Para simplificar, supongamos que las cosas en el mundo científico-tecnológico suceden de la siguiente manera: primeramente, se lleva a cabo un descubrimiento científico puro, cuya utilidad práctica no es evidente; después, se identifican aplicaciones tecnológicas que permiten la explotación del primer descubrimiento. Sé bien que no todo ha acontecido ni tan tersa ni tan binariamente. Sé también que algunos casos sí caben dentro de esta breve descripción. Cuando en 1953 Watson y Crick finalmente determinaron cuál era la estructura del ADN que le permitía transferir su información, supongo que no tuvieron plena conciencia de las muchas implicaciones que ello habría de tener en la vida cotidiana. Hoy, a 64 años de aquel acontecimiento, cotidianamente se lleva a cabo una gran cantidad de acciones en las que el ADN es manipulado para producir numerosos resultados con evidente impacto social, ético, médico y económico.

La manera en la que el derecho actúa en la ciencia y la tecnología es importante. Partiendo de la dualidad acabada de apuntar, cuando se está ante la fase del descubrimiento que he llamado “puro”, el modo de hacerlo es prácticamente mediante el registro de las publicaciones y la fijación de los correspondientes derechos de autor. Sin embargo, cuando ese conocimiento se transfiere en formas concretas de aplicación, son más amplias y complejas las maneras de intervención del derecho. Desde luego aparecen las patentes con sus cadenas de registros y protecciones. También, la satisfacción de muy diversas regulaciones sanitarias, médicas y medioambientales, por ejemplo. Luego y en caso de riesgos, las complejas determinaciones de sus alcances y responsabilidades. En fin, todo un acontecer de fenómenos regulados o por regular, sancionables y efectivamente sancionados.

Más allá de que lo sea, vuelvo al lugar común. Nuestro tiempo es rico en cambios tecnológicos y sus posibilidades de ordenación normativa no siempre van a la misma velocidad de ellos. Frente a la imprevisión legislativa o reglamentaria, en algunas ocasiones explicable y en otras no tanto, las únicas soluciones disponibles están quedando en manos de los órganos administrativos y de los juzgadores. Son éstos los que, con las dificultades que conlleva trasladar lo resuelto para un caso concreto a una pluralidad indeterminada de casos en parte semejantes, tratan de ordenar una porción de la realidad en plena transformación.

Christine Hauser publicó en The New York Times del 27 de abril el artículo en que da cuenta del modo como el análisis de la información contenida en un Fitbit echó abajo la coartada preparada por un marido al asesinar a su esposa. También incorporó en su reportaje el caso de una mujer que dijo haber sido abusada sexualmente, mientras que su reloj de la misma marca mostró que durante ese tiempo se encontraba en reposo. En nuestro país, Samuel Chacón acaba de publicar el interesante libro Los drones y su legislación en México (Tirant lo Blanch), en él deja claro el modo en que las normas jurídicas regulan a estos artefactos, así como las lagunas existentes en una materia en plena evolución y anunciado uso en tareas de seguridad pública.

Me he limitado a señalar sólo dos aspectos de entre los muchos que hoy en día irrumpen en nuestras vidas cotidianas, algunos de los cuales están siendo tratados, otros de plano no y algunos más ni siquiera han sido identificados. Es verdad que al menos en lo que respecta a los grandes ordenamientos legislativos, las posibilidades históricas de abarcamiento de la totalidad de lo que se quiere regular, pasa por el asentamiento de la materia a normar. Ello, sin embargo, no puede ser motivo para asumir la imposibilidad ordenadora del derecho ni, mucho menos, el impase en que deben incurrir quienes trabajan con él. Lejos de suponer que aquello que haya de hacerse con los adelantos tecnológicos corresponde a científicos y técnicos, los diversos actores jurídicos tenemos que comprenderlos a fin de estar en condiciones de crear con ellos buen derecho.

Ministro de la Suprema Corte de Justicia.
Miembro de El Colegio Nacional.
@JRCossio

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