Transcurridos tres años de la administración del presidente Enrique Peña Nieto, es un momento oportuno para evaluar su gestión a la luz del propósito de transformación nacional que se propuso al comienzo del sexenio, así como analizar las perspectivas de este proyecto para la segunda mitad de su periodo de gobierno.

¿Cuál ha sido el significado de la transformación nacional que está en marcha y cuál es su horizonte inmediato y en el largo plazo? La trascendencia de este gran proyecto de transformación es que está realizando cambios sustantivos en el modelo de desarrollo y en la naturaleza del régimen democrático.

Solamente así puede entenderse que a diferencia de otras economías emergentes y desarrolladas que actualmente se encuentran en recesión en el mundo, México crece de manera sostenida aunque, hay que reconocer, no al nivel de su potencial y de sus necesidades sociales.

Más aun, el país transita exitosamente de la orientación al mercado externo, a la activación plena del mercado interno como motor del crecimiento y de la veloz generación de empleo que observamos en meses recientes. Así, también, puede interpretarse la transición en la fuente principal del ingreso público: pasamos de la dependencia del ingreso petrolero a un incremento sustantivo de la base fiscal de las finanzas públicas, en un marco de estabilidad macroeconómica y responsabilidad financiera.

En el tema educativo, el cambio es de raíz al empezar a desmontar el sistema clientelar y corporativo, aplicar el censo y la evaluación magisterial a nivel nacional y anunciar, para enero de 2016, el nuevo modelo educativo en el sistema de educación media superior y a nivel básico.

Un alcance semejante tiene el nuevo activismo de la política exterior en regiones donde la presencia de México había disminuido, como en América Latina, Asia-Pacífico y Medio Oriente, así como la acción multilateral por venir en materia de cambio climático, drogas y biodiversidad biológica.

En el ámbito político, aspectos como la construcción —en marcha— de los sistemas nacionales contra la corrupción y el de transparencia, con base en la gestión de órganos autónomos y la participación de la ciudadanía, refieren a nuevos equilibrios entre los Poderes de la Unión e innovaciones en la arquitectura institucional del régimen político. En un sentido similar se inscribe la intervención de la SCJN en decisiones y debates fundamentales sobre las candidaturas independientes y la marihuana, así como la consolidación de la función electoral del nuevo INE en la reciente elección intermedia. Esto nos remite a la consolidación institucional del régimen y a una nueva base de la gobernabilidad democrática.

Al mismo tiempo, el PRI evoluciona y renueva su estructura organizativa y la estrategia electoral al ritmo de la transformación nacional, atento a la sensibilidad ciudadana. Abrimos nuestro partido a los candidatos ciudadanos que simpaticen con nuestro ideario; a diferencia de otros partidos, garantizaremos la paridad de género, sin simulaciones, y seremos muy escrupulosos al seleccionar el perfil de nuestros candidatos.

Todo lo anterior demuestra que hay resultados y expectativas promisorias para los años por venir, las cuales no hubieran sido posibles sin la audacia y visión del presidente Enrique Peña Nieto para encabezar un proceso de transformación nacional diseñado no en función de elecciones inmediatas, sino del futuro de México.

Presidente nacional del PRI

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