No soy de asistir a velorios. No me gusta, me duele. Pero el fin de semana anterior me despojé de ese sentimiento para acompañar a un hombre que lo ha dado todo por la natación en México y ahora, ha perdido una parte muy importante de su vida tras el asesinato de su hijo Zoé.

Quien conoce a José Zambrano Contreras sabe bien que “Pepito”, como  le he llamado desde que nos conocimos hace más de 50 años en la Clínica 23 de la Unidad Morelos del Instituto Mexicano del Seguro Social, es una persona que irradia alegría con esa incansable labor de enseñar a otros en la alberca. El sábado 18 de junio del presente año se apagó esa alegría y no saben cómo me duele.

Y no me duele solamente porque se trata de un amigo. No me duele solamente porque se trata de otro padre a quien le han matado a uno de sus hijos. Me duele por el México en el que vivimos o en el que intentamos sobrevivir. La violencia no distingue clases sociales. En este país, lamentablemente, nadie se salva.

El dolor de Pepito se transforma en indignación. El joven asesinado se abrió camino poco a poco hasta ocupar un cargo público en el municipio de Cuautitlán Izcalli. Hacía su trabajo cuando esto ocurrió, en plena luz del día.

Desafortunadamente, en este país a todos nos ha tocado vivir algo similar. Poca gente (que son realmente afortunados y ojalá continúen de esa forma), tiene la posibilidad de decir que no han estado cercanos a un evento de este tipo y que por supuesto, lo cambia todo. Sin embargo, cada día son más las familias que experimentan esta clase de dolor y desgraciadamente los que más sufren son los que menos tienen porque nadie se da cuenta de las penumbras que viven por el crimen organizado, por los asaltantes, por los jueces y demás cómplices que no hacen nada para cambiar lo que se vive en el país.

Pepito ha enseñado a nadar a generaciones enteras desde los años 60. Es un hombre querido, trabajador. En todo el tiempo que llevo de conocerlo nunca he escuchado algo negativo respecto a su labor y mucho menos a su trato como persona. No tenía que sufrir esta tragedia, como nadie debería sufrirla.

Quien lea estas líneas van a compartir este sentimiento de impotencia, mismo que detonó desde el sábado por la mañana cuando recibí la noticia y después me dirigí al velorio. No soy de asistir a velorios, pero debía estar ahí, con el amigo que le ha dado a México la mayor parte de su tiempo por la enseñanza acuática.

Cuando Pepito se jubiló del IMSS se fue a trabajar conmigo a Lindavista y cambió la enseñanza para bebés por la de los masters, comenzó a enseñar a adultos, porque su piel ya no resistía estar dentro de la alberca por tanto cloro. Ahí ganó más amistades que hoy lo acompañan en estos terribles momentos.

No cabe duda que a la gente más buena le toca lo peor. Hoy le tocó a mi buen amigo Pepito, a quien le dedico estas líneas y por quien vuelvo a levantar la voz para exigir justicia.

Los mexicanos no debemos vivir con el miedo de no regresar a casa, de no poder trabajar con tranquilidad. Los mexicanos buenos y trabajadores, como el gran José Zambrano Contreras, no merecen sufrir la pérdida de un ser querido a manos del crimen y que las autoridades piensen que nos quedaremos callados como si nada. Los mexicanos debemos señalar y no dejar de exigir que trabajen para que toda esta violencia termine de una vez por todas. Descanse en paz Zoé Zambrano García.

Profesor.

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