Una de cada cuatro personas en México es joven. Son casi 31 millones entre 15 y 29 años de edad. Han mejorado su salud y su expectativa de vida. Han erradicado el analfabetismo. La gran mayoría cuentan con educación secundaria. Pero hasta ahí llegan. Son casi 10 millones entre 18 y 29 sin educación media superior completa.

La asistencia escolar por edad pasa de cobertura “total”, superior a 98%, a los 11 años, para caer hasta el 40% en jóvenes a los 19. Es decir, “todos” llegan a 6º de primaria, pero sólo 4 de cada 10 siguen en la escuela a la edad en que deberían estar cursando educación profesional.

La caída es muy clara. A los 12 años, la edad en que se transita de la primaria a la secundaria, el 96% de adolescentes asiste a la escuela. A los 13, 94%. A los 14, asiste 90%. Es decir, a la edad de cursar 3º de secundaria, todavía 9 de cada 10 jóvenes siguen en la escuela.

Pero ahí inicia la pendiente: A los 15, asiste 82%. A los 16, 72%. A los 17, 65%. A los 18, asiste 51%.

La mitad de la cohorte queda fuera del sistema educativo después de cumplir 15 y antes de cumplir 20. Esto a pesar de que la matrícula de la educación media superior (EMS) se ha incrementado y la tasa de deserción se ha reducido.

Aún así, cada año más de 600 mil jóvenes quedan fuera de la EMS. Y con ello, entran a una condición de riesgo que se incrementa si viven en pobreza, si no tienen trabajo o si ingresan a trabajos informales.

Su condición de vulnerabilidad se agrava si son mujeres y quedan embarazadas, o si consumen con frecuencia sustancias adictivas o si se involucran en actividades violentas o criminales.

El problema grave es que no hay opciones para estos jóvenes fuera del sistema educativo. No hay programas de segunda oportunidad para los 600 mil jóvenes que son excluidos cada año. Son enviados a la calle, literalmente hablando, con un acumulado de factores de riesgo: pérdida de identidad y de redes, sentido de derrota y frustración y por supuesto, con pocas herramientas de empleabilidad.

Las ofertas educativas existentes son poco adecuadas. No están diseñadas para resolver este problema. “Prepa abierta”, “Prepa en línea” y sus variantes requieren una disciplina poco común para un amplio sector de esta población. Basta mirar sus coberturas y sus tasas de eficiencia terminal.

Lo más grave es que no hay opciones para conectar con la demanda de empleos que se están generando. El mercado laboral genera demanda de técnicos en diferentes campos. Y nuestro país, para crecer, requiere incorporar a estos jóvenes a la vida productiva. Su potencial es inmenso.

Detener esta “sangría silenciosa” durante la EMS es muy importante. Pero no basta. Se requieren opciones educativas flexibles para casi 10 millones de jóvenes mayores de 18 sin EMS completa. Este es el rezago educativo a resolver.

Estas opciones educativas requieren estar conectadas con la demanda laboral y tener un fuerte componente de acompañamiento psico-emocional, desarrollo de habilidades “blandas” y formación práctica laboral en ambientes de aprendizaje adecuado.

El 12 de octubre, varias organizaciones civiles y académicas, como YouthBuild International, SERAJ, IFIE y varias más, realizarán un Seminario en FLACSO para diseñar una alternativa así, basada en experiencias nacionales e internacionales. Se espera que algunos gobiernos estatales puedan adoptarlas.

Es urgente, porque esta generación de jóvenes puede y debe erradicar la pobreza extrema y reducir la pobreza a la mitad en 2030. Es la única opción para aprovechar el bono demográfico. Es la mejor inversión para crecer con equidad y cohesión social.

Y además, es un tema pertinente en el marco del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, el 17 de octubre, porque más de la mitad de las personas jóvenes de 15 a 29 años viven en pobreza por ingresos.

Consultor internacional en programas sociales

@rghermosillo

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