La pesca y la acuacultura representan importantes fuentes de alimentos, nutrición, ingresos y medios de vida para cientos de millones de personas en el mundo.  El 12% de la población mundial depende de estas actividades. Ha habido un fuerte incremento en el consumo de pescado en el mundo, de 9 kg per cápita en 1961 a 20 kg en 2014. Así también, el crecimiento de la oferta mundial de pescado para consumo humano ha crecido a una tasa media anual del 3.2% en el período 1961-2013, superando incluso el aumento demográfico en los cinco últimos decenios.
El rápido crecimiento del sector plantea nuevos desafíos para asegurar su sostenibilidad, ante amenazas como la sobreexplotación, la contaminación, la pérdida de biodiversidad, las especies invasivas y la acidificación de los océanos.
Es por ello que a lo largo de los años la agenda pesquera internacional ha venido construyendo varios compromisos internacionales, buscando desarrollar una pesca y la acuacultura sostenible: el Código de Conducta para la Pesca Responsable de la FAO, que cumple 21 años de existencia; la segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición, realizada en Roma en el 2014; la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030; la reciente ratificación de los Acuerdos de París; el Acuerdo sobre Medidas del Estado Rector del Puerto, contra la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada; y las Guías voluntarias para asegurar la sostenibilidad de la pesca en pequeña escala en el contexto de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza.
La FAO ha tomado en cuenta todos estos compromisos para impulsar una iniciativa denominada “Crecimiento Azul” para reforzar su apoyo al manejo sostenible de los recursos acuáticos, balanceando su utilización y su conservación de una manera que sea económica, social y ambientalmente responsable. La iniciativa Crecimiento Azul tiene un abordaje que combina el crecimiento sostenible con el manejo de los recursos acuáticos, con especial atención a la cadena de valor de los productos marinos.
Esta iniciativa prioriza un balance entre el manejo sostenible y socioeconómico de los recursos naturales acuáticos, con un énfasis en el uso eficiente en la pesca de captura y la acuacultura, servicios ecosistémicos que contribuyan al mejoramiento de los  medios de vida, el comercio, los mercados y los sistemas alimentarios.
Las medidas planteadas por esta iniciativa, interviniendo en todas las etapas a lo largo de la cadena de valor, pueden mejorar el proceso, disminuyendo las pérdidas y desperdicios, y minimizando su huella de carbono, mientras le agregan valor al producto final.  Al final de la cadena de valor de los productos pesqueros, los consumidores pueden contribuir a través de su selección de compras y sus esfuerzos por reducir los desperdicios.
Las pérdidas y desperdicios representan un 35% de la producción de pescados y productos pesqueros, lo cual es casi  el doble que las pérdidas en los productos cárnicos.  En los países en desarrollo la mayoría de las pérdidas se dan posterior a la captura; un 8% del pescado capturado es devuelto al mar. En la mayoría de los casos ellos están muertos, muriéndose o severamente dañados. Contribuyen también a las pérdidas, redes mal elaboradas, sistemas de transporte sin frío para mantener sus condiciones sanitarias, o un procesamiento y almacenamiento ineficientes. 
Una buena gobernanza y políticas adecuadas también facilitan la implementación de cambios a lo largo de toda la cadena de valor. Políticas efectivas son esenciales, desde la creación de empleo y empleo decente, al manejo eficiente de los recursos, reducción de pérdidas y desperdicios, reducción de la pobreza y la provisión de incentivos para la investigación y la innovación.
Igualmente importante es que la iniciativa de Crecimiento Azul busca fortalecer el papel de la mujer en la industria de los productos pesqueros y empoderar a las comunidades vulnerables incorporando a los pescadores artesanales. Y es que la pesca artesanal, en promedio, representa más de la mitad de la producción total de la actividad en cuanto a cantidad y valor, y contribuye a la seguridad alimentaria y a la erradicación de la pobreza proveyendo alimento, ingresos y empleo a millones de personas. Los pescadores artesanales representan alrededor del  90% del total de personas empleadas en la captura de pescados, 50% de las cuales son mujeres, especialmente en la poscaptura. 
Dado que la producción, elaboración y consumo de pescado se llevan a cabo en diferentes países, la colaboración y la armonización internacional son fundamentales para garantizar el éxito de este esfuerzo.  Para esto es que se han consensuado objetivos comunes, arreglos institucionales, reglas e instrumentos internacionales que contribuyan a que esta actividad perdure y siga brindando beneficios a nuestras generaciones futuras. Todo este andamiaje internacional sólo tiene sentido si es puesto en la agenda política y atendido en cada uno de los países del mundo y ello depende, finalmente, del papel y la prioridad que le otorguen sus órganos tanto ejecutivos como legislativos, pero también todos los demás actores del sector.
El enorme potencial de los océanos, mares, aguas continentales y zonas costeras para lograr el desarrollo sostenible y la erradicación contra la carencia alimentaria, solo será realizable si estos recursos son mantenidos saludables y productivos.  El futuro del sector pesquero en México debe considerar todos los aspectos señalados para lograr que se protejan los recursos pesqueros que podrán ser disfrutados por las futuras generaciones.


Representante de la FAO en México

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