino hasta finales de los setenta e inicios de los ochenta que comenzó a aumentar la asistencia de corredores.

Los Viveros de Coyoacán han sido cuna de muchos de los árboles que engalanan las calles de la Ciudad de México. Actualmente, las actividades que se ofrecen en Los Viveros son tan variadas como las especies que lo conforman, pues no únicamente se desarrollan actividades deportivas, de meditación y relajación, sino talleres para niños destinados a concientizar y cuidar el medio ambiente, especialmente plantas y árboles y, claro, hasta clases para incursionar en la fiesta brava que, al final, también han sido parte de su historia.

La fotografía que vemos en el comparativo es de aquel septiembre de 1917, donde aparece nuestro reportero, Hipólito Seijas, en una carreta de paseo por los Viveros acompañado del entonces director Ángel Roldán en el corredor que aún existe de nombre Eucaliptos en los Viveros de Coyoacán.


Foto del matador Mauricio Morett Gurza, ensayando en los Viveros, marzo 2016.


Foto del torero retirado Gilberto Ruíz Torres, quien nos dice que fue a fines de los setenta que comenzó a aumentar la asistencia de corredores en los Viveros.

Fuente: EL UNIVERSAL ILUSTRADO, 1917; Heriberto Murrieta, cronista taurino. Gilberto Ruíz Torres y Maricio Morett Gurza, toreros.

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