A pesar del uso extendido de biométricos en nuestras vidas, se trata de una “revolución” que apenas inicia. La razón es que, para satisfacer las utopías humanas más recientes, el progreso tecnológico precisa de los biométricos. Y conforme se popularizan las propuestas de su utilización, su comercialización se abarata, lo cual permite financiar más avances y entregar mayor calidad, reforzando así el ciclo. Pero antes de ceder a la seducción de la innovación, a la última tendencia, hay que tener presentes los peligros que eso puede entrañar.

Los rasgos biométricos son medidas automatizadas de características físicas o de comportamiento de una persona, para autentificar su identidad. Los biométricos se han ido popularizando por su aplicación en trámites migratorios, el campo de la Medicina, la elaboración de documentos de identidad, sistemas de vigilancia, entre otros. Es así que prácticamente todos hemos brindado información biométrica personal para uno u otro propósito.

Sólo para recordar, algunos rasgos biométricos físicos utilizados frecuentemente son el reconocimiento del rostro, la huella dactilar, del iris o retina. Igualmente, aunque menos comunes, son la identificación de patrones de venas, geometría de la mano, dientes, forma de oreja, olor corporal y ADN; utilizados en campos como el de la medicina forense, el migratorio o el policiaco. Existen otros rasgos que también son medidos, pero que son conocidos como biométricos de comportamiento, por ejemplo el andar, la voz, la forma de teclear, asociados sobre todo a asuntos de seguridad.

Las ventajas que puede traer el uso de biométricos son muchas. Tan sólo en el campo médico, Cheryl Brown de la Universidad de Carolina del Norte (2012) apunta como algunas de ellas la agilización de trámites, la atención con mayor calidad de los pacientes, el acceso inmediato a historiales clínicos, el evitar fraudes médicos derivados del robo de identidad y la eliminación de duplicidad de información. En general, en el campo médico o en cualquier otro, los puntos a favor del uso de biométricos pueden ser resumidos en que brindan mayor seguridad, mejor autentificación, agilización de procesos y reducción de costos.

Con todo lo anterior es fácil y fascinante imaginar posibles usos prácticos de los biométricos en la vida cotidiana y para la mejora de diversas ciencias. No obstante, es muy importante entender los peligros que están asociados a su uso.

El principal asunto del cual debemos ser muy conscientes es el que Payton y Claypoole (2015) llaman el problema de la permanencia. En resumen, señalan que los biométricos son insustituibles, inmutables, pero no por ello exentos de posibles robos. Y una vez que acontece eso último es complicado generar un nuevo valor o criterio de identificación. Otro asunto del cual estar alerta es saber que su uso no es infalible. Los biométricos pueden dar por resultado falsos positivos y falsos negativos, ya que su uso aún depende de mediciones probabilísticas. A pesar de que pueda haber un alto porcentaje de acierto, existe la posibilidad de error. Finalmente, es preciso saber que la información biométrica revela datos personales, como las predisposiciones genéticas o propensiones sociales, que pueden ser utilizados de mala manera por quienes resguarden o tengan acceso a ellos.

En el Inai hemos advertido la existencia de un creciente uso de sistemas de identificación biométrica y, por ello, hemos emitido seis consejos con la finalidad de ser más cuidadosos con su utilización y así evitar la comisión de delitos. Los invito a consultarlos en: http://inicio.inai.org.mx/Comunicados/Comunicado%20INAI-239-17.pdf. Los biométricos llegaron para quedarse, pero del uso consciente por parte de cada uno de nosotros y de una oportuna regulación dependerá su verdadero aprovechamiento.

Comisionada del Inai.
@XimenaPuente

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses