Sigo recorriendo el país en la gira “Voy por México” con dos objetivos fundamentales: escuchar y servir a la gente. Con ese propósito visité a los adultos mayores del albergue “Juan de Zelayeta” en Tepic, Nayarit. Ellos son nuestra reserva de experiencia y de cariño. Y sin embargo, 8 de cada 10 ancianos enfrentan situaciones de abandono y pobreza. El gobierno federal les ha quedado a deber. Prueba de ello es que el presupuesto del Inapam se ha venido reduciendo. Hay que reforzar los programas de apoyo al adulto mayor y dejar trabajar con más libertad y recursos a las organizaciones sociales, que con lo que pueden, hacen una labor verdaderamente heroica. El bien que los voluntarios le hacen a cada persona necesitada se lo hacen a México.

También estuve en Tlaxcala, específicamente en la colonia La Cañada, de Apizaco. Ahí mi equipo y yo rescatamos un parque público que se había dejado en el olvido durante años. Me dio mucho gusto ver a voluntarios unirse a esta tarea espontáneamente. Esto demuestra que las ganas de hacer el bien también son contagiosas. Tenemos que recuperar la dignidad de lo público, de lo que es de todos y rescatar nuestros parques. Hay que hacerlos lugares de convivencia para la cultura y el deporte, con acceso a internet y en los que haya espacios para que cualquier persona pueda disfrutar de ellos, especialmente aquellas con discapacidad.

Después estuve en Hidalgo, donde escuché a ex trabajadores de la industria minera en Pachuca, quienes viven en una gran incertidumbre económica. Hidalgo tiene todo el potencial para lograr un crecimiento sustentable, que aproveche sus recursos y que genere empleos para los hidalguenses. No sólo la minería o la metalurgia, sino distintas formas de turismo relacionadas con los pueblos mágicos de rica tradición minera, y con las zonas ecológicas e imponentes paisajes de este gran estado. El México del futuro es uno en el que la historia y las tradiciones se vinculan con las nuevas industrias para generar inversión, empleo y crecimiento económico.

También visité Durango y, como en otras ciudades del país, confirmé el enorme potencial de nuestras industrias culturales. El cine es un claro ejemplo. En ese estado platiqué con gente que trabaja en la industria cinematográfica y el turismo. Ellos me recordaron que Durango fue durante muchos años un verdadero epicentro de producción de cine. Es importante rescatar la tradición histórica cinematográfica de Durango para crear un centro de promoción del cine en el norte del país. Lamentablemente, como en muchas cosas en este sexenio las prioridades están en otra parte, no en lo que México necesita. Mientras que el sexenio pasado se multiplicó más de tres veces el presupuesto del sector cinematográfico, en esta administración el presupuesto del IMCINE pasó de 440 millones de pesos en 2012, a 275 millones en 2017. Esto tiene que cambiar. Y también tienen que cambiar los incentivos para que la iniciativa privada participe más en el desarrollo de la industria cultural mexicana. Me fui de Durango con la certeza de que hay mucho talento y potencial que puede generar inversión, empleo y orgullo para nuestro país si sabemos promoverlo.

Así, sigo recorriendo México y a cada paso confirmo que nuestro país quiere un cambio con rumbo y certeza. Cada ciudad que visito refuerza mi convicción de que nuestro país descartará las ideas viejas del pasado y optará por un futuro más justo e incluyente, en el que nuestro potencial se hace realidad.

Abogada

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