El primer trimestre del año concluyó y la economía mexicana no sólo logró sortear lo que parecía una dura tormenta, al final se observaron buenos resultados en el mercado interno, sobre todo en la generación de empleo y también en el comportamiento del tipo de cambio del peso frente al dólar.

El país gradualmente pudo disipar los riesgos que amenazaban la estabilidad macroeconómica y que generaban incertidumbre, principalmente respecto a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y lo que muchos anticipaban como la antesala de una nueva crisis.

Fuimos testigos de los ataques y señalamientos que recibió el país por parte de la nueva administración del gobierno de Estados Unidos, que en cada mensaje de Twitter afectaba significativamente a nuestra moneda.

Recientemente, el propio gobernador del Banco de México reconoció que estos mensajes obligaron a tomar medidas para controlar no sólo el tipo de cambio, sino también la inflación y los fundamentales macroeconómicos.

Lo observado en los primeros meses del año no obedece a la suerte o a la casualidad; las autoridades y los agentes económicos actuaron de manera responsable, inmediata y oportuna para empezar a revertir las señales negativas, pero no con soluciones cortoplacistas, sino que se actuó bajo una visión de largo plazo y con objetivos bien definidos.

Si bien algunas de estas medidas irán madurando, fueron una buena señal y en algunos casos los efectos ya son visibles.

La postura firme y sólida de los funcionarios públicos de México respecto a la renegociación del TLCAN con sus homólogos en Estados Unidos, la decisión de un incremento en las tasas de referencia por parte del Banco Central, el anuncio de las Zonas Económicas Especiales (ZEE), la entrega del remanente por 321 mil 653 millones de pesos del Banco de México a la Secretaría de Hacienda (SHCP) para reducir la deuda pública y fortalecer las finanzas del país, son algunas de las acciones que se han tomado y que han repercutido favorablemente en los indicadores.

Al finalizar el primer trimestre, la economía mexicana no sólo da signos de vida, también muestra fortaleza.

El precio del dólar ha regresado a los niveles previos a la elección en Estados Unidos; es decir, por debajo de los 19 pesos por lo que la moneda mexicana tiene una apreciación en lo que va del año cercana a 10%; se han generado 377 mil 694 nuevos empleos formales; además, la actividad industrial muestra ligeros avances y las exportaciones siguen creciendo.

Los factores de riesgos no han desaparecido, muchos continúan en el entorno como la inflación que supera 5.0% pudiendo afectar el poder adquisitivo; se espera una complicada renegociación del TLCAN y hay conflictos geopolíticos que están enrareciendo el entorno externo.

Por todo esto, no es momento para triunfalizar sobre lo ya realizado; al contrario, hay que mirar hacia adelante, hay que anticiparse estratégicamente a estos riesgos y empezar a tomar las acciones pertinentes, de construir los escenarios adecuados y de consolidar un modelo de desarrollo de largo plazo.

México, no sólo tiene la capacidad de enfrentar las adversidades que se avecinan, hoy tiene la gran oportunidad de convertirse en una potencia, pero siempre y cuando sepa capitalizar todas sus ventajas competitivas y comparativas.

Si bien con las reformas se anticipa una llegada importante de inversiones, empleo y crecimiento sobre todo en la parte energética y de telecomunicaciones, sumadas al turismo, a las ventajas de las ZEE, también se deben implementar nuevos enfoques y políticas complementarias, insistimos en la política industrial holística y flexible, en la política hacendaria integral, de encadenamientos productivos y de suministro, en el mercado administrado, así como en la apuesta a la innovación y al desarrollo.

Por parte del sector privado, la tarea consiste no sólo en desarrollar el pilar productivo interno, sino también debe estar preparado para enfrentar los riesgos que se tienen hacia adelante; las empresas demandan estar preparadas con un conocimiento del mercado y posibles escenarios de anticipación.

El fortalecimiento del mercado interno debe ser incluyente, con una visión de competitividad y productividad, con encadenamientos entre industria, comercio, servicios y sector primario, que tenga como objetivo el progreso económico y social de la población, con empleos bien remunerados que sean el sustento de la demanda agregada.

El futuro hay que construirlo y llegó el momento para todos en México de asumir ese compromiso; adelantarse a los riesgos es una oportunidad para ser líderes y para consolidar lo que se ha hecho hasta el momento.

Los retos hacia adelante son muchos y no existen medidas milagrosas, pero sí proyectos bien definidos de largo plazo que le den al país y a sus habitantes la posición que se merecen.

Presidente de Consultores Internacionales S.C.

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