“Yo sé de un pesar profundo entre las penas sin nombres:¡La esclavitud de los hombreses la gran pena del mundo!”José Martí, ‘Versos sencillos’

Hoy los mexicanos gozamos de una suma de libertades, instituciones y espacios en la vida pública, que garantizan que nuestra democracia cuente con instrumentos para ejercer plenamente nuestra ciudadanía. Ha sido fruto de un esfuerzo prolongado en nuestra historia y de una buena parte de ello muchos hemos sido testigos y hasta protagonistas de esas luchas. Pero de igual manera todo ello puede irse perdiendo si no se ponen los incentivos correctos para proteger la libertad en nuestra vida en común.

Uno de los escritores que han dado la lucha por la democracia y la libertad de nuestro país es sin duda Enrique Krauze. En octubre del año pasado, pronunció un hermoso discurso al recibir el “V Premio FAES de la Libertad”. Dedica especialmente unas líneas para nuestro México y las inicia con una afirmación: “Dos fuerzas terribles y convergentes amenazan la libertad en México: la corrupción y el crimen”. No podemos más que estar de acuerdo: quizá en el último año hemos visto claramente converger estos elementos. Crimen organizado y corrupción son una amenaza.

Muchos hemos sostenido que hay en México un retroceso en las libertades. No sólo en relación con la libertad en la que se pone en riesgo la integridad física sino la libertad de pensamiento, la libertad de expresión. Desde el poder se amenaza, se abusa, se compra, se dictan líneas. Pero el patrón también se repite en los órganos de gobiernos, en las organizaciones políticas y quizás en las organizaciones sociales. Esta falta de libertad comienza a minar la confianza en todo tipo de instituciones. Daré unos ejemplos, en el caso de los partidos políticos que hoy por hoy son las organizaciones que más han perdido la confianza de los ciudadanos.

Los partidos políticos, los tres más grandes, están decidiendo sobre su dirigencia nacional. El reto es muy grande y es importante. El país requiere entrar a una etapa de transparencia que brinde la confianza que se necesita para que los ciudadanos vean un camino en ellos. Los tres partidos hablan de la unidad pero los actos compulsivos de las estructuras partidistas que vulneran la libertad íntima de votar, de proponer, de registrar no son ciertamente cimientos sólidos sobre los cuales pueda construirse la unidad que se quiere.

Lejos de lo que se necesita, somos testigos de límites a la libertad a través de pretextos e incluso usando valores que apreciamos. Alguna vez oí a un miembro del PRD que decía que ya no se hablara de la corrupción en el gobierno federal porque eso era desestabilizar al país. A nombre de “la unidad” se callan voces, se manipulan padrones internos, se niegan candidaturas. Es realmente hipócrita traer la palabra “unidad” para llevar prácticas que atentan contra la libertad de las personas. Lo que realmente atenta contra la unidad es precisamente la cancelación de tales libertades. Bajo la palabra “lealtad” se esclaviza a los integrantes de un grupo a decidir de una determinada manera y , se vota corporativamente. Me consta que hay gente que ya no quiere sacarse una foto con alguien distinto al candidato del gobernador en turno por temor a que le quiten su trabajo. En nombre de la “generosidad” se pide que no se disienta ni se denuncie. Y no digamos todo lo que se esconde y lo que se transgrede en términos de libertades cuando se dice “vamos a negociar”.

Hace unos meses, un integrante de la Comisión Permanente del PAN me dijo: “yo no puedo decidir mi voto, pero derecho a opinar, sí tengo”. Lo siento por ella y por el PAN, pero sobre todo, lo siento por México.

Es importante que todos veamos que es un enorme riesgo que se corre el ir permitiendo esa falta de libertad; caer en la cuenta de que la estamos perdiendo es un buen paso.

Pero no es fácil reconocerlo, aunque parezca sencillo. Hace unos años, en el programa Discutamos México sobre Francisco I. Madero, el propio Krauze reflexionaba sobre la libertad; dijo algo así como: “la libertad es un fin en sí mismo y, como el aire, sólo se aprecia de verdad cuando se pierde”. Y tiene razón. Si no la cuidamos, si no la defendemos, si seguimos siendo tolerantes o indiferentes al autoritarismo, podríamos darnos cuenta, demasiado tarde, de que hemos perdido nuestra propia libertad. Eso es algo que no podemos permitir.

Abogada

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