La semana pasada tuve la oportunidad de leer los comentarios que dejaron en redes sociales cientos y cientos de ciudadanos que dieron su opinión sobre la noticia del departamento que compró en Miami la presidenta nacional del PRD. Me llamó la atención el tono furibundo, verdaderamente enojado de muchos de esos comentarios.

Algunos directamente insultaban a Alejandra Barrales y hacían apreciaciones misóginas, lo cual es siempre reprobable, con independencia de la persona aludida o de lo que haya hecho. Pero lo que muchos de los comentarios ponían de manifiesto es el hartazgo de la población frente a una clase política caracterizada por su profundo fracaso y por su ilimitada ambición cleptocrática.

La gente está cansada de ver que los políticos en general se enriquecen mientras los servicios públicos que recibimos están para llorar. Hay hospitales en los que las instalaciones son deplorables, a veces no hay medicinas o elementos tan básicos como papel sanitario, jeringas o sábanas en las camas de hospital. En las agencias del Ministerio Público a los abogados les piden que lleven sus hojas para imprimir las diligencias que se realizan, ya que de otra manera no se pueden levantar denuncias o recibir testimonios de las víctimas del delito. Las calles de muchas ciudades están repletas de baches. En caso de emergencia uno llama a una patrulla o a una ambulancia y tardan siglos en llegar, o a veces de plano nunca llegan.

Es muy difícil ser ciudadano en México. Los políticos se dan una gran vida, mientras millones de mexicanos apenas sobreviven hasta la siguiente quincena. Pero eso sí: los mediocres políticos que tenemos nos cobran impuestos como si estuviéramos en un país del primer mundo. 16% de IVA, 35% de Impuesto sobre la Renta, predial, impuesto por comprar vehículos y además impuestos por tenencia vehicular, a la gasolina (varios impuestos, unos que se suman a los demás), a la nómina, por inscripción al IMSS, Infonavit y un largo etcétera.

La clase política del país debería tomar buena nota del cansancio que ha generado, pues en poco tiempo puede convertirse en ira y manifestarse de manera violenta. Ya lo vimos en los saqueos que siguieron al anuncio del primer “gasolinazo”. Hay ciudadanos dispuestos a violar todas las leyes, cuando sienten que son tratados injustamente por sus gobernantes.

Por otro lado, es urgente que la sociedad civil se ponga a trabajar en serio, desde muchas trincheras, para evidenciar, denunciar y perseguir la corrupción, allí donde se halle.

Hay infinidad de contratos públicos firmados con sobreprecios, obras simuladas, nóminas fantasmas, desvío de recursos, conflictos de interés, cohechos, mordidas, etcétera.

Muchos de esos actos de corrupción están a la vista de todos. Basta con revisar los datos de contrataciones públicas y seguir la pista de la entrega de recursos que el gobierno hace a particulares para identificarlos. Carreteras que se construyen y reconstruyen durante décadas, puentes que llevan de la nada a la nada (pero que se facturan como si fueran el Golden Gate), recursos entregados sin justificación o racionalidad a sindicatos (hay que mirar el tema evidente y doloroso de Pemex), gastos en viáticos de diputados que viajan como reyes al extranjero, redes de empresas fantasmas que ganan todas las licitaciones y así hasta hacer una larguísima lista de abusos, actos ilegales y prácticas corruptas que han enriquecido y siguen enriqueciendo a nuestra nefasta clase política.

Mientras todo eso pasa, el Sistema Nacional Anticorrupción sigue existiendo solamente en la letra de nuestra Constitución y nuestras leyes. El Senado sigue empantanado en el nombramiento del fiscal anticorrupción, en Sonora ya decretaron la inconstitucionalidad de la Fiscalía Anticorrupción, en Nuevo León no han podido hacerle ni cosquillas a Rodrigo Medina, Javier Duarte sigue prófugo, de Roberto Borge nadie se acuerda, no hay procedimientos de responsabilidad contra presidentes municipales que se han robado hasta el escritorio y siguen impunes.

Quizá la batalla cívica más relevante que tendremos que librar en México en las próximas décadas sea contra esa hidra de mil cabezas que es la corrupción. Nada podemos esperar, en este y en tantos otros temas, de los políticos. Tendremos que dar esa batalla por nosotros mismos, defendiendo al país, antes de que termine de quebrarse de manera irremediable. Pongamos manos a la obra.

Investigador del IIJ-UNAM
@MiguelCarbonell centrocarbonell.mx

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