A la memoria de Fernando Solana, universitario ante todo

El debate sobre el consumo de marihuana convocado por el Senado de la República, plural, diverso, bien nutrido, así como el respaldo social a la iniciativa de ley 3de3 —ahora también en manos del Senado— son muestra clara de que algo está cambiando en nuestra aún joven democracia. Ambas propuestas han tenido un origen cien por ciento ciudadano: emergen de organizaciones sociales no partidistas y cuentan con el prestigio que da el rigor de la academia, a través de las voces que las han avalado. Son signos que apuntan, a mi juicio, en la dirección correcta. Nos movemos hacia una democracia más participativa. Ahora se puede hacer política desde la sociedad sin necesidad de pasar por el embudo de los partidos o de tener un puesto en el gobierno, sea por designación o por elección popular.

Desde luego que aspirar a un puesto de elección popular es un legítimo derecho ciudadano. En México nos tardamos en reconocerlo. Los partidos políticos se adjudicaron la exclusiva, y se encargaron de bloquearlo durante años por todos los medios a su alcance. Sospecho que lo seguirán haciendo, acaso con más sutileza. Quizá esa sea una más de las muchas razones por las que los partidos políticos despiertan tanta desconfianza en crecientes sectores de la población. Así las cosas, las candidaturas independientes como opciones electorales se han convertido no sólo en el emblema de un derecho ciudadano sino también, y sobre todo, en la expresión de un rechazo a las maniobras de los partidos que secuestraron el poder político; en una suerte de reivindicación de una democracia más directa, más horizontal, más participativa.

Pese a las trabas legales que subsisten, y que hacen que las contiendas electorales sigan siendo claramente inequitativas y desventajosas para los candidatos “sin partido”, cerca de 500 ciudadanas y ciudadanos han obtenido su constancia por parte de los organismos electorales que los acreditan como aspirantes a las legislaturas locales, alcaldías y gubernaturas que estarán en disputa este año en 13 entidades federativas (EL UNIVERSAL 14/03/16). Enhorabuena, ojalá se conviertan todas ellas en verdaderas alianzas de las fuerzas democráticas.

La primera pregunta que surge ante tal posibilidad es bastante obvia: ¿serán todas ellas verdaderas candidaturas independientes de los partidos? Lo dudo. Es posible que veamos de todo un poco, una verdadera troupe de candidatos: acróbatas, contorsionistas, trapecistas, amazonas, saltimbanquis, magos, payasos, prestidigitadores y, por supuesto, domadores. Tampoco faltarán los “topos”, enviados por los propios partidos para confundir y fragmentar el voto. Pero confío en que también habrá candidatas y candidatos honestos, competentes, talentosos, con trayectorias personales limpias, movidos por un afán de servir y no de lucrar, que harán públicos su patrimonio, su situación fiscal y sus intereses. Con uno sólo de ellos que gane habrá valido la pena. Espero que no sea sólo uno sino que sean muchos. El compromiso con la sociedad que los respalde con su voto deberá ser mayúsculo. Eso de gobernar es un asunto muy serio y muy complejo. Si le queda alguna duda y tiene la oportunidad, pregúnteselo a Obama en Washington, a Rajoy en Madrid, a Dilma en Brasilia o al propio Peña Nieto en la recién creada Ciudad de México, en la que hasta respirar —literalmente— ha vuelto a ser un riesgo, al menos para la salud.

Concluidas las elecciones de junio, independientemente de los resultados que arrojen, empezará formalmente la contienda hacia el 2018: ¡Viva la sociedad del espectáculo! que bajo la influencia del inefable Donald Trump, incluso si no gana, como deseamos muchos, habrá contaminado con su estridencia y su discurso virulento nuestros propio proceso electoral, siempre a la sombra de la moda que imponen los vecinos del norte.

Las candidaturas independientes harán una gran contribución a la democracia en México si logran generar una forma de coexistencia respetuosa entre la crítica, el disenso y la oposición. Tienen sentido en tanto que representen una oferta política más moderna, más abierta, sobre todo, si son capaces de satisfacer la histórica demanda de justicia que no acaba por llegar. Porque puede haber democracia sin justicia, pero es difícil pensar que pueda haber justicia sin democracia. Y es que la democracia es el fin, pero ha de ser también el medio.

La apuesta por los candidatos independientes es que estos puedan encabezar un gobierno más eficiente, que garantice simultáneamente nuestras libertades y nuestra seguridad. Es el miedo, generado en buena medida por la inseguridad, junto a la indignación que suscitan la corrupción y la impunidad, lo que ha hecho que se pierda la confianza en las estructuras democráticas tradicionales.

En el análisis de las candidaturas sin partido, no debe dejarse a un lado la ideología de los contendientes. Sería un grave error. El pragmatismo a ultranza oculta mucho más de lo que deja ver. No bastará ya con decir que hay que crecer económicamente para generar más riqueza, porque la ilusión del crecimiento infinito ya no da más de sí; o que se acabará, de una vez y para siempre, la desigualdad, así, sin más ni más. Las injusticias que subsisten en México son sobre todo de clase. Hay desigualdades en riqueza y en oportunidades.

¿Cómo lograr un desarrollo más digno para cada persona en lo individual, y menos desigual en lo colectivo? ¿Cómo armonizar mejor los programas del sector público con los del sector privado? Estas son sólo un par de preguntas, a manera de ejemplo, que no deberían escapar al escrutinio social, antes de decidir el voto. Son el tipo de preguntas que permitirán trazar, así sea a grandes rasgos, la ideología de los contendientes. No hay que restarle importancia a las ideas.

POSDATA. Aunque simpatizo con las candidaturas independientes a los partidos, en tanto que contribuyen a fortalecer la participación democrática y la concertación política, yo no aspiro a una de ellas. La aclaración es oportuna, toda vez que han aparecido cuentas apócrifas en Twitter y Facebook que navegan con mi nombre y que sugieren lo contrario.

Ex Secretario de Salud

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