Como estadounidense, lamento haberles mandado a Donald Trump. Por favor, sepan que al final, él habla sólo por algunos estadounidenses —muy pocos, Dios quiera— que quieren que sea elegido como nuestro presidente. No es más que una aberración del momento, un golpe de suerte, un monstruo, un fenómeno que sólo nos queda esperar que nunca se repita. Mientras tanto, su presidente lo invita y ustedes deben sufrir por su compañía. Me disculpo.

La culpa por Trump recae en muchos hombros. Existe, por supuesto, el partido político adoptado de Trump, los republicanos, que durante años han tratado de reducir al gobierno mediante el bloqueo de su legítimo trabajo. Se han convertido en el partido de la ira, buscando chivos expiatorios para cada problema —en la mayoría, el presidente Obama y también los extranjeros, principalmente los inmigrantes y los musulmanes. Se convirtieron en el partido de pesimismo, declarando que Estados Unidos está cayendo en un profundo declive, a pesar de que el gobierno de Obama hizo un gran progreso en arreglar los problemas que heredó: la economía, el empleo y las guerras, principalmente. Así, los republicanos crearon un caldo de cultivo para Trump, alguien que se aprovecharía de las emociones de una cierta porción de Estados Unidos.

Los medios de comunicación merecen una gran parte de la culpa por Trump. Para empezar, lo trataron con una atracción de carnaval, un payaso gracioso que atraería audiencias a sus redes y páginas. Los jefes de CNN y de CBS se frotaban las manos de manera codiciosa por lo bueno que era Trump para sus negocios, que todavía se construyen en la atracción de masas a través del espectáculo, en lugar de servir a los ciudadanos dándoles información fiable. Mis colegas periodistas no vieron el peligro que venía y por lo tanto no advirtieron a la audiencia hasta que fue muy tarde, hasta que Trump estaba a un paso de la Casa Blanca. Los medios de comunicación se han convertido en sus cómplices voluntarios, al tratar sus declaraciones ofensivas y dementes —por ejemplo, que un muro bloqueando a México va a resolver nuestros problemas, que Hillary Clinton es racista— como temas serios que se debían ser discutidos durante horas y horas en lugar de refutarlos, ridiculizarlos y desestimarlos con hechos y la razón.

El periodismo también fracasó completamente al reflejar las preocupaciones y problemas del núcleo de Trump: hombres blancos enojados, sub-empleados del centro del país. Si los medios de comunicación hubieran hecho un mejor trabajo en reportar —y luego informar— sus visiones del mundo, me pregunto si Trump y sus promotores hubieran encontrado un terreno fértil para sembrar división, miedo, ignorancia e intolerancia. Si mi partido, los demócratas, hubieran hecho un mejor trabajo en escuchar y atender sus preocupaciones, ¿podrían también haber mitigado el atractivo de Trump?

Creo que estamos viendo el último suspiro del mito del crisol estadounidense. Cuando crecí, se nos enseñó a creer en la asimilación: que todo estadounidense terminaría sonando o viéndose igual. Esa es la presunción de la masa (aunque creo que en la publicación y la radiodifusión en la era de Internet, estamos presenciado la muerte del modelo de negocio de medios de comunicación y también vamos a presenciar el fin de la idea de la masa). Regido por: la mayoría se ve bien cuando la mayoría se parece a ti; lo que las tropas de Trump temen es pronto pertenecer a la minoría.

Hoy, viviendo en Nueva York y enseñando en la Universidad de la ciudad, que valora la diversidad, he aprendido que EU es mucho más rico por tantas identidades diferentes y trasfondos que han conformado a esta nación.

Los estadounidenses —yo me incluyo— seguimos luchando por aprender una lección de diversidad, para ver el valor que los mexicanos, latinoamericanos de muchas naciones y las personas de todo el mundo aportan a nuestra cultura, economía, idioma y a la vida cotidiana. En este sentido, Trump es culpa de todos nosotros, por no habernos dado cuenta lo valioso que es acoger a personas que pensamos eran extrañas.

Periodista y académico estadounidense

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