Del Juanito de Iztapalapa nació el apelativo de juanitas para las mujeres que a los pocos días de haber tomado posesión, con consentimiento pleno, cedían el cargo a sus maridos, hermanos o personas cercanas del sexo masculino que tenían como suplentes.

Los partidos incluían mujeres para cumplir con la cuota de género exigida por la legislación electoral, aunque después se quedara la representación masculina. La reacción legislativa ante la afrenta fue establecer que en la fórmula electoral, una mujer sólo podía ser sustituida por otra mujer.

Después de las cuotas, llegó la paridad en las candidaturas con la obligación para las autoridades electorales de vigilar el cumplimiento de la regla. Por sentencia de 11 de mayo, la Sala Superior del TEPJF ordenó la destitución de todos los consejeros electorales de Chiapas por no haber garantizado la paridad en la elección de 2015. Esta resolución busca llevar un mensaje para todos los OPLEs del país.

Ahí mismo, en Chiapas, a más de un año de la elección, no han podido asumir el cargo a cabalidad algunas mujeres electas en comunidades indígenas. El caso más grave fue el de Chenalhó, donde Rosa Pérez fue separada con artimañas de sus funciones. Rosa, a diferencia de las juanitas, jamás expresó su consentimiento para ser sustituida. Todo indica que hubo acuerdos entre hombres a sus espaldas y su situación se dirime en un tribunal federal.

Fayad, candidato triunfador para el gobierno de Hidalgo, declaró recientemente que “por cumplir con la paridad se perdieron alcaldías”, señalando además que se postuló a mujeres no competitivas.

En el reciente proceso electoral para las gubernaturas de 12 entidades del país, compitieron mujeres con posibilidades reales de triunfo, pero ninguna ganó. Llama la atención el caso de la candidata del PRI al gobierno de Puebla, porque la sala especializada en procedimientos administrativos sancionadores del TEPJF detectó violencia política en su contra pero con una votación de tres a dos, la Sala Superior revocó la resolución.

La Sala Especializada había impuesto la sanción por considerar que se había afectado el derecho a la igualdad y no discriminación de la candidata, porque durante la campaña se usó la conocida conversación de Mario Marín en la que un empresario lo llamó “mi góber precioso”. El PAN empleó la grabación para demeritar a Blanca Ayala relacionándola con el ex gobernador y diciendo “todos sabemos quién la hizo presidenta municipal de Puebla”. Y luego, con imágenes más recientes: “podemos ver que ese vínculo permanece”. El spot remataba con un total menosprecio a la candidata: “No es ella, es él”. Es decir, Mario Marín iba a volver a gobernar Puebla por interpósita persona.

Ante la sola posibilidad de que Margarita Zavala sea candidata a la Presidencia de la República, se afirma que ya gobernó el país y que equivaldría a la reelección de Felipe Calderón. Es el mismo planteamiento que en Puebla: no es ella, es él.

En el continente, con Cristina Kirch-
ner se decía: “Néstor va a seguir gobernando”. Muchas acciones de Dilma se le imputan a Lula. Keiko Fujimori tuvo que decir: “No soy Alberto, soy otra persona” o “La candidata soy yo, no mi padre”.

Independientemente de las simpatías y de los sesgos partidistas, el esquema se repite: descalificación anticipada y negación de autonomía. ¿Quién la manipula? ¿Quién va influir sobre ella? ¿Quién está detrás? Necesariamente un hombre, visible o invisible.

Hillary ha logrado desmarcarse de Bill, porque ya pasaron tres lustros del periodo presidencial de su marido y porque ya mostró su capacidad como secretaria de Estado; pero, desde el pequeño municipio indígena hasta una gran nación, desde Chenalhó hasta Washington o Brasilia, la capacidad de gobierno de las mujeres sigue en entredicho.

Directora de Derechos Humanos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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