Jesús Silva Herzog Márquez escribió algo con lo que estoy de acuerdo: que el Presidente de México ha hecho un esfuerzo sobrehumano por dialogar con la bestia y por cuidar la relación entre México y Estados Unidos. A pesar de la presión de los mexicanos, ha resistido entrarle a la guerra de palabras y no ha respondido en los mismos términos a la agresividad del presidente vecino, sino que ha mantenido la calma y la corrección.

Y sin embargo, de poco le ha servido esta actitud, pues aquel cada vez sube más el tono de sus groserías.

¿Qué hacer?

En conferencias y artículos, en reuniones académicas y de amigos, en conversaciones y en las redes sociales, muchos expresan ideas sobre qué se debe hacer.

Algunos proponen no consumir productos gringos: “Lo que Trump está intentando es que los estadounidenses no consuman productos fabricados en México, pero sí quiere y necesita que nosotros consumamos lo fabricado allá. Pero nosotros busquemos otros productos”; “compremos autos japoneses, ropa española, comida mexicana, cine europeo”.

Pero otros responden: “Ya no vivimos en tiempos de Gandhi, cuando los boicots quebraron a la industria textil inglesa. Hoy es más complicado”. Cierto: hoy las transnacionales emplean a trabajadores nacionales y empresas como McDonalds son franquicias, sus dueños y empleados son mexicanos, boicotearlos es darnos un balazo en el pie. En el caso del cine además, es debilitar al lado liberal de Estados Unidos, precisamente el que se opone a Trump y del que esperamos que surja la oposición interna para detenerlo.

Eso no quiere decir que no podemos hacer nada. Solo que hay que hacerlo allí donde realmente sea efectivo.

El propio Peña Nieto ha dado en el clavo cuando dice que no quiere solamente tratar las cuestiones que Trump le pretende imponer, sino todos los aspectos de la relación bilateral. Y es que en efecto, es allí donde están nuestras monedas de cambio.

La más importante: que nosotros estamos haciendo el trabajo sucio para Estados Unidos. Gastamos millones de pesos y ponemos miles de muertos para cuidar que la droga no pase a territorio americano que es donde la consumen.

Dejemos de hacer esto. Dejemos de cuidarles la puerta, dejemos que sean ellos los que se enfrenten a los traficantes y a sus poderosas armas que ellos mismos les venden y retirémonos de ese pleito.

Algo similar se puede decir con la migración: nosotros detenemos y perseguimos a los que quieren cruzar hacia Estados Unidos. Dejemos también de hacer esto.

Tiene razón el ex canciller Jorge Castañeda cuando dice que Estados Unidos ha disfrutado de una frontera pacífica y que eso vale mucho. Hagamos que se percaten de ello.

Por supuesto, hacerlo es riesgoso. Cualquier movimiento o palabra nos puede dañar mucho, pero también nos pueden dañar la inmovilidad y el silencio. Lo que sea que hagamos o que no hagamos, va a tener consecuencias duras para nosotros. Y no me refiero solamente al precio del dólar, a las deportaciones y a la cancelación de pedidos, sino también a otras cosas como la posible desestabilización del país, algo en lo que ellos son expertos y en lo que también creen algunos grupos internos que buscan aprovechar cualquier circunstancia para sus fines, sin una visión a largo plazo de lo que nos conviene como nación.

Pero la única moneda de negociación de que disponemos hoy, es la de hacerles ver lo que estamos haciendo por ellos y lo que les afectaría que lo dejáramos de hacer.

Entonces, hay que sacar las cosas de donde Trump las ha colocado y llevarlas a nuestra cancha de juego. Los temas no son solo el comercio y la inmigración ilegal de mexicanos como él quiere, sino también el tráfico de drogas y de armas y la seguridad. No le permitamos olvidar que si dejamos de cooperar, corre el riesgo de inundarse de cocaína, de migrantes de muchos otros países y hasta de terroristas.

Escritora e investigadora en la UNAM.

sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.c om

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