Meade, flamante secretario de Hacienda, compareció ante el Senado para exponer la política económica de Peña. Habiendo sido secretario de Hacienda también del PAN, confirma que PRI y PAN son lo mismo, ejecutores del modelo oligárquico y antisocial. Cuatro años de Peña demuestran que se gobierna para la élite económica y las trasnacionales, cuya penetración impulsa sin freno, abandonando los intereses de los grandes sectores nacionales. El modelo concentra el ínfimo crecimiento en pocas manos, profundiza la desigualdad, sólo administra la pobreza, se endeuda irresponsablemente; enajena su soberanía económica al entregar el eje rector de la economía nacional a extranjeros con la reforma energética; pretextando la “libre competencia”, favorece a los monopolios; su costosa burocracia ineficaz, ha llevado al país a la quiebra y al mayor desastre económico y social de la historia de México.

Ha mantenido a México en un crecimiento menor a 1%, dato negativo considerando el crecimiento demográfico. Su modelo no está diseñado para crecer, sino para reproducir y profundizar la concentración de la riqueza. El 80% del crecimiento del país depende de las exportaciones a Estados Unidos, país que concentra 90% del total de las mismas. Dicho sector exportador paga sólo entre 1 y 13% de impuestos contra 35% que pagan las personas físicas; quinientas empresas beneficiarias concentran 60% del PIB, empleando solo a 8% de la población. La repartición del ingreso nacional deja al trabajo sólo el 24%, mientras 10% de los mexicanos más ricos se apropia de 67%; consecuentemente, se incrementa la pobreza. Hace 20 años los programas antipobreza tenían una cobertura de 5 millones, hoy se ha quintuplicado dicha cobertura y siguen en la pobreza más de 50% de los mexicanos. La pobreza no se supera con bajos salarios —los más bajos de Latinoamérica—, informalidad y mínima creación de empleo, se supera con crecimiento y redistribución. En los cuatro años de Peña Nieto se requerían 4.9 millones de empleos, sólo han creado 2 millones y de baja calidad. 60% de la población ocupada no cuenta con seguridad social. El gobierno de Peña ha endeudado al país de manera irresponsable, incrementándola en cuatro años de 36.4% del PIB a 50.5%; no para generar crecimiento, ni reducir la desigualdad y la pobreza, sino para compensar el hoyo fiscal dejado por la desnacionalización del petróleo, pagar los intereses de la deuda acumulada y mantener el despilfarro en la inercia de los gastos onerosos de la burocracia. La austeridad es falsa. El gasto corriente ha pasado de 75% a 80%, disminuyendo el gasto en inversión. Entre 2013 y 2017, el Presupuesto de Egresos de la Federación ha aumentado 22%, de 4 billones a casi 5 billones. El aparato policiaco-militar (policía, Marina y Ejército) ha crecido 40% en promedio (con un crecimiento acumulado, de 2001 a 2015, de 35 mil millones de pesos a 148 mil millones), para garantizar las exigencias de los intereses extranjeros y enfrentar las inconformidades sociales que genera el modelo. En cambio, no crecen los gastos en educación y salud, se reducen los presupuestos de economía, agricultura y medio ambiente a la mitad. Para financiar este despilfarro, se ha vulnerado la autonomía del Banco de México, utilizando sus remanentes, producto de la devaluación del tipo de cambio, que afecta a las mayorías, dirigiéndolo a incrementar el saldo en divisas del Banco.

El fracaso del modelo es evidente, el gobierno de Peña no tiene salida, preso de su política ruinosa, sometido a los dictados del capital extranjero y a la oligarquía nacional. México está en quiebra, perdido política, económica y moralmente.

Senador de la República

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