Estamos a un año de celebrar las elecciones presidenciales del 1º de julio de 2018, un día histórico para México. En esa fecha, celebraremos haber sacado de Los Pinos a uno de los gobiernos más corruptos e irresponsables de nuestra historia pero sobre todo el haber tomado una ruta decisiva para el futuro. Así, le diremos un “no” contundente a la corrupción criminal. “No” al robo descarado de recursos públicos para beneficio personal y de grupo y a la complicidad de políticos con el crimen organizado. “No” a la manipulación de listados electorales y al uso arbitrario de recursos públicos, cuya última expresión vimos en Coahuila y el Estado de México. “No” a los vicios de comprar votos y manipular elecciones.

También celebraremos por haberle dicho un rotundo “no” a quienes no creen en el Estado de Derecho, “no” a aquellos que mandan al diablo a las instituciones cuando los resultados no les favorecen. Diremos “no” a esa cultura priísta, autoritaria y corrupta, encarnada en muchos políticos de distintos partidos, que tanto daño le ha hecho a México. “No” al maniqueísmo, a la intolerancia de quien excluye y condena a quien piensa distinto, pero absuelve de su pasado corrupto a quien se le une. “No” al despotismo que cuando llega al poder reprime y asesina a su propia gente, como sucede en Venezuela.

Sé que López Obrador quiere oponerse al actual PRI, pero quiere hacerlo volviendo al viejo PRI, al de los años setenta, con todos los errores y horrores que eso significa. Que no nos quepa duda: ese es un traje viejo que a nuestro país le queda mal. Es un traje que a México le queda chico. Ya lo hemos vivido y ya lo han vivido en otros países.

Más allá de este NO, absolutamente indispensable, está la pregunta de cuál es el SÍ nacional con el que vamos a caminar los próximos años. El “sí” que necesitamos tiene que venir de la apertura frente al mundo: “sí” a la valentía ante la competencia y la innovación; “sí” al compromiso irrestricto con la dignidad de la persona, con las libertades económicas, sociales y políticas; “sí” al convencimiento de la democracia como poder de la gente y servicio de los gobernantes; “sí” al control y transparencia efectiva al uso del dinero en las campañas y partidos políticos; “sí” al fortalecimiento de nuestras instituciones; “sí” a un México en donde el gobierno cumpla la ley y la haga cumplir, con un Estado de Derecho sólido y eficaz; “sí” a la honestidad en la vida pública y a la generación del Bien Común.

El “sí” que necesitamos tiene que hacer un movimiento doble y audaz. Primero, tiene que tirar, de una vez por todas, los viejos muros que nos separan. Muros que nos dividen en ciudadanos de primera, de segunda y de tercera frente a la justicia y las oportunidades. Nos dividen entre los que pueden todo sin límites y a quienes no tienen ni lo indispensable para sobrevivir. Y segundo, tiene que poner las condiciones para que demos un gran salto como país, al identificar y abrazar las oportunidades del siglo XXI.

Luchemos por hacer realidad nuestros sueños. Por ese México solidario para que el origen, el color de piel, el género, la lengua, las palancas y el dinero no sean factores determinantes en el destino de nuestros niños o nuestras niñas. Luchemos por pasar de productores de manufacturas a generadores de talento y exportadores de lo pensado, diseñado y producido en México.

Ese México es posible y es hora de que vayamos por él de una vez por todas. La alianza con los ciudadanos es la que va a triunfar en el 2018. Por eso, a mis compañeros de partido y a los liderazgos de otros partidos, los invito a que ustedes se sumen a la gente, y no se arreglen esperando a que la gente se sume a los políticos. Convoco a los ciudadanos a participar y comprometerse con el futuro participando en la política y en la construcción de éste, nuestro futuro, desde su familia, su escuela, su trabajo y desde sus comunidades virtuales.

Todos, manos a la obra. Porque llegó la hora de avanzar hacia el futuro. Llegó la hora de México.

Abogada

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