Los dos ingredientes del programa que presentaron las autoridades son indispensables en cualquier estabilización macroeconómica: la reducción del gasto público y el aumento de tasa de interés.

La reducción de gasto es obligada cuando el nivel del mismo está excedido frente a una realidad. Siempre aumentó más que lo deseable, de 19.2% del PIB en 2000 a 25.1% en 2012 y 27.1% en 2015.

Pero la realidad era que el ingreso petrolero fue más que abundante. En 2015, este ingreso cayó a 2.5% del producto comparado con 5.6% en 2013 y amenaza con caer un poco más en 2016.

El hueco de ingreso petrolero en realidad se subsanó con el aumento en el impuesto sobre la renta por la reforma fiscal por 1.2% y el impuesto especial a la gasolina por 2% del PIB. Sin embargo, el gasto total siguió aumentando 1.1%.

Como la economía ha estado en una recuperación muy modesta este año y ya se presentó una desaceleración en Estados Unidos, lo previsible es que la demanda externa se siga debilitando. De ahí que el ajuste esta vez no incluya aumentos de impuestos, pues ello debilitaría también la demanda interna. Así, debe recaer en el gasto.

Si para simplificar suponemos que los precios del petróleo son en promedio en 2016 una tercera parte menos que los de 2015, el recorte de gasto tendría que ser de 2 puntos del producto. Esto es lo que compensaría el aumento de gasto de 2013 a 2015 y la caída de ingreso petrolero de 2016.

Un ajuste de esta magnitud o cerca de ella es el que pueden estar viendo hoy los mercados, también para bajar el déficit fiscal un nivel cercano al que tuvo en 2013. De ahí que la reducción de 0.6% del PIB anunciada tendría que verse como la primera de un programa que probablemente tenga que durar un par de años.

El mercado global ya encareció el costo de las emisiones de deuda de México, por el puro hecho de que en Estados Unidos hay un cambio de postura en la política monetaria. Así, de un rendimiento en el bono soberano en dólares a 10 años de 4.4%, antes de que el Fed anunciara el inicio del fin de relajamiento cuantitativo (mayo de 2013), este rendimiento ya es hoy de 6.1%.

Los problemas financieros globales probablemente van a continuar y para que el peso recupere parte de su pérdida frente al dólar, si ese es el objetivo, se va a requerir un ajuste fiscal sustancial y más aumentos de tasas de Banxico.

Aunque deseable que el ajuste no sea repetitivo en el tiempo, la evolución de los problemas externos e internos sugiere que lo más probable es que las presiones sobre el peso y el costo de la deuda no terminen aquí.

Analista económico

rograo@gmail.com

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