Hay quienes se quejan de que la OEA pretenda aplicarle una sanción a Venezuela porque la Suprema Corte de Justicia, nombrada y manipulada por el presidente Nicolás Maduro, disolvió la Asamblea Nacional, que estaba dominada por la oposición, quienes a pesar de que se los persigue y encarcela con pretextos como que hicieron fraude electoral o incitan a la población a levantarse en armas, ganaron sus escaños por votación popular.

Partidos de izquierda, intelectuales y periodistas llaman a esto “injerencismo” y exigen que se detenga.

Sin embargo, esos mismos grupos y personas, cuando la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa, invitaron a venir al país a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para que investigara y señalara culpables.

En México somos expertos en ese doble rasero. Tanto en el gobierno como entre los ciudadanos.

Hemos visto que el gobierno felicitó a una mujer africana que recibió el premio Nobel por su defensa de los recursos naturales de su país, al mismo tiempo que metía en la cárcel a un ecologista nacional por su empecinamiento en defender lo que hace décadas era todavía un bosque tupido y que ahora se ha convertido en un sitio devastado por empresas de taladores.

Hemos visto que los empresarios que querían abrir casinos en el país argumentaron que se trata de negocios que ayudarían a la economía nacional, pero luego esos mismos señores se enojaron cuando empezaron a llegar a las costas mexicanas los barcos turísticos de empresas transnacionales en los que ellos no tienen participación y entonces dijeron hasta con las mismas palabras, que había que prohibirlos porque le hacen daño a la economía y a la ecología.

Hemos visto que los dueños de gasolineras un buen día denunciaron a la empresa Pemex porque las pipas que compran y pagan completas a la paraestatal les llegan con menos cantidad de combustible, siendo que desde hace años ellos han hecho sus negocios justamente gracias a estas prácticas con la paraestatal y con los consumidores.

Hemos visto que si se trata de un diario que simpatiza con la izquierda, justificará cualquier acto de grupos que ideológicamente lo sean, incluídos los que usan la violencia, a la que entonces se considerará legítima porque es de “insurgencia” o de “protesta” o de “manifestación de repudio.” Pero cuando se trata de la fuerza pública, aunque vayan desarmados o incluso no respondan si se les agrede, le llaman “represión”. Y en cambio, si el diario no simpatiza con esos grupos, dará una versión completamente distinta y hasta opuesta de los hechos en la cual un lado será el de “las fuerzas del orden” y otro el de “los revoltosos y agresores” “que ponen en riesgo la gobernabilidad y hasta la estabilidad social”.

Hemos visto que criticamos duramente a los estadounidenses por el pésimo trato que les dan a los connacionales, pero cuando se trata de centroamericanos que cruzan a México, se les maltrata y extorsiona igual o peor que eso de que tan amargamente nos quejamos.

Los organismos internacionales se crearon precisamente para darle fuerza a la lucha a favor de lo que en Occidente consideramos lo mejor para la humanidad: la paz, los derechos humanos, el cuidado del medio ambiente, la democracia.

Y son tan importantes, que mucha de la historia de la segunda mitad del siglo XX hasta hoy se debe a las decisiones tomadas en ellas: la ONU, la CIDH, la Corte Penal Internacional, entre otras.

Curiosamente, es la izquierda la que ha recurrido a ellas repetidas veces, cuando quiere denunciar lo que hace el gobierno. Y AMLO lo acaba de hacer contra Trump.

Entonces, ¿por que ahora deciden que Venezuela debería estar exenta de ese escrutinio y que la OEA debería dejar de ejercer presión y de querer imponer sanciones?

Me parece que es un caso ejemplar del doble rasero para medir, que no solamente se da en el discurso, sino que es una verdadera doble moral.

Escritora e investigadora en la
UNAM. sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com

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