Colaboración especial

En la entrevista de Peter Seewald a Benedicto XVI, Luz del Mundo (Barcelona 2010), el Papa habló sobre la “gran crisis” de la pederastia clerical. “Ha sido estremecedor para todos nosotros”, dijo. “De pronto, tanta suciedad. Realmente ha sido casi como el cráter de un volcán, del que de pronto salió una nube de inmundicia que todo lo oscureció y ensució, de modo que el sacerdocio, sobre todo, apareció de pronto como un lugar de vergüenza, y cada sacerdote se vio bajo la sospecha de ser también así”.

El golpe de aquella inconcebible avalancha, en efecto, desacreditó a la Iglesia de manera terrible. La exigencia de justicia —divina y humana, religiosa y civil— es un reclamo más que válido de parte de la sociedad en general, pero también de quienes específicamente por esos delitos han sido heridos en su fe y en su compromiso creyente.

Por eso el caso de Józef Wesolowski, quien fuera nuncio en República Dominicana, adquiere dimensiones colosales. No sólo arrastró hacia el descrédito a la diplomacia vaticana, que en tantos ámbitos ha dado muestras notables de ser un servicio a la paz y a la libertad humanas (¡piénsese su intervención en el reciente restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos!), sino que las felonías denunciadas habrían estado ocurriendo en el mismo tiempo en que el Papa pronunciaba aquellas palabras. Era su representante en la hermana nación que tiene el honor de tener el primado de América, en medio de un pueblo por demás entrañable.

En el pasado consistorio de febrero de 2015, el cardenal Sean O’Malley (OFM Cap), arzobispo de Boston y responsable de la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores, hizo una puntual reseña de las acciones que se han llevado a cabo en ella y de varias respuestas estructurales. Entre ellas destaca una, ya asumida por el papa Francisco, de crear una nueva sesión judicial dentro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, competente de juzgar a los obispos en delitos de abuso de oficio, incluyendo negligencia en la tutela de los menores.

En su intervención, el cardenal señalaba que “el abuso de menores comienza y se desarrolla en una atmósfera de secrecía y escondimiento. La Iglesia debe ser líder en señalar este grave problema humano comprometiéndose humildemente en la responsabilidad, transparencia y tolerancia cero, con la obligación vinculante de que a ningún miembro del clero que haya abusado de un menor le será permitido proseguir el ministerio”.

Pero además, debe quedar claro con hechos la colaboración con las autoridades civiles involucradas en cada caso para que se puedan seguir los procesos penales, en cumplimiento puntual de la justicia, la legalidad y la verdad.

Tras la dimisión del estado clerical, en agosto del año pasado, el vocero de la Santa Sede precisó que Wesolowski enfrentaría el juicio correspondiente al Estado Vaticano, pero que no contaba ya con inmunidad diplomática, por lo que puede ser sujeto a procedimientos judiciales también de parte de magistraturas que tengan específica jurisdicción sobre él. El Papa, atentamente informado, quiere que el juicio sea afrontado con todo el justo y necesario rigor. Éste apenas ha empezado. Según se informó, el imputado no se presentó hace unos días en la apertura de su juicio por encontrarse internado en un hospital, pero pudieron leerse los cargos contra él.

Sacerdote de la Arquidiócesis de México

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