Gratitud y evocación me suscitó un insólito y generoso homenaje a mi trayectoria, convocado por el colectivo MujerES de diversas filiaciones partidarias, edades y corrientes de pensamiento que creen en las ideas y en las causas como su potencial para transformar a México.

La cuestión de género me ha acompañado toda mi vida. Mi padre y mi madre eran maestros y el hogar era un microcosmos de igualdad. Mis estudios iniciales transcurrieron en la época de la educación socialista y mi primera escuela primaria se llamaba Rosa Luxemburgo. Después la decisión mojigata de segregar los géneros en la enseñanza, me privó de la compañía de las mujeres. Mi generación estableció vínculos de diálogo con las más destacadas feministas de aquel tiempo, cuando se impulsaba la equidad de género en torno a la concesión del voto a las mujeres, concebido como un método para apaciguar las sangrientas trifulcas en las urnas y convertirlas en espacios familiares.

Tuve siempre cerca de mí, en los cargos más altos posibles, a colaboradoras mujeres y un sinnúmero brillante de alumnas. Me calificaba como funcionario del sector social: el IMSS, la Secretaría de Educación y la Secretaría del Trabajo en cuatro sexenios. Eran esenciales las medidas estructurales tendientes a la equidad entre hombres y mujeres en el acceso y ascenso en la educación, la salud, el deporte, la recreación y los puestos de responsabilidad.

Estuve inmerso en el desarrollo del “Plan de Once Años” que alcanzó la paridad en la educación primaria. Propuse por primera vez la secundaria universal y años más tarde, me involucré en la operación legislativa para lograr la preparatoria obligatoria. Hoy es menester cumplirlo y abatir los frenos presupuestales que han dañado la capilaridad en el sistema y obturado el acceso a la educación superior.

Me preocupaba la defensa de las mujeres más vulnerables y su participación equitativa en el trabajo. Creamos el primer Centro de Desarrollo Infantil, introdujimos en la legislación el concepto de Educación Materno-Infantil e incorporamos el seguro obligatorio de guarderías en el IMSS, servicio que no puede ser subrogado a particulares en negocios turbios que provocan intolerables tragedias. Me correspondió además haber logrado en 1976 los salarios más altos de la historia de México, que ahora han perdido dos tercios de su valor y el salario mínimo cerca del 85%. Hoy el salario no sirve para dejar de ser pobre.

Mi paso por Naciones Unidas y la Unión Europea me convencieron que, más allá de la equidad de género, teníamos que librar la lucha contra la desigualdad como traba ancestral de la humanidad. Me mostró la distancia abismal entre los niveles de vida en los países en desarrollo y en los Estados de bienestar. Aprendí de los socialistas europeos que se puede convivir con la economía de mercado pero no con la sociedad de mercado, y menos con la política de mercado.

En el PRD desaté la controversia sobre la equidad de género en los cargos de elección popular: una proporción de 6-4. Después de intensos debates se acordó la proporción 7-3 que nos ha llevado, con los años, a la paridad formal que hoy existe en el país. Pensábamos que la acción legislativa y de gobierno de las mujeres impulsaría la deconstrucción de las normas y las prácticas masculinas hasta alcanzar una posición distinta a los ancestrales patrones discriminatorios.

Mucho se ha avanzado en las tareas de liderazgo y representación: escritoras, artistas, arquitectas, dirigentes, científicas, investigadoras, funcionarias; pero la obra apenas comienza. El dramaturgo Rafael Solana, escribió: “Debiera haber obispas”; en la jurisdicción civil, diría que debe haber más gobernadoras, más secretarias de Estado, más empresarias, desde luego más rectoras y más ministras de la Corte.

Estas promociones sirven de acicate y cobijo para sus compañeras y contribuyen a cambiar el innoble perfil machista de nuestra clase dirigente. Sin embargo, el avance de las mujeres distinguidas no se refleja en la condición de las mujeres pobres, el hambre se feminiza y cada vez hay más mujeres excluidas, marginadas y oprimidas. De ahí el llamado internacional a emprender hoy la batalla por la igualdad sustantiva. Quisiera sugerirles que, más allá de las ideologías, constituyeran un movimiento por la igualdad: una alianza interpartidaria, interclasista e intergeneracional, capaz de colmar la obra que han emprendido.

Comisionado para la reforma política del Distrito Federal

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses