Acostumbrados a pensar en sí mismos, y no en los ciudadanos, los políticos le dicen “La joya de la corona” al Estado de México. Desde que Carlos Hank González dijo que “un político pobre es un pobre político”, el Estado de México se ha convertido en el emblema del PRI y su forma de ver al gobierno como una fuente de enriquecimiento: una “joya” para robar y obtener recursos. El costo ha sido mantener al estado en la incertidumbre económica, la indignación por la corrupción y el miedo por la inseguridad.

La incertidumbre que viven las familias mexiquenses se refleja en desempleo (segunda tasa más alta del país) y sobre todo en el sub-empleo. En el Estado de México, 6 de cada 10 trabajadores no tienen un empleo formal que les dé las condiciones para tener servicio médico y prestaciones para darle una vida mejor a sus familias. No sorprende tampoco que tenga el mayor número de pobres en el país: 8.3 millones de mexiquenses están en la pobreza y 1.2 millones están en la pobreza extrema.

En la raíz de estos problemas está la corrupción, que el PRI despliega con mayor cinismo durante las campañas. Apenas ayer, un diario de circulación nacional publicó que desde la Presidencia de la República se ordenó a 24 dependencias federales dirigir cuantiosos recursos de programas públicos al Estado de México. Pero no en infraestructura para detonar el crecimiento. No en transporte público para que la gente sea más productiva en el trabajo. No en seguridad ni mucho menos en educación o en salud. Al más viejo estilo priísta de los años ochenta, el gobierno federal se volcó a entregar despensas, tarjetas con dinero y varios tipos de “apoyos sociales”: dádivas para comprar el voto a favor del primo del presidente Peña Nieto. No sorprende que 9 de cada 10 mexiquenses consideren que la corrupción es más frecuente en los partidos políticos.

Pero también para 9 de cada 10 mexiquenses la corrupción ha invadido las policías, lo que explica la terrible crisis de seguridad de la entidad. La tasa de victimización es la más elevada a nivel nacional. En 2015, el 45.8% de la población mayor de 18 años fue víctima de al menos un delito. El principal temor de 9 de cada 10 hombres y mujeres mexiquenses es ser víctima de robo o asalto en la calle o en el transporte público. Y las mujeres sienten un temor más profundo y terrible, porque el Estado de México se volvió la capital del feminicidio. Mientras que a nivel nacional hay una tasa de 3.87 mujeres asesinadas por cada 100 mil mujeres (2015), en el Estado de México esa tasa es de 4.88. En números absolutos, el Estado de México ocupa el primer lugar nacional en asesinatos de mujeres, con 396 casos ocurridos en 2015 (Inegi).

Por todo lo anterior, resulta fundamental que el 4 de junio la gente del Estado de México utilice la herramienta más poderosa del ciudadano para detonar un cambio: el voto libre. Yo he estado apoyando la campaña de Josefina Vázquez Mota a la gubernatura del Estado de México, porque sé que ella tiene la combinación de experiencia, capacidad y honestidad que necesita el Estado de México para dejar atrás la incertidumbre, el enojo y el miedo. El Estado de México no es la joya de ninguna corona, es una entidad que se merece un gobierno honesto y digno que lo saque adelante.

POR CIERTO. Lo que hoy se necesita es una alianza con los panistas que están dando su mayor esfuerzo en los estados donde hay elección el 4 de junio. Honestamente me preocupa que Ricardo Anaya anuncie alianzas cuando no se ha planteado siquiera la posibilidad de discutir sobre el método para elegir a el o la candidata de Acción Nacional a la Presidencia. Somos ya muchos los que hemos externado con claridad la voluntad de buscar esa candidatura, y a pesar de que soy la mejor posicionada, Ricardo no consultó conmigo, ni con nadie, esta decisión. El anuncio que hizo Anaya junto con Barrales tiene tintes de autoritarismo y parece encaminado a beneficiar únicamente a quien dirige el partido.

Abogada

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