Hoy 20 de enero Donald Trump asume oficialmente el cargo de presidente de Estados Unidos, pero la era Trump ya está en curso. Si la campaña electoral de Barack Obama marcó un hito en el uso de Twitter en la lucha por conseguir a los votantes, Donald Trump abre una nueva etapa en la política, gobernando a través del Twitter antes siquiera de ser investido oficialmente.

En el ámbito económico, su promesa-amenaza de imponer un impuesto de 35% a los automóviles producidos en México, no solamente provocó reacciones -muy distintas por cierto- de las empresas como Ford o BMW, sino la declaración del FMI sobre el peligro de las guerras comerciales. En la política internacional, sus mensajes de Twitter pusieron en alerta a China, a sus socios de la OTAN, a Irán, y a todos los interesados en el progreso de las negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina. En la política interna, el conflicto entre el presidente electo y sus servicios de inteligencia se hizo público y evidente en cuestión de minutos.

Desde la victoria de Donald Trump, el mundo espera un periodo de turbulencias e incertidumbre. Pero más allá de la personalidad controvertida de Trump, de su discurso incendiario y vulgar, la pregunta que nos interesa aquí es: de aquí en adelante, ¿presenciaremos el auge de la política a través de redes sociales? En México, el caso más evidente de este nuevo estilo es el conflicto entre los medios de comunicación tradicionales y el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez, que culminó en la declaración del diciembre pasado de que sólo hará declaraciones a través de redes sociales.

Es una pregunta interesante porque el carácter de los medios define el estilo de la comunicación política. Los estudios sobre Twitter, por ejemplo, han demostrado que es un medio propicio para difundir la información y para persuadir a los usuarios de aceptar ciertas ideas o conductas. Los 140 caracteres permitidos imponen la necesidad de ser concisos, pero tampoco permiten explicaciones complejas. El Twitter se posiciona también como la red social con mayores niveles de hostilidad en los mensajes, quizás precisamente por esta necesidad de sintetizar en muy pocas palabras tanto la información como el sentimiento. En este sentido, no extraña que Twitter es el medio preferido de Donald Trump.

Pero no es solamente el estilo de las conversaciones, sino el hecho que en realidad no son conversaciones: los flujos de comunicaciones son unidireccionales, y aunque los políticos mandan mucha información, rara vez responden a los ciudadanos que leen e incluso difunden sus mensajes. Además, es un intercambio de mensajes entre personas que piensan igual, porque también los estudios han demostrado un alto nivel de homofilia en las comunidades de los tuiteros.

Donald Trump no es el primer político quien adopta a Twitter como un medio preferido de comunicación, sin embargo, es quien -por su cargo, su visibilidad y el impacto de sus declaraciones- puede convertir este estilo personal en una tendencia generalizada. Si desde hace años nos lamentamos que la política es cada vez menos deliberativa y más agresiva, la política a través de Twitter puede convertirse en el semillero de ciudadanos angustiados, neuróticos, que buscan confirmar sus prejuicios leyendo sólo los breves mensajes de los políticos a los que les gusta escuchar el eco de sus propias declaraciones en un espacio virtual vacío de debate.

*Profesora investigadora de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública. Actualmente está participando en un proyecto multidisciplinario sobre la política, las elecciones y las redes sociales.

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