Colaboración especial

Hace pocos días los argentinos conmemoraron el primer aniversario de la muerte del ídolo de rock Gustavo Cerati. La prematura muerte del cantante, como consecuencia de una hemorragia cerebral después de un concierto en Caracas, dejó a sus fans en toda Sudamérica abatidos y en busca de respuestas.

La venerada estrella de rock tuvo el desafortunado destino de enfermarse en Venezuela. Un nuevo libro sobre Cerati hace énfasis en que el cantante fue víctima del colapso sin fin de Venezuela.

El autor de Cerati: La biografía, el periodista argentino Juan Morris, afirma que el músico no tuvo la atención médica adecuada. Como era evidente que el cerebro de Cerati sufría una hemorragia, fue llevado a una de las mejores clínicas privadas de Caracas, el Centro Médico Docente La Trinidad. La clínica, sin embargo, no tenía electricidad, carecía de especialistas y de equipo, los médicos que estaban en ese momento actuaron con lentitud para darle los cuidados que habrían podido salvarle la vida.

Ya sea por los constantes cortes de energía que dejan grandes franjas del país en la oscuridad durante horas o por la falta de personal médico calificado, la revolución bolivariana de Venezuela ha cobrado una enorme cuota en el sistema de salud local. La inversión en los sistemas de salud público y privado está detenida. Como resultado, las instalaciones se han deteriorado tanto que miles de médicos han salido del país para trabajar en cualquier otro lado. No es exagerado decir que si la revolución bolivariana no existiera, Cerati podría haber seguido con vida.

Los países latinoamericanos han ignorado la situación de Venezuela durante año. La nación está atrapada en una profunda recesión, con inflación de tres dígitos, cortes de muchas necesidades básicas y la peor ola criminal en la región. Más preocupante aún, el gobierno del presidente Nicolás Maduro parece no tener la voluntad de modificar el curso, sino de debilitar la democracia poniendo obstáculos a aquellos opositores que sugieran una ruta alterna. Incluso los vecinos sudamericanos de Venezuela (Brasil, Argentina y Colombia en particular) han validado los movimientos de Maduro o mirado a otro lado.

El costo de esta inacción es enorme y seguramente crecerá.

La actual crisis en la frontera con Colombia es otro signo de que el colapso venezolano está comenzando a derramarse más allá de los límites territoriales. Hace unas semanas, un tiroteo en la zona fronteriza, en el cual resultaron heridos elementos militares venezolanos, hizo explotar a Maduro. De inmediato selló un gran segmento de la frontera  con alambre de púas.

No conforme con eso, el ejército venezolano comenzó a deportar a colombianos con el argumento de que estaban en el país de manera ilegal y demolieron sus casas. Los soldados marcaron las construcciones que serían derruidas con una “D” y mostraron en YouTube videos de las acciones. Uniéndose al creciente coro de preocupaciones por las deportaciones forzadas, Naciones Unidas emitió un comunicado en el que afirmó que algunos de los que fueron expulsados eran refugiados de la guerra civil colombiana que buscaron un refugio seguro en Venezuela.

El gobierno colombiano ha expresado su indignación por el flagrante maltrato a sus connacionales y ha denunciado al gobierno de Maduro en varios foros regionales e internacionales, y su fiscal general anunció que tratará de llevar a Maduro a la Corte Penal Internacional, aunque anteriormente el gobierno de Colombia haya actuado con tranquilidad y en ocasiones dando facilidades a las travesuras de Maduro y su predecesor Chávez, con frecuencia para mantener una cordial relación de vecinos y no alterar las negociaciones del gobierno de Santos con los grupos guerrilleros de Colombia.

Finalmente, Colombia está aprendiendo que ignorar la debacle venezolana puede acarrearle elevados costos. ¿Cuándo llegarán a la misma conclusión otros gobiernos de la región?

Venezuela se ha convertido en un importante punto de tránsito para las drogas ilegales. De acuerdo con el testimonio de desertores de alto nivel como guardaespaldas, juzgados y ex ministros, el Estado venezolano es idéntico a un gran cártel de las drogas. Es como si Pablo Escobar tuviera un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. Como consecuencia, la revolución chavista devora amplias horas de atención por parte de los diplomáticos del continente o instituciones financieras, las empresas y los gobiernos están forzados a tratar con temas de tráfico de droga y armas, así como lavado de dinero.

De continuar lo anterior, los gobiernos alrededor de la región probablemente encontrarán sus presupuestos y políticas devoradas por la anarquía en Venezuela, ante el caso perdido en que se ha convertido la política y la economía de ese país.

De acuerdo con estimaciones, más de un millón de venezolanos han dejado el territorio en busca de mejores oportunidades. En Panamá, un país de sólo 3 millones de habitantes, la comunidad de venezolanos exiliados se calcula en 200 mil. Colombia, Chile y Costa Rica alojan también a un significativo número de la creciente diáspora venezolana.

Hasta ahora, los inmigrantes venezolanos han sido en su mayoría  profesionales  y empresarios que llevan sus capacidades y habilidades con ellos. En algunos casos, como por ejemplo en el floreciente sector energético de Colombia y las arenas bituminosas en Canadá, han llevado capital y experiencia.

Pero pronto será el sector  menos pudiente o bien intencionado. Después de los profesionales vendrán los matones y traficantes de drogas, muchos de ellos en connivencia con la actual clase dominante en Venezuela.

Venezuela actualmente tiene una de las primas de riesgo más altas del mundo —el interés sobre la deuda venezolana es enorme debido a la alta probabilidad de que Venezuela no pueda cumplir con sus obligaciones internacionales. Los mercados de bonos han asumido prácticamente que Venezuela  dejará de pagar su deuda el próximo año. Empresas como Copa Airlines de Panamá y la constructora brasileña Odebrecht se han  expuesto a la economía venezolana y están sufriendo debido a la profunda recesión  y a los  reglamentos autoritarios de ese país. Y a pesar de que los mercados saben que Venezuela es diferente al resto del continente, el contagio financiero podría convertirse en un problema para las empresas de la región.

Sin embargo, Venezuela podría ser un actor estrella si decide  actuar en equipo. El país tiene un enorme potencial en recursos naturales y capital humano, la mayor parte sin aprovecharse. No sólo cuenta con las mayores reservas de petróleo sin explotar en el mundo, sino también  con 30 millones de consumidores  “excluidos” en el sector turismo de la región,así como en el comercio minorista, la banca y la industria.

Con las políticas adecuadas, las oportunidades de mercado para una Venezuela próspera, gobernada por líderes competentes, responsables, serían de  miles de millones de dólares para las empresas multinacionales del continente. El fracaso de los gobiernos del hemisferio para comprender los altos costos que implicaría abandonar a Venezuela no es sólo sorprendente, sino también peligroso en el largo plazo.

Desde los inmigrantes pobres, hasta  las corporaciones regionales de gobiernos vecinos, todos están siendo afectados por la espiral de desaceleración de Venezuela. Por ello el colapso de Venezuela ya no es estrictamente un asunto interno. Es hora de que la región deje de tratarlo como tal.

Economista, profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de los Andes. De LatinAmericaGoesGlobal.org para Grupo de Diarios América

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