El capital humano es el recurso más importante de una nación. México tiene aún una población relativamente joven que tiene el potencial de reconstruir el entramado social y reparar nuestros problemas ancestrales: desigualdad, injusticia, impunidad. Pero no estamos haciendo lo suficiente para dar un buen cauce a nuestros estudiantes. Sistemáticamente los resultados de las pruebas internacionales de desempeño académico —principalmente PISA— muestran que tenemos el nivel más bajo de desempeño en lectura, matemáticas y ciencias, aún comparado con otros países con niveles de ingreso similares e incluso menores.

El problema adquiere matices insospechados cuando se le mira desde otros ángulos. Una de estas dimensiones tiene que ver con el talento, es decir con la inteligencia o aptitud excepcional que tienen algunos estudiantes y que se distribuye de manera más o menos uniforme entre la población. Conforme a estándares internacionales, un país con las características de México debería tener entre 5.1 y 8.6% de sus estudiantes en los niveles superiores (5 y 6) de la prueba PISA. Los resultados muestran que sólo el 0.6% de los estudiantes mexicanos se ubicaron en esos niveles (véase pipe.cide.edu/talento-en-mexico)

El problema es más grave si consideramos que no existe un programa nacional que sistemáticamente identifique y dé atención especial a esos alumnos. Esto es crucial porque si bien el talento es una condición dada, de nada sirve si no se cultiva y desarrolla. Dicho de otro modo, no sólo tenemos una brecha de talento, sino que también lo desperdiciamos alegremente. Es como tener una mina de oro y dejar que el agua se lo lleve; y esto no es sólo metáfora pues existe evidencia de que el uso del talento puede tener una incidencia significativa en el crecimiento del país.

El programa interdisciplinario sobre políticas y prácticas educativas del CIDE diseñó Talentum, un programa piloto que, con el apoyo de la SEP y el Conacyt, ha logrado en pocos meses resultados alentadores. En sus diferentes componentes (bachillerato, universidad, mujeres) el proyecto ha logrado identificar muchos estudiantes con talento.

Hace unos días concluyó el ejercicio de la primera generación Talentum universitario. A la convocatoria abierta respondieron cerca de 13 mil estudiantes, de los cuales se seleccionaron 60 tras un cuidadoso proceso de selección. Estos jóvenes provienen de 20 estados, de escuelas públicas y privadas, mitad hombres y mitad mujeres, y con un amplio abanico de carreras que va de las ingenierías a las letras. Un dato relevante es que el 26% provienen de hogares con ingresos menores a los 10 mil pesos mensuales y 31% son los primeros en sus familias en acceder a educación universitaria.

Durante varias semanas los participantes tuvieron un conjunto de actividades diseñadas expresamente para facilitar el desarrollo de habilidades, tanto cognitivas como no cognitivas, que incluyeron, por ejemplo, una competencia para resolver retos sociales en equipos interdisciplinarios. Al cierre de la etapa las y los jóvenes crecieron, desarrollaron vínculos y fortalecieron su sentido de responsabilidad personal y social. Son líderes potenciales que mostraron que invertir en ellos suma y fortalece a todos.

El reto ahora es cómo escalar este ejercicio a nivel nacional y convertirlo en una política pública del Estado mexicano. Ciertamente hay dificultades logísticas y financieras, pero si la política es el arte de modificar el curso de la historia, aquí hay una oportunidad de realmente hacerlo. Resulta difícil transmitir la emoción de ver 60 rostros llenos de vida y potencial. Quiero imaginar que un día podemos llenar el Auditorio Nacional con nuestros talentos y cambiar este país.

Director del CIDE

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