¿Qué es lo importante en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN): la preservación del tratado o el contenido potencialmente proteccionista de varios cambios propuestos por la administración estadounidense?

Desde que se negoció el tratado en 1992-93, supimos que su principal valor para México es como marco de certidumbre para la inversión de largo plazo; el sello de una asociación con la economía de Estados Unidos; el premio que esta asociación otorga a los precios de los activos mexicanos (los cuales serían menores sin ella), sobre todo las valuaciones de las empresas de la Bolsa. Es decir, el valor de pertenecer a un club de sólo tres países en una sola región, con potencial (hasta ahora desaprovechado por México) para profundizar la relación.

Sin menospreciar el valor del comercio y la forma como el tratado lo facilita y aumenta, sabemos que en ausencia del mismo el comercio bilateral continuaría y que las tarifas que enfrentarían nuestras exportaciones no serían tan altas como para frenarlo. Se trata de tarifas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que son relativamente bajas y que enfrenta cualquier otro país que exporte a Estados Unidos.

Por lo tanto, en un esquema racional, la postura negociadora de México buscaría, primero, preservar el tratado. Si la negociación de salvaguardas, mayores reglas de origen, inclusión de acuerdos laborales, o aceptación de valores relativamente altos para comercio electrónico libre, parecen ser proteccionistas o de amplia ventaja para los estadounidenses, el conjunto del tratado tiene mucho mayor valor que estas partes.

Es cierto que algunas demandas estadounidenses en esta renegociación en realidad van en contra del libre comercio como se concibe y practica hasta hace poco. Haciendo una defensa obligada de esos principios, sin embargo, lo prioritario sería mantener el conjunto. Aun si el nuevo conjunto que resulta de estos cambios varía de la versión anterior, siempre será posible para el gobierno mexicano vestir los cambios como “modernización”.

Si consideramos otros cambios recientes en la política económica aplicada en México y en el mundo, no es difícil ver que la manera como se califican esos cambios es esencial para mantener o no la confianza. Por ejemplo, en el manejo reciente de las finanzas públicas por parte de México fue notoria la ausencia de crítica alguna entre los organismos internacionales, la mayoría de analistas, los organismos empresariales y las agencias calificadoras sobre las transferencias tan grandes que hizo el Banco de México al gobierno y que no se basaron en flujos efectivos de ingresos.

Sin embargo, gracias a estas transferencias, las cuentas fiscales tuvieron una transformación entre 2016 y 2017 como entre el día y la noche, gracias a esos mayores “ingresos”. Las referencias a esto en los análisis de las calificadoras de riesgo sólo mencionan que fueron de acuerdo con “la ley”.

El mensaje es claro. El ambiente internacional es favorable para vestir adecuadamente medidas o cambios que hace varios años serían poco aceptables, pero que hoy son políticamente obligados y difíciles de rechazar. Parte de este ambiente es que el mismo presidente Trump ha suavizado su retórica contra México y esto ha sido determinante para la mejoría en el clima de inversión en México y para la recuperación del peso.

Por eso la preservación del tratado y preferentemente su renegociación rápida serían lo que México privilegiaría en la próxima renegociación. Desde luego habrá costos y casos difíciles, como mostró la reciente renegociación del acuerdo azucarero.

Analista económico.
rograo@ecanal.com.mx

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses