En memoria del maestro
Manuel Meda Vidal

El lunes 25 de enero, el secretario de Educación dio a conocer el Plan Escuela al Centro. Gran cobertura, en el contexto de la Confederación Nacional de Gobernadores (Conago) y la Biblioteca de la escuela Benito Juárez, ámbito excepcional por sus instalaciones, preparada, siempre, para la foto.

Hay preguntas ineludibles ante este programa que, a juicio de las autoridades, inicia, por fin, el “aterrizaje” de la reforma educativa en el aula. Consideremos la primera de las seis acciones que contiene: reorganizar la gestión escolar.

1.— Para reducir los trámites que impiden a los directores de las escuelas llevar a cabo bien su trabajo, se incorporarán a la estructura de la escuela dos subdirectores: uno dedicado a los procesos técnicos de la gestión y otro a los temas académicos. Es paradójica esta iniciativa, pues con el pretexto de quitar estorbos burocráticos, ¡se incrementa la burocracia en cada plantel! La SEP lo enuncia así: “Una nueva organización de la escuela con menos burocracia”. No es el caso: la organización escolar, lejos de los propósitos expresos, incrementa sus cuadros administrativos. Y no sólo en ese nivel: los supervisores contarán con un asistente para el apoyo técnico-pedagógico, y otro concentrado en la gestión. Muchos profesores han denunciado que la cantidad de formatos que tienen que repletar (y no sirven para nada) merman su dedicación a la enseñanza. En lugar de eliminar estas labores huecas, se decide incrementar los puestos superiores de gestión. ¿Desburocratizar burocratizando?

2.— Días antes, el secretario Nuño dio a conocer que los comisionados sindicales —que durante 40 años fueron pagados por la SEP— dejarían de obtener sus recursos por esta vía, y serán ahora remunerados por el sindicato con sus propios recursos, resultantes de las cuotas y otros ingresos como las partidas especiales que la SEP otorga, por usos y costumbres, al SNTE. Sobre este punto hay división de opiniones, pero no cabe duda que era así como resultado de la negociación de las condiciones generales de trabajo, y es, por cierto, práctica generalizada en la mayoría de los sindicatos de empresas o instituciones públicas. Añadió que también se acabaría con los aviadores. Es crucial distinguir entre el tema de los comisionados y el de los que cobran sin trabajar. No es lo mismo. En el caso de los que percibían sueldo sin devengarlo, ni en tareas sindicales, quehaceres docentes o de administración educativa, hay mar de fondo: el aeronauta cobraba, es cierto, sin merecerlo, pero la pista, el avión y la torre de control estaba, en muchos casos, a cargo de la propia SEP o sus clones estatales, y siempre con su consentimiento u omisión injustificada. Se trata de una aberración que debe tener, como consecuencias, al menos dos: el despido inmediato del que cobró a sabiendas que no laboraba, y la sanción correspondiente (inhabilitar) a quien, a cambio de algo, usó sus facultades para que ocurriera. Es un delito y debe indagarse. ¿Cuándo iniciará este proceso? Sería un avance en transparencia, pero sobre todo en rendición de cuentas, porque la claridad de un fraude, sin consecuencias, es demagogia.

3.— Lo inaudito es que, sin empacho, se haya anunciado que no sólo no serán despedidos los beneficiarios de la estafa, sino que, como castigo, ocuparán funciones de mando en las escuelas: subdirectores o supervisores. Imaginemos el anuncio: “Se solicita subdirector académico. Indispensable certificar larga experiencia como aviador, de preferencia “idóneo” o “destacado”. Ambos sexos, prestaciones de ley y ausencia total de vergüenza”. Esto no es una paradoja, sino lo que sigue: una parajoda.

Así las cosas, es verdad: aterrizará en las aulas, muy pronto, no la ausente reforma educativa, sino la impunidad. Y se quedará, ahí, en el mero centro.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México

@ManuelGilAnton

mgil@colmex.mx

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