Incertidumbre, volatilidad y bajo crecimiento económico marcan el contexto global que enfrenta América Latina. Los recientes virajes en nuestro entorno geopolítico nos obligan a buscar alternativas reales para dinamizar el crecimiento, no perder logros sociales, y fortalecer alianzas internacionales. Lejos de caer en la parálisis, podemos aprovechar esta coyuntura para sacar partido de nuestras ventajas. Somos una región de paz, tenemos una población joven y educada, disfrutamos de una ubicación geográfica estratégica, y constituimos una comunidad de valores compartidos.

Después de dos años de crecimiento económico negativo, la economía latinoamericana empieza a levantar cabeza. La recuperación —aunque lenta— de grandes economías que enfrentaban problemas, sirve de contrapeso a la posible contracción del comercio internacional y un menor flujo de inversiones hacia la región. No obstante, debemos prepararnos para las consecuencias del alza del dólar y del encarecimiento de nuestro financiamiento exterior.

En lo político, preocupan las señales de confrontación y el resurgimiento de retóricas xenófobas y nacionalistas en muchas partes del mundo. Nuestra respuesta debe ser firme en los principios, pero estratégica en la acción. Así lo ha hecho México, que ante el nuevo marco internacional ha buscado ampliar su relación política y económica con América Latina, Europa y Asia. Hay que resaltar el valor de Iberoamérica que manifestara en su reciente visita a España el canciller Luis Videgaray, al decir que “la identidad, el corazón y el futuro de México están en Iberoamérica”.

Al mismo tiempo, debemos atender nuestros desafíos internos, que no son menores: la inseguridad ciudadana y la violencia urbana, la corrupción, la pobreza, la desigualdad, la falta de diversificación productiva, la alta informalidad laboral, la necesidad de mejorar la calidad de nuestras instituciones y servicios públicos, la desafección ciudadana con la política, y la tarea siempre pendiente de profundizar nuestra integración regional.

Aunado a esto, vemos con consternación el agravamiento de tensiones políticas y polarización ciudadana en algunas partes de nuestra región. América Latina no puede regresar a recetas del pasado: hoy más que nunca, se requiere del diálogo y la búsqueda de acuerdos que en última instancia beneficien a los ciudadanos, que son los más expuestos a los desencuentros.

Nuestras dificultades son reales, pero no son insuperables. Debemos tomar las riendas de nuestro destino, reconociendo y aprovechando nuestras ventajas. Somos una región sin guerras, la única región en el mundo en que ningún país está involucrado en un conflicto armado. Somos una región joven y educada, que en los últimos diez años ha duplicado su matrícula universitaria. Somos una región bioceánica, capaz de tender puentes de comercio, inversión y cooperación en el Atlántico y el Pacífico. Y somos una región diversa que, sin embargo, comparte valores como la búsqueda de la paz, el multilateralismo, y la inclusión social.

Esa comunidad de valores nos permite potenciar nuestras relaciones hacia dentro y hacia fuera de América Latina. En mis recientes conversaciones con líderes internacionales he podido comprobar que tanto en Bruselas y Madrid, como en México, Brasilia o Buenos Aires, hay consciencia de la necesidad de avanzar de manera conjunta, a través de mecanismos como el Mercosur y la Alianza del Pacífico, y sacando partido de los acuerdos comerciales y de asociación de distintos países con la Unión Europea y el continente asiático. Esto demuestra, una vez más, que nuestra región puede más cuando actúa unida.

Ante la complejidad del contexto global, no debemos darnos por menos. Como decía Octavio Paz, debemos merecer nuestros sueños. América Latina tiene todo para salir adelante, pero debe creer en sí misma, atreverse a cambiar y tomar decisiones que construyan sobre sus propias fortalezas.

Secretaria general de la Secretaría
General Iberoamericana

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